Dakar, 12 jul (EFE).— En tiendas minoristas de toda China se venden muebles de lujo que, fabricados en una madera de tono rojizo oscuro, imitan el estilo antiguo. Su demanda comenzó a crecer a principios de los años 2000, con el aumento de la clase media en el país asiático, y alentó la tala ilegal de los bosques en África.
Esa madera es palisandro, también conocido como palo rosa o hongmu, y tras diezmarla en el sudeste asiático y América Latina, China la obtiene de África, donde entre 2010 y 2015 crecieron más de 1000 veces las exportaciones de ese recurso en su región occidental, convirtiéndola en líder de producción, según datos de la ONG británica Agencia de Investigación Ambiental (EIA).
«A nivel político pedí que se pensara en un mensaje para que China prohibiera la importación de madera de los países sahelianos porque no tenemos bosques, tenemos el desierto en el norte que se nos viene encima», explica a Efe Haïdar El Ali, uno de los ecologistas más influyentes de África occidental, exministro senegalés de Medio Ambiente y actual director de la Agencia de la Reforestación de su país.
África exporta hasta el 75 por ciento de su madera a China
Comenzaron por Madagascar, Estado insular con una rica biodiversidad y hogar de toda la población mundial de lemures, pero cuando se agotó continuaron por Gambia, luego Benín, Costa de Marfil y Ghana y, tras volverse a agotar, siguieron en Nigeria.
«En cuestión de meses, el país pasó de ser un importador neto de madera a ser el mayor exportador de palo rosa del mundo y uno de los mayores exportadores de madera del continente», explica la EIA en un informe en el que señala que, entre enero de 2014 y junio de 2017, viajaban diariamente unos 5600 troncos de Nigeria a China.
La relación maderera entre el gigante asiático y el continente africano está clara. China es el mayor importador mundial de madera y el mayor exportador de productos fabricados con ese material.
El Instituto Internacional para el Medio Ambiente y el Desarrollo (IIED) de Londres estima que África exporta hasta el 75 por ciento de su madera al gigante asiático.
Pero esto ocurre en un contexto en el que entre el 15 por ciento y el 30 por ciento de toda la madera comercializada a nivel mundial se ha obtenido de manera ilegal, según un informe publicado en 2016 por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y la Interpol.
Investigaciones de distintas organizaciones demuestran cómo una parte significativa de las maderas africanas apreciadas en el mercado internacional, como el palo rosa, el ébano o el ocume, se han obtenido de manera ilegal.
Ese fenómeno ha provocado tanto la sobreexplotación de los bosques como la aceleración de la desertificación, sin que los beneficios repercutan en las poblaciones locales.
La cuenca del Congo, segundo bosque tropical más grande
Según la última evaluación de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) sobre los recursos forestales mundiales, «África tuvo la mayor tasa anual de pérdida neta de bosques en el periodo 2010-2020, con 3.9 millones de hectáreas».
«La principal causa de deforestación (en África) es la agricultura itinerante de roza y quema, pero también tenemos la exploración artesanal, la minera y la explotación forestal industrial que no respeta un plan de gestión y causa numerosos daños», comenta a Efe Kendie Kenmoe, asistente técnico de África central y occidental del Instituto de Recursos Mundiales (WRI) de Washington.
La cuenca del Congo, que abarca seis países y representa más del 90 por ciento de las selvas tropicales de África, alberca el segundo bosque tropical más grande del mundo después del Amazonas.
A pesar de que está entre los más intactos de los trópicos, se están intensificando las amenazas, como la minería descontrolada, la creciente conversión de los bosques en productos de exportación, el desarrollo de infraestructuras o la tala comercial insostenible.
Son Gabón y República del Congo los dos países que representan casi el 60 por ciento de la superficie asignada a las concesiones madereras de la cuenca del Congo. Abarcan casi 50 millones de hectáreas, de las cuales 1.5 millones son administradas por Dejia Group, uno de los grupos madereros chinos más influyentes de África.
Según una investigación llevada a cabo durante cuatro años por la EIA, esta empresa superó su cuota de exportación de troncos congoleños de ocume entre 2013 y 2016 y evitó el pago de entre 3 y 6.7 millones de dólares anuales en impuestos.
La web de monitoreo de bosques Global Forest Watch sostiene que «varios países de la cuenca del Congo vieron continuar o empeorar la pérdida de bosques primarios en 2019, incluida la República Democrática del Congo».
«En los densos bosques de la cuenca del Congo, la tala ilegal es uno de los principales impulsores de la deforestación», asegura a Efe Kidan Araya, coordinadora de la campaña de EIA en África.
Funcionarios, ministros y grupos armados
Se trata de delitos impunes en los que se pagan sobornos a funcionarios públicos y a responsables de la toma de decisiones, incluidos ministros.
Esta organización estima que unos 1.6 millones de palisandros se talaron ilegalmente en Senegal, se introdujeron en Gambia entre junio de 2012 y abril de 2020 y, en ese tráfico, «parece que Lamin Dibba, el ministro gambiano de Medio Ambiente, es una figura clave».
«Senegal y su bosque no tienen capacidad para soportar ese tráfico, África del oeste tampoco, ni incluso todo el continente africano porque la demanda china es enorme», advierte El Ali.
El tráfico ilegal de madera también beneficia a grupos armados, como el independentista Movimiento de Fuerzas Democráticas de Casamance, en el sur de Senegal, para quienes sería «la principal fuente de ingresos»; o incluso el grupo yihadista Boko Haram, en Nigeria.
«¡A quién le importa de dónde vienen! Mientras los troncos sean de calidad, estamos bien», declaró un exportador chino a un investigador encubierto de la EIA sobre la madera que se obtenía en territorio controlado por Boko Haram, que «podría haberse beneficiado del comercio».
Por María Rodríguez
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