Comentario
La izquierda está preocupada por Italia. Giorgia Meloni —cuyo partido, Hermanos de Italia, lamentablemente tiene vínculos históricos con los fascistas de Benito Mussolini y ha mostrado cierto apoyo a la Rusia de Vladimir Putin— ganó el 44 por ciento de los votos el 26 de septiembre y se convertirá en la primera mujer en recibir el cargo de primera ministra de Italia.
En su adolescencia, Meloni elogió a Mussolini, lo que The Atlantic cita al advertir sin aliento «el regreso del fascismo en Italia».
CNN la llama a «la primera ministra más ultraderechista de Italia desde Mussolini».
Sin embargo, eso no es tan grave. Meloni recientemente ha denunciado el fascismo como una nota histórica al pie del conservadurismo moderno y ha dicho que algunos la llaman de hecho «traidora» a la ideología totalitaria del siglo XX.
En un posteo de julio, en Twitter, ella expresó su apoyo a Taiwán, diciendo que está «siempre al lado de los que creen en los valores de la libertad y la democracia». Eso no suena a fascista.
China es uno de los países actuales más cercanos políticamente a la Italia de Mussolini o a la Alemania de Hitler. Sin embargo, Meloni adopta una postura más dura contra Beijing que la de muchos liberales, quienes utilizan el apoyo del comercio mundial como excusa para ignorar la ética en beneficio de la China totalitaria.
Dado que el fascismo de Mussolini fue el totalitarismo original, podemos concluir que Meloni es en realidad menos totalitaria que cualquiera de los de centro-izquierda o centro-derecha que siguen apoyando el compromiso con China.
El exprimer ministro italiano de centro-izquierda, Paolo Gentiloni, todavía se quitaba el sombrero nueve meses después de la constatación del genocidio en China, para comerciar con el país.
El exprimer ministro Matteo Renzi, también de centro-izquierda, al parecer tiene un asesor «que le ayuda en secreto a explorar asociaciones y establecer relaciones con las personas adecuadas en China».
El populista Giuseppi Conte, como primer ministro en 2019, fue el primer ministro y único líder del G-7 que condujo a su país hacia la iniciativa mercantilista china de La Franja y la Ruta (BRI, también conocida como «One Belt, One Road»).
Italia adoptó una postura ligeramente más dura con respecto a China bajo su más reciente primer ministro, Mario Draghi. Sin embargo, ya en marzo, este independiente político pidió ingenuamente un diálogo abierto con Beijing para que deje de apoyar a Moscú.
Meloni, exministro de Deportes de Italia, será más severa. En ese cargo, ella llamó en 2008 a boicotear los Juegos Olímpicos de Beijing y abogó por la movilización internacional para apoyar a Tíbet.
En 2019, calificó la adhesión al BRI como un «gran error» y desde entonces sugirió que el memorando de entendimiento (MOU) entre China e Italia sobre el BRI no se renovará cuando expire en 2024.
Después de que el Ejército Popular de Liberación simulara un bloqueo de Taiwán en agosto, Meloni prometió apoyo contra el comportamiento «inaceptable» de China. También calificó a la democracia isleña de ser un «socio comercial estratégico». Ella dijo que la Unión Europea debía maximizar la presión contra Beijing desplegando las «armas» políticas, económicas y diplomáticas «a su disposición» , incluyendo una potencial prohibición del comercio a China, si invade.
Ella ha criticado al Partido Comunista Chino (PCCh) por sus abusos de los derechos humanos en Xinjiang y Hong Kong y por su ambigüedad a la hora de abordar la agresión de Rusia contra Ucrania. También dijo que limitaría la expansión económica de Beijing ofreciendo alternativas, como el Global Gateway de la Unión Europea a los países menos desarrollados que buscan el desarrollo de infraestructuras sin la «penetración china» del BRI.
Meloni advirtió de la excesiva dependencia de China en las cadenas de suministro, incluso para los chips informáticos y abogó por el friendshoring y el nearshoring para acercar la fabricación estratégica a casa.
Un miembro de su partido, el senador Lucio Malan, copreside la rama italiana de la Alianza Interparlamentaria sobre China (IPAC), un foro mundial para que los legisladores coordinen las defensas democráticas contra Beijing. También dirige el Grupo Interparlamentario de Amistad Italia-Taiwán.
Mientras la izquierda exagera interesadamente las dudosas calumnias sobre el «fascismo» de Meloni, debería ser lo suficientemente honesta como para reconocer su enfoque más duro hacia los dictadores más peligrosos del mundo actual: los de Beijing y Moscú.
Es cierto que Meloni y su coalición no han sido tan claros con Moscú como con Beijing. Pero eso cambió después de que Putin intentara saquear Kiev. Ahora, apoya el envío de equipamiento militar a Ucrania y es una defensora atlantista de la OTAN y la Unión Europea (esta última, en parte, porque Italia es cada vez más beneficiaria de la generosidad de la UE).
Algunos medios de comunicación del centro-izquierda están cambiando de opinión. The New York Times califica a Meloni de «extremista» pero «no de tirana». El medio Financial Times señala que su elección «merece preocupación pero no pánico».
«Aunque hay preocupaciones válidas sobre los orígenes fascistas del partido de Meloni, lo que oigo cuando la escucho son los valores conservadores de la corriente principal», dijo con entusiasmo Allison Pearson, de Telegraph.
El actual enfoque de Meloni hacia Moscú y Beijing apoya esta opinión. Como representante debidamente elegida de su país, y que ha rechazado sus anteriores errores, Meloni se merece un nuevo comienzo y una audiencia justa de todos los lados del espectro político. Merece la oportunidad de dirigir Italia con el honor y el respeto de sus compañeros. Sus puntos de vista sobre la política exterior y el comercio internacional son sin duda lo suficientemente frescos como para asegurar que aprenderemos algo durante su mandato.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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