Opinión
Aunque muchos países continúan con los confinamientos por la pandemia del COVID-19, o comienzan lentamente a relajar las restricciones, Australia comenzó a fines de abril a abrir las playas públicas y a relajar las reglas y ha tomado la delantera en los esfuerzos de proteger la vida de sus ciudadanos.
Al 24 de mayo, con una población de 25.7 millones, Australia ha tenido aproximadamente 7110 casos de contagios y 102 muertes como resultado del virus del PCCh (Partido Comunista Chino).
En contraste, al 24 de mayo, Canadá, con 37.9 millones de personas registró más de 84,000 casos y más de 6300 muertes.
A comienzos de abril, el periodista del Financial Times, John Burn-Murdoch, ya había tomado nota: «Australia es un raro ejemplo de un país angloparlante en una suave trayectoria», escribió en un tuit.
Ahora que más negocios están reabriendo y que se están levantando más prohibiciones de viaje interno, está gradualmente regresando algún sentido de normalidad.
Aunque nadie sabe cuándo o cómo terminará la pandemia, es importante reflexionar sobre cómo un país como Australia se las arregló para vencer las probabilidades y qué puede hacer para seguir en curso mientras lidia con los complejos desafíos por delante en todos los sectores de la sociedad.
En este sentido, mucho del éxito de Canberra parece surgir de su vigilancia y acción determinada cuando se trata del régimen comunista chino.
Proteger la seguridad nacional
Una acción clave que ayudó a Australia a contener la propagación del virus fue cerrar la frontera a visitantes de China el 1 de febrero, a pesar de las protestas de Beijing y contra el consejo de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Esta fue la «decisión correcta» y «una de las decisiones más importantes hechas por un gobierno australiano en décadas», dijo el ministro de salud Greg Hunt recientemente a Sky News.
Poco después, el acaparamiento del régimen chino de equipo protector individual en enero y febrero, tal como mascarillas, guantes, batas y desinfectante de mano, produjo escasez a nivel mundial. Australia no fue la excepción. Como reportó previamente The Epoch Times, el régimen ha dirigido su Departamento de Trabajo de Frente Unido a movilizar grupos pro Beijing en el extranjero para que compren grandes cantidades de estos suministros médicos vitales y los envíen a China.
Los medios australianos reportaron ampliamente que Greenland Group y Risland, dos compañías en Australia ligadas a China, enviaron grandes cantidades de equipo protector a China. Según datos del gobierno chino, Beijing acumuló un estimado de 2500 millones de artículos de equipos protectores en solo dos meses.
Canberra anunció rápidamente una prohibición a la exportación no comercial de estos suministros, estipulando multas y tiempos en prisión por violar la prohibición.
Mientras tanto, surgió una preocupación mundial por las adquisiciones extranjeras de empresas en dificultades durante la pandemia, especialmente por parte de estados autoritarios como Beijing, que pueden socavar las cadenas de suministro y la seguridad nacional de los países.
En respuesta, el 29 de marzo, el tesorero de Australia, Josh Frydenberg, anunció cambios a la política de revisión de inversión extranjera del país, requiriendo que cada adquisición extranjera propuesta sea revisada sin importar su valor.
Esto fue para evitar «comportamiento depredadores que no está en el interés nacional» y sería efectiva por «la duración de la actual crisis», dijo.
En coincidencia con esto, los datos del Departamento de Salud de Australia indicaron una notable tendencia a la baja de nuevos casos diarios poco después de ese día, continuando hasta hoy.
Desafiando la coerción
Entonces, a mediados de abril, la ministra del exterior australiana, Marise Payne, pidió una revisión independiente sobre los orígenes de la pandemia, incluyendo el manejo de Beijing del brote inicial en Wuhan. Ella recibió rápidamente el respaldo de la ministra del exterior Penny Wong, seguido del apoyo del primer ministro Scott Morrison y otros.
El régimen chino trató de desacreditar el pedido, acusando a Canberra de politizar la pandemia y advirtiendo que los ciudadanos chinos podrían boicotear Australia en varias áreas como la carne, el vino, el turismo y los estudiantes internacionales.
Cuando Canberra se rehusó a retroceder, Beijing prohibió la importación de carne de cuatro grandes productores australianos e impuso un arancel del 80 por ciento a la cebada australiana.
A pesar de la desinformación y coerción económica de Beijing, Canberra permaneció firme, ganando el apoyo de más de 120 países por una moción copatrocinada que busca una evaluación independiente a la respuesta global al COVID-19, incluyendo la fuente del virus y su ruta de transmisión a humanos. La OMS aprobó la moción en una asamblea virtual el 19 de mayo.
Disuadiendo la interferencia extranjera y el espionaje
La respuesta vigilante de Australia al PCCh durante la pandemia, es consistente con las acciones de Canberra en años recientes que claramente muestran su creciente conciencia de la urgencia y necesidad de resistir las amenazas que representa el régimen comunista.
