La finalidad de la ideología transgénero es desmantelar a la familia

Se está preparando el terreno para la marginación legal de las palabras madre, padre y familia

Por KIMBERLY ELLS
12 de enero de 2021 7:35 PM Actualizado: 12 de enero de 2021 7:35 PM

La presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi (D-California), y sus compañeros partidarios de la inclusión de género han tomado una medida audaz y muy desaprobada para borrar el lenguaje que expresa la realidad de las relaciones familiares.

En nombre de la inclusión, palabras como «padre, madre, hijo, hija, hermano, hermana, tío, tía, primo, sobrino, sobrina, esposo, esposa, yerno y nuera» podrían ser borradas de los procedimientos de la Cámara.

Si se lleva a cabo, esta eliminación de las palabras de género de las comunicaciones públicas, en concierto con otras iniciativas trans-inclusivas, demostrará su efecto sísmico en la sociedad.

Pelosi y sus asociados están haciendo eco de la ideología socialista-feminista articulada por Shulamith Firestone en el decenio de 1970: «Se ha hecho necesario liberar a la humanidad de la tiranía de su biología» y «eliminar la propia distinción de sexo [para que] las diferencias genitales entre los seres humanos dejen de tener importancia cultural».

En el fondo, esto significa que las manifestaciones masculinas y femeninas del cuerpo humano ya no deberían ser reconocidas legalmente o valoradas culturalmente. Hemos estado marchando por este camino durante décadas y ahora nos acercamos al final: una sociedad sin género. El vilipendio del lenguaje de género en el ámbito público es un salto significativo para «liberar a la humanidad de la tiranía de su biología» y deshacer el significado del sexo biológico.

Madres en el basurero de la historia

Firestone hizo una asombrosa predicción. Declaró con júbilo que cuando la biología fuera sometida y la «transexualidad» se convirtiera en la norma legal y cultural, «el vínculo de sangre de la madre e hijo se cortaría con el tiempo» y le seguiría la triunfal «desaparición de la maternidad». Y ella tenía razón. Los movimientos jurídicos en torno al transexualismo están preparando el terreno para la marginación legal de las madres, los padres y las familias por la fuerza de la ley.

Si bien la astuta predicción de Firestone se ha pasado por alto en gran medida en el debate sobre el transexualismo, el hecho es que cuando las mujeres desaparecen legalmente, también lo hacen las madres porque «madre» es una designación específica del sexo. Lo mismo ocurre con los padres. Si no hay dos sexos específicos y perceptibles que puedan ser reconocidos definitivamente por la ley, entonces se hace difícil definir o defender a las madres y los padres —y sus derechos parentales— en términos jurídicos. Por lo tanto, se cuestiona cada vez más la pertenencia de los hijos a sus padres y la familia se encuentra en una situación legal inestable —que es precisamente el punto.

Cuando los lazos de los padres con sus hijos se oscurecen o debilitan, se crea un ambiente propicio para la intervención del gobierno y la revolución socialista-comunista. Por eso el Manifiesto Comunista de Marx pedía abiertamente la «abolición de la familia». La destitución de la familia crea un vacío que puede y se debe llenar, aunque es imposible hacerlo adecuadamente. Si queremos evitar la destrucción de la familia y el dominio del estado que necesariamente prosigue, debemos mantener los esfuerzos para evitar cancelar el sexo biológico.

Rechazo de la anatomía

La presión que se ha ejercido a la abolición de los géneros parece estar acelerándose. El año pasado, un comité del Senado del estado de California intentó prohibir las palabras «él» y «ella» durante las audiencias del comité. El «acuerdo de votación del arco iris» en los Países Bajos pide que «el registro de género sea abolido cada vez que sea posible». Un artículo reciente del New England Journal of Medicine, posiblemente la revista médica más prestigiosa del mundo, afirmaba que las demarcaciones de sexo en los certificados de nacimiento deberían reconsiderarse porque «asignar el sexo al nacer perpetúa la opinión sobre que el sexo, definido por una variable binaria, es natural, esencial e inmutable».

Cada vez es más difícil seguir el ritmo de las innumerables iniciativas que se están llevando a cabo para suprimir por la fuerza las distinciones biológicas de sexo.

La aceptación jurídica y social del transexualismo encapsula el rechazo del cuerpo humano como se manifiesta inherentemente en dos formas distintas y complementarias. Esta rebelión contra la anatomía no solo es trágica para los individuos, que hacen la guerra contra sus propios cuerpos, sino que también socava el inherente voltaje doble del hombre y la mujer que empuja, equilibra e impulsa el mundo.

Si resulta legalmente inapropiado reconocer los dos sexos corporales o articular cómo la interacción de esos sexos forja y perpetúa las relaciones básicas por las que nos definimos fundamentalmente (madre, padre, hijo, hija), entonces el núcleo de la sociedad civilizada estará en peligro.

Lo que comenzó fingiendo ser una celebración del género resultará en un edicto para eliminar la distinción de sexo, lo que, a su vez, erosionará la familia, cuna esencial de la humanidad. Si queremos salvar la familia y la civilización con ella, debemos proteger y defender el «lenguaje de género» que está ahora en la guillotina.

Kimberly Ells es la autora de «La Familia Invencible: Por qué la campaña mundial para aplastar la maternidad y la paternidad no puede ganar», y es asesora de políticas de Family Watch International, donde trabaja para proteger a los niños de la sexualización precoz, defender los derechos de los padres y promover la familia como unidad fundamental de la sociedad. Kimberly es una ávida investigadora y escritora de temas familiares y ha escrito informes de política para su distribución internacional. Se graduó en la Universidad Brigham Young con un título en inglés. Está casada y es madre de cinco hijos. Puede ponerse en contacto con ella en [email protected] y en InvincibleFamily.com.

Este artículo fue publicado originalmente en MercatorNet


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