La nueva y cínica política fronteriza de Biden

Por Cal Thomas
21 de octubre de 2022 4:29 PM Actualizado: 21 de octubre de 2022 4:29 PM

Comentario

SAN ANTONIO, Texas —Después de negarse a hacer algo sustancial para detener la avalancha de migrantes que entran ilegalmente al país, el presidente Biden ha actuado, más o menos. Solo un cínico diría que su orden de deportar a ciertos venezolanos, pero no a migrantes de otras 40 naciones, está programada para influir en las elecciones de noviembre.

Llámenme cínico.

La administración planea invocar el Título 42, una norma creada durante la Administración Trump y que Biden denunció por infligir «crueldad y exclusión» a quienes huyen del gobierno del dictador venezolano Nicolás Maduro. La nueva/vieja política pretende bloquear la entrada de venezolanos adultos que lleguen solos cuando pidan asilo.

Eso no les impedirá a ellos ni a nadie cruzar el río Grande y otros puntos. Supongamos que el «hombre adulto solo» afirma estar casado. ¿Y si lleva un bebé que dice ser suyo? La mayoría de los inmigrantes que cruzan nuestra frontera sur carecen de documentación, así que ¿cómo se validarán sus declaraciones?

La Oficina de Aduanas y Protección de Fronteras dice que encontró a casi 204,000 personas en la frontera el mes pasado y más de 2 millones en todo el año fiscal 2022. Esto no cuenta las «fugas«, que la Patrulla Fronteriza estima en casi 600,000.

George Rodriguez es un estadounidense de origen mexicano que vive en San Antonio y visita regularmente los centros de migrantes locales. También trabajó en las administraciones de Reagan y George H.W. Bush en las relaciones con la comunidad y en la difusión de la inmigración.

Rodriguez, que se opone con vehemencia a la política de «fronteras abiertas» del gobierno de Biden, cree que sus compatriotas deberían mirar más allá de la crisis para ver el impacto futuro de la migración masiva. Entre ellas, dice, la continua falta de respeto a la ley; la carga que supone para el sistema escolar público, los estudiantes y los contribuyentes; la necesidad de educación especial y de maestros que hablen español para los niños inmigrantes; la asistencia social, los pagos por discapacidad y los servicios médicos y de salud.

A Rodriguez le preocupa que muchos de los que han entrado ilegalmente en el país no se asimilen del todo. Teme que si los republicanos recuperan el poder en el Congreso y la presidencia no terminen el muro fronterizo y deporten a los que infringieron la ley para llegar aquí por miedo a que los medios de comunicación les llamen «racistas» e «inhumanos».

También critica a dos grandes cadenas de televisión de habla hispana —Telemundo y Univisión— que, según él, defienden a los que vienen por la frontera e influyen en los migrantes que ya están aquí.

¿Muchos estadounidenses no verán la deportación masiva —si se produce— como cruel, porque es la forma en que los medios de comunicación probablemente la enmarquen? Rodriguez es categórico: «Cada vez que se excusa la actividad ilegal, se obtiene más de ella». Cree que deportar a los que infringieron la ley para llegar a Estados Unidos —independientemente del tiempo que lleven aquí e incluso si sus hijos han nacido aquí— es el mejor elemento disuasorio.

Rodriguez tiene otras preguntas que cree que deben ser abordadas. Entre ellas, si se permitirá a las fuerzas policiales rastrear a los delincuentes extranjeros. ¿Se designará a los cárteles como organizaciones terroristas a causa del fentanilo que entra en el país matando a jóvenes estadounidenses? ¿Seguirán algunos fiscales de distrito anteponiendo la «justicia social» a la seguridad pública? ¿Se volverán los inmigrantes no cualificados y desempleados a la delincuencia como las pandillas salvadoreñas de los años 80?

Todas estas —y otras— son buenas preguntas. ¿Responderán los republicanos a ellas de forma que, en palabras de la Constitución, «proporcionen la defensa común (y) promuevan el bienestar general»?

La cínica respuesta del presidente Biden a la crisis fronteriza, ordenando la salida de venezolanos solos, no detendrá a los migrantes que vienen de otros 40 países.


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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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