Las próximas elecciones presidenciales de Brasil están programadas para el 2 de octubre, este domingo. Muchos sectores de los medios han acusado al actual candidato presidencial, Jair Bolsonaro, de representar una amenaza para la democracia de Brasil. De hecho, los medios occidentales lo describen ampliamente como un «fascista» o un tirano.
Por el contrario, los informes de los medios, especialmente los medios extranjeros, describen con suavidad al candidato de la oposición, el expresidente Lula da Silva; lo enmarcan simplemente como un “izquierdista” o un “liberal”.
Entonces, ¿Qué tiene de malo este tipo de narrativa?
Luis Inácio Lula da Silva, más conocido simplemente como “Lula”, es el candidato de izquierda en esta elección presidencial. Fue presidente de Brasil de 2003 a 2011. Durante este período, fue el líder de un gobierno notoriamente corrupto que empleó a miles de miembros de su propio partido, el Partido de los Trabajadores, en la maquinaria estatal.
Uno de esos miembros del partido, Marco Aurélio García, fue contratado por el entonces presidente Lula para ser su asesor de asuntos exteriores. García expresó abiertamente su deseo de establecer el comunismo en Brasil.
En un artículo escrito para celebrar el aniversario del “Manifiesto Comunista” de Karl Marx, García concluyó: “La agenda es clara. Si el horizonte que buscamos todavía se llama comunismo, es hora de reconstituirlo”.
Como una forma de “reconstituir” el comunismo, Lula y sus colegas del Partido de los Trabajadores crearon en 1990 una organización llamada Foro de São Paulo (FSP) para luchar contra los “efectos negativos” que tuvo sobre el comunismo el desmantelamiento de la Unión Soviética. En 2004, sus organizadores declararon que el principal objetivo de la FSP era: “Compensar nuestras pérdidas en Europa del Este con nuestras victorias en América Latina”.
Los fuertes lazos de Lula con los movimientos comunistas
Lula fue el primer presidente del FSP y durante su presidencia asistieron delegados de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), las guerrillas TUPAC-AMARU de Perú, las guerrillas MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) de Chile, la separatista vasca ETA de España y el Ejército de la República Irlandesa (IRA). El Departamento de Estado de Estados Unidos considera que todos esas son organizaciones terroristas.
El difunto Dr. Constantine Menges, exoficial de inteligencia de la CIA, comentó:
«[Lula da Silva] ha sido un patrocinador del terrorismo internacional porque estas reuniones anuales [del FSP] son utilizadas por las organizaciones terroristas y radicales antiestadounidenses para coordinar sus planes con el propósito de tomar el poder en sus respectivos países y para planificar acciones contra Estados Unidos».
Durante la presidencia de Lula, su gobierno incluso fue acusado de recibir dinero ilegal del régimen comunista de Cuba.
Según informó la revista Veja, el 2 de noviembre de 2005, un ciudadano cubano de nombre Sergio Certantes, diplomático radicado en la ciudad capital de Brasilia, aparentemente envió USD 3 millones por avión a Brasil en dos cajas que contenían whisky Johnnie Walker y una caja que contenía ron cubano.
La historia al principio parece un poco surrealista, pero si se mira más de cerca, es rica en detalles y ha sido respaldada por otras fuentes de información. Además, el cerebro de la generación política que llegó al poder durante la presidencia de Lula, José Dirceu, fue un terrorista de izquierda que trabajó y estudió en Cuba hasta 1975. Fue el artífice de la elección de Lula como presidente y viajaba a menudo a Cuba por cuenta e invitación personal de Fidel Castro.
Un aliado tradicional del Partido de los Trabajadores, y actual partidario de la candidatura presidencial de Lula, es el Partido Comunista de Brasil. Este partido fue creado en 1958 como resultado de una escisión dentro del Partido Comunista Brasileño luego de las denuncias del líder soviético, Nikita Khrushchev, sobre las atrocidades genocidas de Joseph Stalin.
En una carta abierta a ese líder soviético, miembros de este partido protestaron contra su agenda “revisionista” y luego decidieron alinearse con el maoísmo y, en particular, con el Partido Comunista Chino (PCCh).
Según Lucas Ribeiro, un periodista brasileño, la noción de que Lula es un “moderado” es completamente absurda y carece de evidencia práctica. Como él señala, el partido de Lula no oculta su identidad comunista, y sus eventos exhiben con orgullo la “Internacional Socialista” y la bandera roja con un símbolo comunista estampado, la estrella roja como símbolo oficial del partido.
No hace falta decir que Lula apoya abiertamente las dictaduras socialistas, no solo en América Latina sino también en todo el mundo.
“Esto disipa por completo cualquier suposición de que Lula es realmente un moderado”, dice Ribeiro.
De hecho, según Frei Betto, uno de los amigos más cercanos de Lula, su fracaso en la presidencia fue no ser lo suficientemente radical. Si vuelve a estar en el poder, no debe ignorar los “horizontes revolucionarios” y nunca permitirse “competir en igualdad de condiciones con la derecha”.
Los brasileños simplemente no pueden desarrollar una democracia normal en un entorno político como este.
Bolsonaro es un defensor de la democracia, no una amenaza
Pero los brasileños sí tienen la oportunidad de reelegir a su actual presidente, Bolsonaro, quien ha pasado gran parte de su tiempo en el cargo tratando de eliminar la corrupción arraigada.
De hecho, su postura sobre la corrupción le ha valido a Bolsonoro un enorme apoyo popular. El 7 de septiembre, día del 200 aniversario de la Independencia de la nación, millones de brasileños salieron a las calles para demostrar su apoyo a Bolsonaro y a su gobierno conservador.
Por supuesto, hay otras razones por las que los brasileños apoyan y deberían apoyar a su presidente. Bolsonaro redujo el tamaño de un estado ineficiente y corrupto y redujo drásticamente la carga fiscal en Brasil.
Su lema electoral, “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”, funciona como una combinación de patriotismo y reconocimiento de Dios como el máximo gobernante y proveedor de la nación.
Como era de esperarse, esta creencia en Dios es lo que enoja especialmente a las élites seculares y las motiva a atacar aún más al presidente brasileño. Los medios de comunicación, tanto nacionales como internacionales, presentan con bastante frecuencia su inminente reelección como una gran amenaza para la democracia en Brasil cuando tal amenaza, en realidad, proviene de su propio candidato izquierdista favorito.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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