Durante la Guerra Fría, Centroamérica fue un tema en el cual hubo un desencuentro entre México y Estados Unidos. Por ejemplo, el gobierno de José López Portillo apoyó de manera abierta a la guerrilla sandinista en Nicaragua, mientras que el de Ronald Reagan lo hizo a favor de los llamados contras, quienes combatían al comunismo.
Estados Unidos, después de participar en las guerras centroamericanas, dejó de interesarse en la región. Por su parte, México ha volteado poco hacia la misma. Pero innumerables problemas de migración ilegal, trata de personas, crimen organizado, contrabando de todo tipo, delincuencia común, surgen de algunos países centroamericanos –que también viven el problema de algunas bandas mexicanas– y afectan tanto la frontera sur de México, como la de Estados Unidos.
Debe precisarse que en la cuestión migratoria centroamericana se mezcla lo que señalamos, junto con una auténtica crisis humanitaria tanto de niños que se lanzan al éxodo en compañía de sus padres o en la búsqueda de ellos, quienes se encuentran en territorio estadounidense. Esta crisis es muy grave también porque mucha gente huye del fenómeno delictivo, como el encarnado por las agresivas pandillas de Maras las cuales asolan a El Salvador, a Honduras o Guatemala; Maras que, a su vez, aprovechan esta crisis para transitar por México e invadir a Estados Unidos, donde tienen ramificaciones.
El gobierno del Presidente Donald Trump ha manifestado su preocupación porque haya más seguridad en la frontera sur mexicana. Y el nuevo gobierno mexicano del Presidente Andrés Manuel López Obrador –el cual entra en funciones en diciembre de este año–, ha expresado sus intenciones de reforzar esta frontera y de mantener una alianza económica con Estados Unidos, para desalentar la propia migración ilegal mexicana, la cual por cierto ha disminuido en la gestión del Presidente saliente, Enrique Peña Nieto.
Para fortalecer su frontera sur –lo cual representa un beneficio real también para EE. UU.–, México requiere de un mayor protagonismo en la región, no solo en un concepto fronterizo. Ir ahora de aliados con Estados Unidos sería sin duda un parteaguas histórico y una consolidación de un nuevo entendimiento mexicano con su socio estadounidense. Es un trabajo de aliados igualitarios, como no ha sucedido antes de una manera más efectiva.
Un elemento útil, en este sentido, sería revivir la Operación Tigre –incorporando a Estados Unidos–, denominada así y la cual deriva del convenio de cooperación contra el contrabando asiático que se ha llevado a cabo entre México, Costa Rica, Nicaragua, Guatemala, Honduras, El Salvador, Jamaica, República Dominicana y Panamá. Se considera que del contrabando asiático, por lo menos el 80% es de procedencia china.
Todavía en 2011 hubo un ejercicio de seguridad en 13 aduanas portuarias de la región enmarcado en el contexto de Operación Tigre. La Organización Mundial de Aduanas (OMA) avaló dicho operativo contra la piratería, falsificación y contrabando en general. Aunque de manera extraña, dejó de haber continuidad a pesar de sus resultados e implicaciones positivas.
Si bien la Operación Tigre se inscribe en la lucha conjunta contra el tráfico de drogas, la trata y el contrabando, su principal enfoque estratégico al dirigirse especialmente contra el contrabando asiático, no solo es una medida de seguridad y salud pública, sino también un elemento decisivo para el desarrollo regional pues esta actividad (el contrabando) termina afectando sus economías al impedir industrias y empleos locales, además de financiar la economía delincuencial.
Se requiere que la Operación Tigre sea ahora un hito de cooperación internacional con el uso de tecnología y medidas operativas adecuadas, respetuosas de las soberanías nacionales. México sufre también, además de las consecuencias centroamericanas, la invasión de mercancía triangulada de origen chino desde Estados Unidos. Y esto debe acabar.
La postura de México y Estados Unidos al aliarse para apoyar el desarrollo centroamericano –el hecho mismo de que esto forme parte de una agenda bilateral– puede significar ahora un punto de entendimiento de los dos países y dar una gran fuerza a sus relaciones y a su prestigio conjunto en los países centroamericanos, necesitados de inversiones, intercambio comercial y cooperación en distintos ámbitos.
Y la Operación Tigre –la cual pretende sobre todo fortalecer a los gobiernos centroamericanos, para evitar así un perjuicio también en América del Norte– puede ser un ejemplo de los beneficios de la alianza entre ambos países, quienes al apoyar y beneficiar con su participación concreta a toda la región centroamericana –dispuesta a ello, como se sabe–, lo estarían haciendo consigo mismos.
El autor es escritor y consultor político mexicano
Las opiniones vertidas en el artículo son propias del autor y no necesariamente representan las opiniones de La Gran Época.
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