Comentario
Como han señalado muchos observadores, los problemas económicos, financieros, étnicos y los disturbios civiles a los que se enfrenta China son graves y cada vez mayores. ¿Cómo manejará Beijing estos desafíos internos?
Eso está por verse. Pero si la expansión militar de China es un indicio, los líderes del Partido Comunista Chino (PCCh) pueden verse tentados a «externalizar o exteriorizar» estas dificultades enfrentando el dominio estadounidense en la región. De hecho, con respecto a Taiwán, la reunificación forzada ya fue declarada clara y públicamente por Beijing.
La era de seguridad de la posguerra ha terminado
Con el lanzamiento el mes pasado de su más reciente portaaviones, el Shandong, está quedando claro que China está jugando un papel más que importante en el futuro de la región de Asia-Pacífico, y específicamente en el Mar del Sur de China. Se están acercando cada vez más para alcanzar su objetivo.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la región de Asia-Pacífico solo ha confiado en el dominio naval estadounidense para mantener abiertas las vías marítimas. De igual manera, el poder naval estadounidense ha sido clave para la seguridad de Taiwán -así como la de Japón- contra la belicosidad de China. La inigualable presencia naval estadounidense ha llevado a un vital y próspero transporte marítimo hacia y desde Asia al resto del mundo durante varias décadas.
Pero esa era está terminando.
La creciente proyección de poder de Beijing
Hoy en día, la incursión de China con una presencia naval estratégica está desafiando directamente la política exterior y las alianzas militares de Estados Unidos en la región. Al socavar la capacidad de Estados Unidos para disuadir y de defensa de su ahora formidable poder naval, China está amenazando la viabilidad de los acuerdos de seguridad de Estados Unidos tanto con Japón como con Taiwán y, por extensión, incluso con Australia.
Con dos portaaviones en funcionamiento, China se une al club junto a Estados Unidos y al Reino Unido como las únicas naciones en la tierra con múltiples portaaviones desplegados. Este es un logro significativo y estratégico que no debe ser subestimado. China tiene ahora la capacidad de proyectar un poder militar muy considerable en toda la región, extendiéndose hacia el norte hasta el Mar de Japón y, por supuesto, mucho más cerca de su hogar en el Estrecho de Taiwán.
Aumento de la inestabilidad
Pero no es solo el último portaaviones de China el que está desestabilizando el statu quo regional. En octubre, China presentó vehículos aéreos no tripulados avanzados (AUV), misiles de crucero anti-buque y nuevas versiones de sus sistemas de misiles hipersónicos anti portaaviones. Todos estos sistemas de armas tienen por objeto neutralizar cualquier ventaja naval que Estados Unidos puedan aportar a la región.
El Dongfeng -21D (DF-21D), por ejemplo, llamado de manera provocativa «el asesino de los portaaviones» en referencia, por supuesto, a los grupos de portaaviones estadounidenses que operan en la región. Puede atacar a los buques de guerra estadounidenses dentro de un rango de 1500 kilómetros (932 millas). El misil de mediano alcance, igualmente de manera provocativa, apodado «el asesino de Guam», se refiere a su capacidad de alcanzar la isla de Guam en el Pacífico Sur que cuenta con una gran presencia militar estadounidense.
Pero aún más desestabilizador es el DF-17 de China, un misil hipersónico con la capacidad anunciada de realizar maniobras evasivas mientras viaja a varias veces la velocidad del sonido. Esto haría difícil, si no imposible, que los actuales sistemas de defensa con misiles de Estados Unidos fueran eficaces contra él.
Siendo el portaaviones la fuerza de China, el desarrollo y el despliegue de estas armas aumentan el riesgo de tener una confrontación, especialmente de parte de Beijing. Las implicaciones geopolíticas y militares para la región son claras: las garantías de defensa de Estados Unidos ya no son indiscutibles. De hecho, en la mente de algunos aliados, como Japón, ya están en peligro:
«Existe la posibilidad de que si no adquirimos un sistema de defensa contra misiles balísticos más sofisticado, será imposible que tanto Estados Unidos como Japón respondan», dijo Nozomu Yoshitomi, profesor de la Universidad de Nihon en Japón y exgeneral de la Fuerza de Autodefensa Terrestre de Japón.
Beijing se mueve contra el poderío de EE.UU. en todos los frentes
Tales dudas sobre la capacidad de Estados Unidos para defender a sus aliados en la región tienen implicaciones de gran alcance. Ya han tenido un impacto en la forma en que Estados Unidos se comporta en la región, con cambios en las maniobras navales de Estados Unidos que reflejan esta realidad. Claramente, la estrategia de China es romper las alianzas existentes de Estados Unidos y forzar un realineamiento estratégico en toda la región. Beijing quiere que toda la región de Asia-Pacífico se aleje de las garantías de seguridad estadounidenses y reconozca la indiscutible hegemonía china.
Estos avances militares son componentes clave de los planes estratégicos a largo plazo de China. Pero los planes de Beijing comenzaron a materializarse años antes con su anexión ilegal y la militarización de las islas Spratly en el Mar del Sur de China. Ahora, una base aérea militar de avanzada, esto también, está diseñada para socavar el poder militar y diplomático de Estados Unidos.
Pero también hay ventajas económicas para explotar. Beijing ha exigido que las islas Spratly extiendan la Zona Económica Exclusiva (ZEE) de China hasta 200 millas más allá del Mar del Sur de China. Esto no solo ignora los reclamos de las naciones vecinas sobre las islas, sino que niega los derechos de pesca en esas aguas. Además, Beijing también está abogando para que las naciones tengan control sobre cualquier operación militar en la ZEE de 200 millas de cualquier nación en un intento de frenar la influencia naval y militar estadounidense en todo el mundo.
Por lo tanto, la resistencia de China contra Estados Unidos en la región es tanto estratégica como táctica en términos militares, así como un activo en los frentes diplomático y económico. Pero ninguno de estos acontecimientos ayudan a resolver los problemas que el PCCh enfrenta en casa. Como suelen hacer las naciones, China puede recurrir a la intervención extranjera para desviar la atención hacia esos desafíos internos.
¿Usará Beijing la fuerza contra Taiwán, o solo una manifiesta amenaza de la fuerza?
¿Exteriorizando sus problemas?
Esto no es algo exagerado. Tenga en cuenta que el Partido Comunista es una minoría muy pequeña en China, y que está bajo crecientes presiones con las que le resulta difícil lidiar. Los cimientos de la legitimidad del Partido —un creciente nivel de vida para una clase media en expansión— se están empezando a fracturar. Con la inflación de los alimentos, el creciente desempleo, la persistente y extendida corrupción y una impía contaminación, entre otros problemas, las grietas del descontento social en China se están extendiendo.
Al mismo tiempo, el menú de opciones del Partido para la solución de sus problemas se está reduciendo. Es más, eligiendo opciones equivocadas solo empeorará su situación.
A medida que las condiciones continúan deteriorándose, China podría verse tentada a adoptar un comportamiento que implique un muy alto riesgo.
De hecho, ya lo ha hecho.
¿Cómo responderá Estados Unidos?
James Gorrie es un escritor y conferencista que reside en el sur de California. Es el autor de «La crisis de China».
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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