Opinión
En este momento, en todo el mundo, hay una guerra contra la verdad. La guerra se presenta de muchas formas. La mayoría de las veces, se presenta en forma de campañas de desinformación y de información errónea.
Parafraseando al senador de EE. UU., Hiram Warren Johnson, «la verdad es la primera víctima de la guerra».
En toda China, la guerra contra la verdad ha estado sucediendo durante décadas. Sin embargo, los efectos de esta guerra en particular no se han distribuido de manera uniforme: algunas regiones y algunas personas se han visto más afectadas que otras. En caso de duda, permítame señalarles la dirección de Hong Kong, un lugar donde la verdad está agonizando como la más dolorosa de las muertes.
En el verano de 2020, el Partido Comunista Chino (PCCh) introdujo una nueva ley draconiana, supuestamente diseñada para hacer que Hong Kong sea más seguro. En realidad, la nueva ley tan solo sirvió para hacer que la ciudad sea menos libre, al facilitar que Beijing castigue a los manifestantes prodemocracia.
La ley, la cual esencialmente asestaba un golpe mortal a la autonomía de Hong Kong, fue introducida para reprimir los actos de subversión—por ejemplo, el menoscabar el poder y la autoridad del Partido Comunista Chino (PCCh) y de Xi Jinping—y el terrorismo, así como la connivencia con fuerzas extranjeras o externas.
Por supuesto, como muchos lectores ya saben, el PCCh usa a diestra y siniestra las definiciones. A los ojos de los de Beijing, cualquiera que se desvíe del evangelio aprobado por Xi es culpable de subversión.
La nueva ley fue anunciada por Carrie Lam, la cuarta y actual jefa ejecutiva de Hong Kong. Aunque Lam niega con vehemencia que sea una marioneta de Beijing, es muy difícil verla desde otra perspectiva. Eso es especialmente cierto si eres un miembro de la prensa que se dedica a exponer la hipocresía y el capricho del PCCh.
Marioneta en un hilo
Reporteros sin Fronteras, una organización internacional sin fines de lucro y no gubernamental dedicada a salvaguardar el derecho a la libertad de información, ha calificado a Lam como «depredadora de la libertad de prensa«. Lam, nos dicen, «ha demostrado ser el títere del presidente chino Xi Jinping». Desde 2017, cuando llegó al poder (o el poder que le otorgue Beijing), ha apoyado abiertamente las «políticas depredadoras de Xi hacia los medios de comunicación».
En el verano de 2021, el apoyo de Lam culminó con el cierre de Apple Daily, el periódico prodemocracia más grande de la ciudad. Jimmy Lai, el fundador del periódico, junto con seis de sus empleados, fueron acusados de conspiración para producir y distribuir material sedicioso.
Valiente es una palabra que debería reservarse para individuos verdaderamente heroicos, y Lai de 74 años, es definitivamente valiente. En 2019, cuando el sentimiento anti-PCCh en la ciudad estaba en su punto más álgido, Lai estaba allí, en las calles, animando activamente a la gente a luchar contra Beijing. Por este y otros «delitos», Lai fue condenado a 20 meses de cárcel.
Sin embargo, el 28 de diciembre, los fiscales presentaron nuevos cargos contra Lai y los seis empleados antes mencionados. Según el South China Morning Post, «los nuevos cargos alegan que los acusados conspiraron para imprimir, publicar, vender, ofrecer en venta, distribuir, exhibir o reproducir publicaciones sediciosas». Con estos nuevos cargos inventados, Lai bien podría pasar el resto de su vida tras las rejas— todo porque tuvo la audacia de decir la verdad.
Desde el arresto de Lai, Lam ha criticado abiertamente al amado magnate. Debido a esto, en el sitio web Reporteros sin Fronteras, el «depredador» se sitúa junto a otros enemigos de la libertad de prensa, incluido Xi Jinping; el líder norcoreano Kim Jong-un; el presidente ruso Vladimir Putin, un hombre que ha supervisado el asesinato de al menos 21 periodistas; El príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman, un hombre que presuntamente dio el visto bueno al asesinato del periodista Jamal Khashoggi; y el primer ministro húngaro, Viktor Orban, nada amigo de la prensa.
En Hong Kong, Lam ha desempeñado un papel fundamental en el envío de la verdad al cesto de basura de la historia. El último clavo en el ataúd de la ciudad se produjo el 29 de diciembre, cuando Stand News, el medio de comunicación prodemocracia, cerró oficialmente.
Al igual que Apple Daily, Stand News se dedicó a ofrecer la verdad—sin adornos ni filtros. Como informó Reuters, los agentes de policía allanaron sus instalaciones y «congelaron sus activos y detuvieron a los altos cargos» por presuntos delitos de «publicación sediciosa».
En palabras de la autora Sakshi Kharbanda: «No hay mejor herramienta que la prensa para catequizar al gobierno. Los intimidadores atacan, censuran, encarcelan y asesinan a los periodistas porque la verdad disidente amenaza su supervivencia y debilita su control del poder».
Hoy, la palabra “diversidad” tiene connotaciones negativas. Sin embargo, para que prevalezca la democracia y, en última instancia, la verdad, es necesaria una diversidad de puntos de vista. Nadie debería tener el monopolio de la verdad. No Carrie Lam. No Xi Jinping. Nadie.
Como señaló Kharbanda, los regímenes tiránicos tratan alejar a su pueblo «de diversos puntos de vista», ofreciéndoles en cambio una «versión alternativa de la verdad (la versión del estado)»—también conocida como propaganda y mentiras. Así es como la distorsión de la verdad conduce a la muerte de la verdad. Comienza con una amenaza y termina con un golpe. Sus víctimas son personas como Jimmy Lai.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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