Opinión
«Los enemigos desde dentro son más peligrosos para mí que los enemigos externos», dijo el candidato presidencial republicano Donald J. Trump, en un mitin en Wildwood, Nueva Jersey, el 11 de mayo de 2024.
En un evento celebrado en Springfield, Illinois, unos 20 años antes de la Guerra Civil estadounidense, Abraham Lincoln pronunció un mensaje profético a sus conciudadanos: «¿En qué momento entonces cabe esperar que se acerque el peligro? Respondo que si alguna vez nos alcanza, debe surgir entre nosotros. No puede venir desde el extranjero. Si la destrucción es nuestra suerte, debemos ser nosotros mismos su autor y su consumador. Como nación de hombres libres, debemos vivir a través de todos los tiempos, o morir por suicidio».
Se dice que el discurso es el origen de la popular cita atribuida erróneamente a Lincoln: «Estados Unidos nunca será destruida desde afuera. Si flaqueamos y perdemos nuestras libertades, será porque nos destruimos a nosotros mismos».
Si bien estas no fueron las palabras exactas de Lincoln, la mayoría de los estadounidenses entienden que los presidentes 16º y el 45º de los Estados Unidos estaban preocupados por lo mismo: la potencial destrucción de su nación.
La historia ha demostrado que la discordia interna puede ser tan peligrosa para un país soberano como un agresor extranjero.
Una historia de traición
En 2013, la escritora estadounidense Diana West publicó «American Betrayal: The secret Assault on Our Nation’s Character». Su libro inició un importante debate sobre la historia moderna de la República estadounidense.
La Sra. West sostuvo que el 16 de noviembre de 1933 fue el comienzo de un largo ataque a la seguridad de la democracia estadounidense. Fue la fecha en que el presidente demócrata Franklin Delano Roosevelt decidió normalizar las relaciones con el régimen comunista asesino conocido como Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La fatídica decisión de Roosevelt abrió las puertas de Estados Unidos a una invasión sin precedentes de militantes marxistas, espías comunistas y compañeros de viaje nacionales.
En las décadas siguientes, académicos, periodistas, novelistas, artistas y animadores progresistas celebraron los ideales socialistas de la Revolución bolchevique. Según la Sra. West, incluso los empresarios estadounidenses estaban «ansiosos por comprarle su cuerda a Lenin».
Las opiniones de la Sra. West sobre la influencia de los ideólogos comunistas en la política estadounidense fueron ridiculizadas por algunas de las figuras literarias más notables de Estados Unidos y Canadá.
Otros eruditos valientes salieron en su defensa.
Uno de ellos fue el fallecido Vladimir Bukovsky, un escritor y activista de derechos humanos nacido en Rusia que pasó 12 años en hospitales psiquiátricos, prisiones y campos de trabajo soviéticos durante la era de Brezhnev. Otro fue Pavel Stroilov, un exiliado cristiano ruso que huyó al Reino Unido después de que sus investigaciones académicas pusieran en peligro su vida y su libertad.
En un artículo para Breitbart News en noviembre de 2013, Bukovsky y Stroilov insistieron en que el libro de Diana West haría historia. Ambos coincidieron en que, a pesar del colapso de la Unión Soviética y la desintegración del Pacto de Varsovia en 1989, Estados Unidos nunca ganó realmente la Guerra Fría.
Al igual que la Sra. West, afirmaron que el conflicto entre Estados Unidos y la URSS fue algo más que un enfrentamiento militar.
«Fue una guerra ideológica librada por la utopía totalitaria del socialismo contra nuestra civilización; y a ese nivel, la visión más optimista es que aún continúa. La Unión Soviética desapareció, pero Rusia sigue gobernada por una junta de oficiales de la Gestapo; China sigue gobernada por el Partido Comunista; y el mundo occidental está gobernado por marxistas y mencheviques encubiertos, que nos imponen otra versión de la misma utopía socialista», escribieron.
Basándose en copiosas investigaciónes y experiencias, de la Sra. West, el Sr. Bukovsky y el Sr. Stroilov demostraron que fue una élite intelectual estadounidense la que entregó a Estados Unidos a la cultura socialista adversaria. La capitulación de la clase dirigente estadounidense ante la izquierda global condujo a una ocupación completa de las instituciones estadounidenses y a la corrupción definitiva del mundo libre.
Pocos académicos han dado mejores explicaciones del precipitado declive de la democracia occidental en el siglo XXI.
La traición de los intelectuales
Durante más de 150 años después de la firma de la Constitución de Estados Unidos, los estadounidenses consideraron su nación como un faro de libertad y un modelo de democracia representativa.
En las primeras décadas del siglo XIX, el filósofo político francés Alexis de Tocqueville elogio mucho a Estados Unidos, sus ciudadanos y sus instituciones cívicas.
Tras abolir la esclavitud, Abraham Lincoln identificó la República de Estados Unidos como: «un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo».
Los estadounidenses desarrollaron instituciones civiles insuperables. En 1964, la Ley de Derechos Civiles amplió las promesas fundacionales de Estados Unidos a todos sus ciudadanos.
La izquierda woke de hoy está destruyendo el legado de Estados Unidos. Si bien afirman preocuparse por la «democracia», en realidad les preocupa perder su propio poder. Vieron cómo funcionó la democracia real en 2016 y no quieren más.
Los ciudadanos estadounidenses comunes y corrientes son víctimas de lo que el filósofo francés Julien Benda llamó en su día «La Trahison des Clercs» (La traición de los intelectuales).
Benda condenó a las élites europeas de principios del siglo XX que hacían apología del imperialismo agresivo, el poder militar y la discriminación racial. Las élites que hoy traicionan a Estados Unidos son defensoras del globalismo agresivo, el poder tecnocrático y la discriminación racial a la inversa.
Tanto Benda como West afirmaron que las sociedades libres pueden verse arruinadas por una clase dirigente que rechaza el razonamiento objetivo e ignora la diferencia entre la verdad y la mentira.
Del New Deal a Bidenomics, de los juicios espectáculo soviéticos a los tribunales corruptos, de la soberanía nacional a la apertura de las fronteras, de la educación al adoctrinamiento, de la libertad de expresión a la censura, de las elecciones honestas a la recolección de votos, y de la libertad religiosa a la supresión de la fe, la supervivencia de la democracia estadounidense es más tenue que nunca.
Estos son los «peligros internos» de los que hablaban los presidentes Lincoln y Trump.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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