En las últimas décadas, el mercado de alimentos orgánicos se ha disparado hasta convertirse en un negocio multimillonario. Si bien muchos consumidores están dispuestos a pagar más por alimentos orgánicos certificados, otros se preguntan si vale la pena el costo.
¿Por qué lo orgánico es más caro?
La demanda de etiquetado ecológico se disparó en la última década a medida que más y más personas se interesaban por la conexión entre la calidad de los alimentos, su salud y la del medio ambiente. Según la Asociación de Comercio Orgánico, las ventas de alimentos orgánicos en Estados Unidos casi se duplicaron en una década, superando los 60.000 millones de dólares en 2022. Ese mismo año, las ventas de alimentos orgánicos representaron el 6% de las ventas totales de alimentos en el país.
Pero los críticos del etiquetado de alimentos orgánicos dicen que la herramienta es más una estrategia de marketing que una garantía de que los alimentos que estás comiendo estén libres de cualquier contaminante residual, especialmente cuando se trata de productos producidos por grandes conglomerados agrícolas. Algunos se quejan de que el etiquetado orgánico es simplemente una forma para que las grandes empresas agroindustriales capitalicen las preocupaciones de salud de los consumidores.
Según un informe de Mintel, una agencia global de investigación de mercados, solo el 26 por ciento de los compradores confían en las etiquetas de alimentos orgánicos. Incluso menos, (un 13 por ciento), considera que los alimentos orgánicos están altamente regulados.
La Asociación de Comercio Orgánico, una asociación empresarial centrada en la agricultura y los productos orgánicos en América del Norte, refuta las nociones de estos consumidores, afirmando que lo orgánico es el sistema de producción más regulado y monitoreado de Estados Unidos. El proceso para solicitar y obtener la certificación orgánica es prolongado y costoso. Ese costo se traslada al consumidor. Mientras que las grandes explotaciones agrícolas industriales, comúnmente llamadas «agroempresas», producen cantidades lo suficientemente grandes de productos para poder amortiguar algunos de estos costos. Estas tarifas a menudo paralizan las explotaciones locales y pequeñas. Básicamente, se les excluye del mercado. A menudo, recurren a vender solo localmente sus productos y alimentos, ya sea en mercados de agricultores o pequeñas tiendas locales, donde pueden interactuar con los clientes para educar a los compradores sobre sus productos y cómo se cultivan. En situaciones difíciles, cada vez más agricultores se ven obligados a cerrar sus operaciones por completo.
El cambiante significado de «orgánico»
En términos generales, los alimentos orgánicos son aquellos que han sido cultivados o elaborados sin el uso de ciertos herbicidas, pesticidas y fertilizantes. En el caso de los alimentos de origen animal, típicamente significa que productos como carne, pescado, aves de corral, huevos y lácteos están libres de hormonas sintéticas e ingeniería genética.
El movimiento orgánico comenzó en la década de 1940, después de que los agricultores empezaran a utilizar fertilizantes y pesticidas sintéticos durante la Revolución Industrial para producir mayores rendimientos, en lugar de depender de metodologías más tradicionales como el compostaje, la rotación de cultivos, el cultivo de cobertura y el pastoreo de animales en pastos, técnicas que aseguraban la salud y vitalidad del suelo. A medida que creció la preocupación por la erosión del suelo y sus efectos adversos en el medio ambiente, también lo hizo el movimiento orgánico.
Algunos dicen que lo orgánico ya no tiene el mismo significado que cuando fue introducido por primera vez en el sistema de suministro de alimentos.
Marion Nestle, exprofesora de nutrición, estudios alimentarios y salud pública en la Universidad de Nueva York y exasesora principal de política nutricional en el Departamento de Salud y Servicios Humanos, dijo a The Epoch Times que el significado original de orgánico se parece más a lo que muchos hoy llaman agricultura regenerativa: una forma de agricultura que se basa en prácticas más tradicionales para restablecer la salud del suelo, aumentar la resiliencia de la tierra, gestionar los recursos naturales y garantizar la biodiversidad y el sustento de los agricultores. Ella señala que lo que el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) llama como «orgánico» a menudo no garantiza estos puntos.
«Las normas orgánicas del USDA restringen los pesticidas, la modificación genética y el lodo de alcantarillado pero no requieren necesariamente prácticas regenerativas, aunque algunos agricultores orgánicos sí las utilizan», comentó la Sra. Nestle.
Ella dice que la producción orgánica industrial puede evadir los requisitos para ser orgánico», agregando: «La producción orgánica industrial sigue las normas orgánicas en la medida en que debe hacerlo, pero recorta gastos para reducir costos».