Estas amenazas no están limitadas a las consecuencias de salud y económicas sino también incluyen importante interferencia política y actividades de espionaje.
En 2016, el primer ministro Malcolm Turnbull comisionó un reporte sobre la extensión de la interferencia extranjera en Australia. El reporte clasificado, fue filtrado a la prensa en 2018, y encontró que el PCCh había estado en la última década intentando influenciar los partidos políticos australianos y las políticas en cada nivel del gobierno.
En respuesta, el gobierno de Turnbull introdujo legislación que prohibió las donaciones extranjeras a candidatos políticos, amplió la definición de actividad de espionaje, y les requirió a quienes trabajan para entidades extranjeras que declaren públicamente para quiénes trabajan.
Australia fue también uno de los primeros países en prohibir Huawei de sus redes 5G alegando seguridad nacional. En 2018, Canberra bloqueó que Huawei le proveyera tecnología 5G a Australia, mientras que al mismo tiempo prohibió a ZTE, otra compañía tecnológica china.
«El asunto fundamental es uno de confianza entre naciones en el ciberespacio», escribió en un artículo de opinión de enero, Simeon Gilding, senior fellow del Instituto de Políticas Estratégicas Australianas (ASPI).
«En la última década, el Partido Comunista Chino ha destruido la confianza mediante su indiscriminada y extensa infiltración en las redes extranjeras y su determinación de dirigir y controlar las compañías tecnológicas chinas», agregó Gilding, quien hasta diciembre de 2019, encabezaba las señales de inteligencia y de cibermisones ofensivas del Directorio de Señales australiano.
Debido a la preocupación por ciberataques con origen en China, Australia ya ha excluido a Huawei de una licitación por un proyecto para construir la red nacional de banda ancha del país en 2012.
«Buscar más opciones de comercio», «buscar amigos de verdad»
La vigilancia de Canberra, combinada con una acción informada y a tiempo contra el PCCh, podría bien haber sido el factor más importante que contribuyó al resultado, hasta ahora mucho mejor de lo esperado, que tuvo Australia durante la pandemia. También atestigua la clase de dirección y política sólida hacia China que probablemente continúe sirviendo bien al país en los críticos tiempos por delante.
En este contexto, hay un respaldo bipartidista y un amplio apoyo del público a las decisiones de Canberra incluyendo la prohibición de Huawei y su liderazgo en exigir una investigación global a la pandemia. Y el uso abierto de la coerción y desinformación ha dañado su propia imagen y ha ayudado a alertar a los australianos sobre la grave amenaza que representa.
«Manejar las relaciones con una China intransigente requiere paciencia, consistencia y firmeza australiana sobre las políticas a largo plazo», escribió Richard Maude, director ejecutivo de políticas de Asia Society Australia, en un artículo de mayo. Maude es también el exsubsecretario australiano de asuntos extranjeros y comercio.
«La tarea es más difícil porque China realiza cada vez más su diplomacia de una manera en la que nunca aceptaría de otros. Eso disminuye a China pero es la naturaleza del poder autoritario».
Vicky Xiuzhong Xu, analista de ASPI, escribió en un artículo de opinión que «Australia no debe bajar la cabeza a China sino buscar opciones de mercado más amplias» y «buscar nuestros amigos de verdad».
En su artículo, publicado por el Sydney Morning Herald el 21 de mayo, Xu le aconsejó formar una fuerte alianza con naciones de igual mentalidad y pensar en reducir a largo plazo su dependencia con China para permitir sobrepasar mejor las tácticas de Beijing.
Sostener los valores, fortalecidos por la fe
Una encuesta realizada en la tercer semana de mayo muestra que el 79 por ciento de los australianos creen que el país está respondiendo a la pandemia a un nivel apropiado y el 67 por ciento cree que el gobierno está haciendo un trabajo «bueno» o «excelente». A pesar de la preocupación por la economía y los empleos, «los australianos continúan teniendo fuerte fe en la actuación y acciones del gobierno», mostró la encuesta.
A su vez, el primer ministro de Australia tiene fuerte fe en su creencia espiritual. En un video publicado en marzo en el sitio web Eternity News, Morrison reza una plegaria para su país y su gente como también para sus colegas del gobierno.
Él oró a Dios que «nos de la fuerza en este país, nos de la sabiduría, nos de el juicio, nos de el aliento, y nos permita que reine su paz».
Morrison también declaró que Australia nunca «intercambiaría nuestros valores» y que haría tratos con otros países «de forma justa y honesta y abiertamente», reportó The Guardian en mayo.
«Siempre hemos sido independientes (…) y siempre permaneceremos firmes cuando se trata de cosas en las que creemos y en los valores que sostenemos», dijo.
Las opiniones expresadas en este artículos son la opinión del autor y no reflejan necesariamente la opinión de The Epoch Times.
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