Opinión
Desde hace casi dos décadas, han surgido acusaciones de sustracción de órganos en la China comunista. Hoy en día, se estima que el comercio de trasplantes de órganos en China es una industria de mil millones de dólares, supuestamente alimentada por la explotación de «prisioneros de conciencia».
Tras llevar a cabo una investigación, un Tribunal sobre China, internacional e independiente, compuesto por siete miembros, emitió una sentencia en diciembre de 2018. La sentencia concluía: «Los miembros del Tribunal tienen la certeza —unánime, y segura más allá de toda duda razonable— de que en China se ha estado practicando la sustracción forzada de órganos de presos de conciencia durante un periodo de tiempo considerable que ha implicado a un número muy importante de víctimas».
La industria de los trasplantes de órganos en China comenzó a aumentar de forma espectacular en el año 2000. Cientos de hospitales ofrecían trasplantes, miles de cirujanos especializados en trasplantes recibían formación, la investigación sobre trasplantes la realizaban los militares y la industria de los inmunosupresores estaba subvencionada por el Estado.
Mientras que los pacientes de la mayoría de los países occidentales esperan meses o incluso años para un trasplante de órganos, los tiempos de espera para un procedimiento en China han sido tan cortos como semanas, días o incluso horas.
En un principio, las autoridades chinas alegaron que los donantes voluntarios permitían el aumento de decenas de miles de procedimientos anuales. Cuando esa explicación no fue suficiente, los funcionarios afirmaron que los presos condenados a muerte eran la fuente de órganos. Más tarde, en 2015, China volvió a dar un giro de 180 grados, dejando supuestamente de utilizar a los presos para obtener órganos y, a partir de entonces, se jactó de tener el «mayor sistema de donación voluntaria de órganos de Asia».
Independientemente de las variadas explicaciones oficiales de la China comunista, los reportes indican que las cifras simplemente no cuadran. Una investigación publicada en la revista BMC Medical Ethics descubrió la «falsificación y manipulación sistemática de los conjuntos de datos oficiales sobre trasplantes de órganos». Oficialmente, en 2018, China solo tenía 6000 donantes de órganos oficiales que supuestamente proporcionaron más de 18,000 órganos.
Sin embargo, los investigadores descubrieron que estas cifras fueron «fácilmente superadas» al examinar algunos hospitales de China. Los autores de «Cosecha sangrienta/La matanza: Una actualización» confirmaron que más de 700 hospitales de China realizan trasplantes de hígado y riñón, mientras que solo el Primer Centro de Tianjin lleva a cabo más de 6000 trasplantes al año. Los expertos estimaron además que en los hospitales de China se realizan entre 60,000 y 100,000 procedimientos de trasplante de órganos al año.
Además, según un informe de Victims of Communism Memorial Foundation de 2020 elaborado por Matthew Robertson, desde el año 2000 las ejecuciones en el corredor de la muerte han disminuido en la China comunista, mientras que los trasplantes «a demanda» han aumentado.
Robertson escribe: «La única explicación plausible que queda para una parte sustancial del abastecimiento de órganos desde el año 2000 son los presos de conciencia».
Tanto Robertson como el Tribunal sobre China llegaron a conclusiones similares en relación con la selección de presos de conciencia para obtener sus órganos. La sentencia del Tribunal confirmó que los practicantes de Falun Gong son una de las principales fuentes de órganos. Además, basándose en la magnitud de la reciente persecución y en las pruebas médicas realizadas en Xinjiang, existen pruebas que sugieren que los uigures son objeto de sustracción de órganos.
En Xinjiang, se calcula que entre 1.8 y 3 millones de uigures y otras minorías étnicas predominantemente musulmanas han sido encarcelados a la fuerza en los llamados campos de reeducación. Los supervivientes han aportado numerosos testimonios y pruebas de los horrores vividos en los campos, lo que ha llevado a Estados Unidos a declarar el genocidio en enero de 2021.
Los supervivientes de los campos denunciaron haber sido sometidos a exámenes físicos involuntarios, como análisis de sangre, radiografías, ultrasonidos y pruebas de ADN. Según una declaración del Tribunal, «los expertos informan que la única explicación razonable para estos exámenes era asegurarse de que los órganos de las víctimas estaban sanos y eran aptos para trasplantes». También se ha reportado que los cuerpos de los fallecidos que han sido devueltos a las familias desde los campos tenían puntos visibles en zonas donde se encontraban los órganos, como los riñones.
Otra superviviente, Sayragul Sauytbay, que fue encarcelada como profesora, huyó de Xinjiang y fue galardonada como Mujer Internacional del Valor por el exsecretario de Estado estadounidense Mike Pompeo. En su libro «The Chief Witness: Escape from China’s Modern-Day Concentration Camps», describió que reclusas jóvenes y sanas con expedientes médicos marcados con una X roja eran llevadas inexplicablemente por los guardias. «Era simplemente un hecho que el Partido tomaba los órganos de los prisioneros», escribió.
Los numerosos reportes y testimonios de investigadores, sobrevivientes y activistas son extremadamente preocupantes. Hay que tomar medidas. En marzo, el Congreso de Estados Unidos reintrodujo una legislación bicameral y bipartidista para combatir este horrible mal. La Ley para Poner Fin a la Sustracción Forzada de Órganos exigirá la presentación de informes anuales sobre la sustracción forzada de órganos, autorizará al gobierno de Estados Unidos a denegar o revocar los pasaportes a quienes compren órganos de forma ilícita y sancionará a quienes se dediquen a la sustracción forzada de órganos.
La Ley para Poner Fin a la Sustracción Forzada de Órganos sacará a la luz las crueldades de la sustracción forzada de órganos y hará que los autores respondan de sus actos.
Lo animamos a que se ponga en contacto con su representante en el Congreso y exija que la Ley para Poner Fin a la Sustracción Forzada de Órganos sea promulgada. Puede salvar vidas inocentes.
De Gingrich360.com.
Newt Gingrich, republicano, fue presidente de la Cámara de Representantes de 1995 a 1999 y se presentó como candidato presidencial en 2012.
Callista Louise Gingrich es una empresaria, autora, productora de documentales y diplomática que fue embajadora de Estados Unidos ante la Santa Sede de 2017 a 2021.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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