Opinión
Uno de los libros más respetados del siglo XX fue «The Denial of Death» (La negación de la muerte) de Ernest Becker. Ganador del Premio Pulitzer en 1974, el libro es considerado un clásico por su análisis de cómo los seres humanos niegan su mortalidad.
Pero hay algo que la gente niega más que la mortalidad: el mal. Alguien debería escribir un libro sobre la negación del mal; eso sería mucho más importante porque si bien no podemos prevenir la muerte, podemos prevenir el mal.
El ejemplo más flagrante de la negación del mal es el comunismo, una ideología que, en un período de solo 60 años, creó el totalitarismo moderno y privó de los derechos humanos, torturó, hizo pasar hambre y mató a más personas que cualquier otra ideología en la historia.
Unos de los temas de una columna anterior trató la pregunta: ¿Cuál es la razón para que la gente ignore el mal comunista, o incluso lo niege?. También se realizó un vídeo de la Universidad Prager, «¿Por qué no es tan odiado el comunismo como el nazismo?», por lo tanto, no abordaré esa cuestión aquí.
Simplemente expondré los hechos.
Pero antes de hacerlo, necesito abordar otra pregunta: ¿Por qué es importante que todos sepan lo que hizo el comunismo?
Aquí hay tres razones:
Primero, tenemos la obligación moral con las víctimas de no olvidarlas. Así como los estadounidenses tienen la obligación moral de recordar a las víctimas de la esclavitud estadounidense, tenemos la misma obligación con los 1000 millones de víctimas del comunismo, especialmente los 100 millones que fueron asesinados.
En segundo lugar, la mejor manera de evitar que un mal vuelva a ocurrir es exponerlo con todos sus horrores. El hecho de que muchas personas de hoy, especialmente los jóvenes, crean que el comunismo es una opción viable, incluso moralmente superior, demuestra que no saben nada sobre el historial moral del comunismo. Por lo tanto, no rechazan debidamente al comunismo, lo que significa que este mal podría volver a ocurrir.
¿Y por qué podría volver a suceder?
Eso nos lleva a la razón número tres. Los líderes de los regímenes comunistas y la gran cantidad de personas que ayudaron a esos líderes a torturar, esclavizar y asesinar, además de muchas más personas que denunciaron a sus vecinos por decir algo objetable a los comunistas, eran, casi todos, personas normales. Por supuesto, algunos eran psicópatas, pero la mayoría no. Lo que prueba que cualquier sociedad, incluidas las libres, puede convertirse al comunismo o a algún mal semejante.
Algunos hechos:
Según el “El libro negro del comunismo”, escrito por seis académicos franceses y publicado en los Estados Unidos por Harvard University Press, el número de personas asesinadas, no de personas muertas en combate; los civiles comunes que intentaban vivir sus vidas en regímenes comunistas que fueron asesinados son:
América Latina: 150.000
Vietnam: 1 millón.
Europa del Este: 1 millón
Etiopía: 1,5 millones
Corea del Norte: 2 millones
Camboya: 2 millones
La Unión Soviética: 20 millones (muchos estudiosos creen que el número fue considerablemente mayor)
China: 65 millones
Estos números son bastante conservadores. Por ejemplo, solo en Ucrania, el régimen soviético y sus ayudantes del Partido Comunista de Ucrania mataron de hambre entre 5 y 6 millones de personas en un período de dos años. Es casi inconcebible que solo entre 14 y 15 millones de ciudadanos soviéticos fueran asesinados por los comunistas.
Y, por supuesto, estos números no describen el sufrimiento que soportaron cientos de millones de personas que no fueron asesinadas, pero que sufrieron el despojo sistemático de su derecho a hablar libremente, a rezar, a iniciar un negocio o incluso a viajar sin el permiso de un partido; la ausencia de un poder judicial o de medios de comunicación no comunistas; la pobreza en todos los países comunistas; el encarcelamiento y la tortura de un gran número de personas; y, por supuesto, el trauma sufrido por los cientos de millones de amigos y familiares de los asesinados y encarcelados.
Estos números no le dicen acerca de los muchos ucranianos hambrientos que se comieron la carne de personas, a menudo niños, a veces incluso los suyos; o los cristianos rumanos cuyos guardias comunistas de la prisión los obligaban a comer heces para obligarlos a renunciar a su fe; o los millones congelados en el vasto sistema de campos de prisioneros siberianos soviéticos, sistema conocido como Gulag; o la práctica rutinaria de los comunistas vietnamitas de enterrar vivos a los campesinos para aterrorizar a la gente para que apoyaran a los comunistas; o el uso regular de la tortura por parte de Mao Zedong para castigar a los oponentes e intimidar a los campesinos, torturas en las que los hombres eran llevados por las calles con cables oxidados a través de sus testículos y quemaban las vaginas de las esposas de los oponentes con mechas encendidas: esas eran algunas de las técnicas de Mao para aterrorizar a los campesinos con el propósito de que apoyaran al Partido Comunista Chino (PCCh) en sus primeros días.
Fuentes de lo anterior:
Ucrania: Anne Applebaum, «Red Famine: Stalin’s War on Ukraine«.
Rumania: Eugen Magirescu, «The Devil’s Mill: Memories of Pitesti Prison». (Citado en «El diablo y Karl Marx: la larga marcha del comunismo de la muerte, el engaño y la infiltración» de Paul Kengor).
Vietnam: Max Hastings, «Vietnam: An Epic Tragedy, 1945-1975».
China: Jung Chang y Jon Halliday, «Mao: The Unknown Story».
Vuelvo al tema de la negación del mal.
La gente asocia el mal con la oscuridad. Pero eso no es exacto: es fácil mirar en la oscuridad; es muy difícil mirar fijamente a la luz brillante. Por lo tanto, uno debe asociar el mal con un brillo extremo, dado que la gente rara vez mira el mal real. Y aquellos que no confrontan el mal real a menudo inventan males (como el “racismo sistémico”, la “masculinidad tóxica” y la “heteronormatividad” en los Estados Unidos del siglo XXI), que son mucho más fáciles de enfrentar.
El Libro de los Salmos dice: «Aquellos de ustedes que aman a Dios, deben odiar el mal».
En otras palabras, no puedes amar a Dios si no odias el mal.
Y si no creen en Dios, aquí hay otra forma de decirlo: «Aquellos de ustedes que aman a la gente, deben odiar el mal».
Si no odias el comunismo, no te importa, y mucho menos amas a la gente.
Dennis Prager es un columnista y presentador de programas de entrevistas de radio a nivel nacional.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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