Opinión
La Revolución sandinista, que derribó la dictadura de Anastasio Somoza, tuvo en su momento prestigio internacional. Al igual que otras revoluciones en América Latina parecía ser la encarnación del idealismo, todo era muy parecido a los inicios de la Revolución Cubana: los intelectuales, artistas, escritores, poetas le cantaban loas y nadie advertía los gérmenes de una nueva dictadura todavía más tiránica que la del somocismo.
En marzo de 1983, el Papa Juan Pablo II acudió a Nicaragua. En Managua, como parte de sus actividades pastorales, hubo una misa a cielo abierto. En el parque donde se iba a celebrar, el gobierno sandinista colocó retratos de Augusto Sandino, de Karl Marx y de Lenin. El Papa, quien había vivido el comunismo en Polonia, incluida su terrible versión estalinista, vivió una jornada en la que enviados gubernamentales lo interrumpían con consignas.
Un poeta de primer orden, Ernesto Cardenal, le dijo al Papa Juan Pablo II antes de la misa en Managua, que el sandinismo era un “cristianismo revolucionario”, coincidiendo con los cánticos con los cuales se quiso desvirtuar el acto litúrgico: “Entre revolución y cristianismo/ no hay contradicción”.
La respuesta del Papa fue contundente. En su sermón dijo: “Cuídense de los falsos profetas. Se presentan con piel de cordero, pero por dentro son lobos feroces”. Y luego agregaría: “La Iglesia debe estar unida para evitar que Nicaragua sea corrompida por el comunismo impío”.
Había ya tensiones entre los católicos —incluso muchos que apoyaban al sandinismo— y la radicalización del nuevo régimen. Nicaragua iba a vivir una guerra civil entre los Contras y el Sandinismo. Los Contras tuvieron el apoyo soterrado de Estados Unidos. También Edén Pastora, uno de los líderes revolucionarios, se alzaría en armas contra el nuevo régimen por estar en contra de que se imitara el “modelo cubano”.
En elecciones libres, los sandinistas fueron echados del poder democráticamente y Violeta Chamorro, esposa de un mártir bajo la dictadura de Somoza, fue nombrada presidenta. En 1996 el Papa Juan Pablo II regresó al país centroamericano y hubo concentraciones multitudinarias, respetuosas y muy emotivas. La presidenta le entregó una carta al Papa donde aludía a “la noche del sandinismo”.
Pero esa noche regresó todavía más oscura desde 2007, con elecciones en donde se reelige a Daniel Ortega y a su esposa Rosario Murillo, quienes presiden un poderoso clan. Daniel Ortega, con elecciones fingidas y fraudulentas, ha implantado una verdadera dictadura que no duda en ejercer la represión. Su policía política es temible.
Por ejemplo, la población miskita en el Caribe nicaragüense ha sido severamente reprimida, sufriendo despojos de sus tierras, asesinatos, cárcel y, por tal motivo, muchas familias se han visto obligadas a exilarse. La Iglesia católica los ha apoyado y su denuncia sobre la violación de los derechos humanos de los indígenas miskitas, es uno de los motivos de la persecución en su contra.
La consolidación de la dictadura sandinista de Daniel Ortega ha encontrado a la Iglesia católica como un foco de resistencia pacífica. Luego de la brutal represión a las protestas estudiantiles de 2018, con un saldo de más de 300 estudiantes muertos, el régimen acusó de golpista a la Iglesia católica. Rosario Murillo, quien ejerce el poder junto con Daniel Ortega, se dedica a las prácticas de brujería y mantiene un odio anti cristiano muy conocido.
Actualmente se han clausurado 2600 organismos católicos sin fines de lucro, desde radiodifusoras religiosas, orfanatos, escuelas, asociaciones de teólogos y el régimen acentuó el encarcelamiento y expulsión de sacerdotes, llegando incluso a la promoción de turbas que profanan iglesias. Hace unos días, después de estar encarcelado, la dictadura expulsó al obispo Rolando Álvarez y a 15 sacerdotes quienes se han refugiado en el Vaticano.
En octubre de 2023, como un intento de salir del aislamiento internacional, la dictadura de Daniel Ortega acordó múltiples proyectos de infraestructura beneficiosos para China. En diciembre de 2021, Nicaragua rompió con Taiwan. A partir del 1º de enero de este año opera ya el Tratado de Libre Comercio Nicaragua-China. Según observadores internacionales, la influencia estratégica de China en Nicaragua va a fortalecer el autoritarismo del régimen.
La fortuna del dictador sandinista y de su esposa Rosario Murillo es de 2750 millones de dólares, según el economista Enrique Sáenz, y se encubre con fideicomisos de Bancorp y el control de 22 empresas pantalla. Este dato es importante pues la corrupción del régimen sandinista es patente por el desplome de las normas legales y democráticas.
Dos escritores importantes han sido despojados de su nacionalidad por denunciar los abusos de la dictadura: Sergio Ramírez y Giaconda Belli, ambos fueron sandinistas y participaron en su revolución. Hoy están arrepentidos. Aquel gran poeta que se hizo monje, Ernesto Cardenal, quien le dijera al Papa Juan Pablo II: “el sandinismo es cristiano”, murió entristecido porque los dirigentes sandinistas se dedicaron a robar, según dijo al renunciar al Frente Sandinista de Liberación Nacional. No alcanzó a ver la persecución a los cristianos en su país.
Las opiniones expresadas en este artículo son opiniones del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de The Epoch Times.
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