La expansión de la Ciudad de México está provocando una disminución en la población del teporingo, un conejo endémico del país que se encuentra en peligro de extinción, dijo a Efe la veterinaria y zootecnista Aurora Ramos.
«Es una especie que tiene una buena habilidad para adaptarse, pero al final nos estamos acabando su hábitat y estamos provocando que se acelere el proceso de extinción», aseguró la profesora de la Facultad de Medicina, Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Desde la década de los años 80 se viene reportando una disminución en los avistamientos esta especie que habita el eje neovolcánico transversal del Valle de México.
«Si no se hace un plan de conservación de restablecer áreas de reintegración o reproducción de los individuos, la población va a seguir disminuyendo», advirtió la maestra en Ciencias.
No obstante, apuntó que resulta muy complejo poner una fecha límite a la supervivencia de la especie, lo cual no quita que haya que «concienciar a la gente de su importancia como especie endémica».
Actualmente, la capital mexicana abarca 1.485 kilómetros cuadrados, por lo que resulta imposible que el animal no note la actividad humana.
Y es que es precisamente esa actividad antropogénica la causa principal de su extinción, sumando una especie más a una época que los científicos califican ya como la sexta extinción masiva de especies.
Las principales acciones que interfieren en la vida del también conocido como «conejo de los volcanes» son la fragmentación del hábitat, la explotación de áreas agrícolas, la extensión de la mancha urbana, el pastoreo y la extracción de leña y pasto.
Estas acciones se traducen en la imposibilidad de la especie para construir madrigueras en las que reproducirse.
«Al final son animales de madriguera, esta pérdida de sitios donde puedan construir su madriguera y tener consumo de alimento les afecta y provoca la disminución de la población», explicó.
Ramos también apuntó que «algunas comunidades lo cazan para celebrar eventos sociales».
La función en el ecosistema del «Romerolagus diazi» es esencial, ya que es una «especie presa» dentro de la cadena trófica.
Esto supone que numerosos reptiles como la serpiente cascabel, coyotes y otros carnívoros se sirvan de él para alimentarse.
Cuando se produce un desajuste en la cadena trófica, todos los eslabones presentes en ella sufren sus consecuencias, incluido el ser humano.
Además, la experta señaló que este roedor también tiene la habilidad para dispersar semillas de numerosas plantas.
Los bosques de pinos en zonas muy altas son la cubierta vegetal esencial para este roedor, su lugar preferido para construir sus madrigueras y establecerse.
Pero «si hay deforestación y utilización del suelo con fines agrícolas, obviamente se acaba toda esa cobertura vegetal natural que ellos requieren».
En esas zonas existe un conjunto de plantas llamado «zacatón», una vegetación que le brinda alimento y protección y la cual sirvió para bautizar a esta especie con otro de sus nombres: el zacatuche.
En náhuatl, el nombre se forma a partir de las sílabas zactl (pasto) y tochtli (conejo): conejo del zacate.
Su pequeño tamaño y su peso (apenas medio kilogramo) le han servido para obtener el título del lagomorfo (conejo-liebre) más pequeño de México y el segundo más pequeño del mundo.
Según el monitoreo realizado en octubre de 2018 por la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) existen cinco poblaciones estables de teporingo.
Estas se ubican en el Parque Nacional Izta-Popo, en el Corredor Biológico Chichinautzin, en Milpa Alta, en Topilejo y en la montaña conocida como Tepozteco.
En la actualidad, distintas instituciones trabajan en conjunto con las comunidades de las zonas para monitorear la especie, difundirla y promover su reproducción en cautiverio.
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