Estados Unidos de América es grande gracias a sus derechos constitucionales y a un sistema de justicia que tradicionalmente ha protegido a los ciudadanos de las extralimitaciones del gobierno.
Sin embargo, el principio de igualdad ante la justicia ha sufrido un duro golpe en los últimos años.
La redada sin precedentes del FBI en la casa de un expresidente ha llevado a los estadounidenses a temer lo que podría pasar a continuación.
Si un político de la oposición que ha indicado que volverá a postularse a un cargo puede ser objeto de este tipo de ataques por parte de los agentes federales, ¿qué pasa con los ciudadanos comunes?
La redada contra Trump se produce después de que el Departamento de Justicia investigara durante años la colusión con Rusia. Esa investigación concluyó sin encontrar pruebas de irregularidades. Pero las indagaciones sobre el origen de la investigación expusieron una operación tendenciosa basada en mentiras financiadas por un oponente político.
Las cuestiones que plantean estos incidentes van más allá de la política. Tocan el núcleo de lo que representa Estados Unidos.
Estados Unidos es el estandarte de los derechos fundamentales. Un sistema de justicia funcional nos diferencia de los regímenes dictatoriales.
La redada contra Trump, basada en acusaciones en torno a su manejo de documentos gubernamentales –que él como presidente tenía la autoridad para desclasificar– ha dividido aún más al país.
Si el objetivo de una redada politizada era reducir el apoyo al expresidente, parece haber tenido el efecto contrario. A raíz de la redada, se realizaron protestas en todo el país. Incluso quienes se oponen políticamente a Trump han condenado el allanamiento.
Mientras tanto, anticipándose a las investigaciones del Congreso en caso de que la mayoría cambie este noviembre, los legisladores republicanos han pedido a las autoridades del FBI y del Departamento de Justicia que conserven los registros relacionados con la redada.
En medio de la controversia, nuestra nación enfrenta enormes amenazas externas. El Partido Comunista Chino (PCCh) trabaja incesantemente hacia su objetivo declarado de destruir a Estados Unidos.
Aunque recientemente el FBI ha iniciado –apropiadamente– casos e investigaciones contra agentes del PCCh que operan en suelo estadounidense, la agencia está perdiendo ahora la confianza de decenas de millones de personas.
No es ningún secreto que grupos comunistas, tanto nacionales como internacionales, han tratado durante décadas de infiltrarse en todas las instituciones estadounidenses con el objetivo de socavar la nación desde dentro. El libro «Cómo el espectro del comunismo rige nuestro mundo», publicado por The Epoch Times, describe esto en gran detalle.
Estados Unidos necesita ser fuerte para enfrentar esta amenaza. Para ser fuertes necesitamos sanar nuestras divisiones internas. Una mayor politización de las agencias federales consigue el efecto contrario.
¿Cómo avanzamos como país cuando el Estado de Derecho parece aplicarse de forma desigual, haciendo que la confianza en las instituciones se desvanezca?
La impresión de que la política corrompe la toma de decisiones de los fiscales es una trayectoria peligrosa para Estados Unidos y para el mundo.
La luz del sol es el mejor desinfectante. Como punto de partida, el gobierno debería ser totalmente transparente sobre la redada de Mar-a-Lago. Una divulgación completa sería un paso en la dirección correcta, que ayudaría a calmar los ánimos de la nación.
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