Los recortes y las economías de escala sitúan a las grandes explotaciones industriales y a lo que Nestle denomina «grandes empresas ecológicas» en una posición ventajosa frente a las pequeñas explotaciones familiares. Cuando se le preguntó si había lagunas en el sistema orgánico que las grandes empresas pudieran explotar, la Sra. Nestle respondió: «Sí. Todas las que puedan».
¿Son más nutritivos los alimentos orgánicos?
Los consumidores todavía están dispuestos a pagar más, a veces el doble, por alimentos orgánicos en comparación con los cultivados convencionalmente, con la esperanza de que impacten positivamente en su salud.
Sin embargo, todavía hay debate entre las comunidades médica y científica sobre si lo orgánico es realmente más nutritivo que los alimentos cultivados convencionalmente.
«Hasta la fecha, no hay ensayos clínicos a largo plazo que midan los resultados de salud directos de una dieta orgánica», dijo a The Epoch Times Kerry Torrens, nutricionista registrada y colaboradora habitual de la revista y programa de televisión «Good Food» de la BBC. La Sra. Torrens señaló la complejidad de tales comparaciones, al tiempo que señaló que hay poca diferencia entre los dos a nivel de macronutrientes.
«Dicho esto», continuó, «la investigación observacional parece estar haciendo algunos hallazgos importantes que vinculan el consumo de alimentos orgánicos con beneficios para la salud». Esos beneficios parecen más relacionados con lo que no está en los alimentos orgánicos que con lo que está en ellos.
La Sra. Torrens dice que los consumidores tienen razón al preocuparse por la exposición a pesticidas, no solo por su propia salud, sino también por la de las generaciones futuras. Los pesticidas se han relacionado con infecciones de oído en niños, problemas de fertilidad y alergias, entre otras preocupaciones. «El conocimiento actual respalda la toxicidad de estos productos químicos, por lo que parece plausible que reducir la exposición se traduzca en beneficios para la salud. Además, la salud del suelo es fundamental para la salud del planeta y las poblaciones futuras», agregó la Sra. Torrens.
Un estudio observacional publicado en JAMA Internal Medicine en 2018 siguió a casi 70,000 adultos franceses y encontró que aquellos con el mayor consumo de alimentos orgánicos tenían un riesgo reducido de cáncer en un 25 por ciento durante los siete años del estudio. Sin embargo, este tipo de estudio no puede probar causa y efecto, por lo que se necesita más investigación.
Otros señalan que las grandes corporaciones tienen el dinero y los recursos para influir en la investigación. El USDA a veces está en el centro de intereses opuestos: promover los intereses de la agricultura industrial moderna al mismo tiempo que garantiza la salud pública.
La mayoría de los nutricionistas dicen que, especialmente en el panorama alimentario actual con fácil acceso a una amplia variedad de alimentos procesados, el énfasis debería estar en consumir una dieta de alimentos integrales en lugar de divagar sobre la etiqueta orgánica.
Cómo elegir
Con toda la confusión en torno a la etiqueta orgánica, algunos están tratando de facilitar la decisión de compra para los consumidores.
Grupos de defensa, incluido el Grupo de Trabajo Ambiental (EWG, por sus siglas en inglés), han creado herramientas para ayudar a los consumidores a discernir qué productos orgánicos vale la pena comprar. Un recurso popular conocido como «Dirty Dozen» enumera frutas y verduras que tienen más probabilidades de estar contaminadas por productos químicos y tener altos niveles de pesticidas, generalmente debido a su piel delgada o inexistente. La versión más reciente de la lista incluye bayas, verduras como espinacas y col rizada, manzanas, duraznos y judías verdes.
Como alternativa, «The Clean Fifteen» enumera frutas y verduras no orgánicas que son relativamente seguras para comer debido a niveles más bajos de residuos de pesticidas, según el análisis de EWG de los datos más recientes del USDA. Los aguacates, el maíz dulce, la piña y las cebollas encabezan esa lista.
La elección de comer alimentos cultivados de manera orgánica o convencional también puede influirse por factores como preocupaciones personales, consideraciones financieras, ubicación geográfica y disponibilidad de alimentos. Las grandes ciudades como Nueva York o Los Ángeles cuentan con abundantes mercados de agricultores, que ofrecen productos agrícolas y productos de animales de granjas, que operan justo fuera de las ciudades. Aquellos que viven en áreas más pequeñas y remotas pueden tener que poner más esfuerzo en encontrar opciones orgánicas. En tales áreas, se puede enfatizar más en reemplazar los alimentos procesados por más frutas y verduras. Un mejor entendimiento del suministro de alimentos, cómo afecta a la salud y qué opciones están disponibles puede ayudar a los compradores a tomar decisiones informadas.
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