La guerra mundial de cables y oleoductos bajo el mar

Por Austin Bay
16 de noviembre de 2023 3:49 PM Actualizado: 18 de noviembre de 2023 11:37 AM

Comentario

En septiembre de 2022, unas cargas explosivas dañaron tres de los cuatro gasoductos de gas natural del Mar Báltico Nord Stream, de construcción rusa, que conectan Rusia con Europa Occidental. El medio Washington Post informó recientemente qué fuerzas especiales ucranianas llevaron a cabo el ataque de sabotaje. ¿Por qué? El gasoducto proporciona a Rusia una ventaja económica y política sobre los europeos ávidos de energía, aliados de Ucrania.

Teoría razonable —si usted confía en las fuentes clasificadas de The Washington Post. Sin embargo, la responsabilidad del ataque no es asunto de esta columna. Lo que el ataque demostró me interesa: la infraestructura en alta mar, la infraestructura transoceánica, e incluso los puertos marítimos son muy vulnerables a tipos relativamente simples de sabotaje disruptivo y destructivo por parte de operativos bien entrenados.

A menos que el objetivo se encuentre a gran profundidad, el atacante no necesita un submarino ni un costoso robot suicida. Para objetivos en aguas poco profundas, basta con personal de operaciones especiales, terroristas comprometidos o delincuentes de alta tecnología.

Por lo demás, los delincuentes chantajistas de un pesquero no necesitan un torpedo inteligente —arrastrando un ancla pueden causar daños millonarios y pérdidas multimillonarias hasta que se repare la estructura atacada.

En la última década, he escrito varias columnas sobre las amenazas a la navegación comercial (por ejemplo, de piratas), a las infraestructuras industriales en alta mar (las plataformas de perforación, oleoductos, etc.), a la pesca y la explotación de los recursos oceánicos (incluida la minería), y a la libertad de navegación. Como categoría colectiva son cuestiones de «seguridad marítima».

Las amenazas perturbadoras para las actividades no militares que he enumerado tienen consecuencias económicas negativas, que suelen tener efectos políticos negativos, ya que se pierden vidas y los precios se disparan. Negar la libertad de navegación repercute directamente en la seguridad militar —basta con preguntar a la Marina de Guerra de Estados Unidos.

Por debajo de las olas discurre la espina dorsal de cables submarinos de la Internet global —conductos de información digital que transportan de todo, desde transacciones bancarias a acontecimientos deportivos en directo o correo electrónico personal. En la actualidad, entre el 95% y el 99% de todo el tráfico transoceánico de datos transita por cables submarinos. Los cables de fibra óptica son mucho más eficientes que los satélites, tienen menos latencia (retardo) y pueden transportar más bytes. Algunos pueden transmitir 400 terabits de datos por segundo.

Estas capacidades no son baratas. He leído que la fabricación e instalación de un cable entre Londres-Nueva York puede costar más de 300 millones de dólares. Se requieren buques especializados en el tendido de cables.

En medio del océano, los cables se encuentran en el fondo del mar. Pero a medida que se acercan a la costa, el mar se vuelve menos profundo y aumenta el tráfico marítimo.

Los cables tienen «puntos de aterrizaje» donde se conectan a Internet. Los puntos de desembarco son puertos marítimos de Internet y, por tanto, son objetivos.

Por ejemplo, 26 cables submarinos diferentes se conectan en Singapur. En el estrecho de Malaca, Singapur es un punto de congestión para el transporte marítimo. También es un punto de congestión de información digital.

Ahora repasemos lo que escribí sobre el delincuente chantajista con un ancla que rastrea el fondo.

El mal actor con el ancla no es algo teórico, ni necesariamente un delincuente. Según DefenseOne.com, Finlandia informó recientemente de que un buque de China continental «cortó varios cables de comunicaciones y un cable de gas, al parecer tras arrastrar su ancla sobre ellos. Aunque China está cooperando con Finlandia, la policía finlandesa no ha descartado que el corte fuera intencionado».

Qué coincidencia. The Diplomat informó de que, en febrero de 2023, barcos chinos dañaron los cables submarinos que conectan Taiwán con la pequeña isla de Matsu, al noreste de Taiwán.

Una pregunta justa para todos los que se preocupan por la seguridad física y seguridad de la información: ¿Está experimentando la China comunista con los ataques de interrupción de la información, plausiblemente negables, que pueden tener graves consecuencias económicas?

Ya tenemos motivos para considerar sospechosa a la China comunista. Pruebas contundentes acusan al gigante tecnológico chino Huawei de ser un activo de inteligencia para Beijing. Por eso, Estados Unidos ha sancionado la tecnología 5G de Huawei. Según medios empresariales, Estados Unidos ha impedido a Huawei participar en proyectos de cable submarino en al menos tres ocasiones. ¿Por qué? El espionaje es la gran razón.

La guerra del cable submarino no es nueva. En 2008 reseñé el libro de Jonathan Winkler «Nexus: Strategic Communication and American Security in WWI (Nexus: comunicación estratégica y seguridad estadounidense en la Primera Guerra Mundial)» de Jonathan Winkler. El libro ofrece una lección sobre la naturaleza evolutiva del cambio tecnológico. El sistema internacional de cables telegráficos submarinos de finales del siglo XIX fue la primera Internet global.

Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, los británicos literalmente «hackearon» (cortaron) e intervinieron los cables submarinos alemanes. Esto produjo una ventaja de inteligencia y dio a Gran Bretaña imponentes ventajas económicas y políticas.


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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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