La pluma puede ser más poderosa que la espada, pero una pluma no sirve de mucho en una pelea con cuchillo.
Asimismo, la abundancia de palabras y posturas de la Organización de los Estados Americanos (OEA) no han ofrecido nada a los nicaragüenses y venezolanos mientras sufren bajo regímenes brutales y autoritarios. “Democracia, derechos humanos, seguridad y desarrollo” son los pilares de la OEA, la organización regional más antigua y destacada del Hemisferio Occidental.
Ya sea que los administradores de la OEA crean o no en sus propias palabras, a las pruebas me remito. La evidencia se acumula desde su fundación en 1948, y apunta al hecho de que la OEA es poco más que una lujosa plataforma para que los burócratas del gobierno pontifiquen.
Hay que tener en cuenta que de los 80 millones de dólares del presupuesto de la OEA, 50 millones de dólares provienen de los contribuyentes estadounidenses, más del 60 por ciento del total, y Estados Unidos incluso otorgó 17 millones de dólares adicionales en 2017. La OEA declara 35 naciones como miembros, pero los progresistas cobran a las naciones sobre la base de la “capacidad de pago”, de acuerdo con el dictado marxista: “De cada uno según su capacidad, a cada uno según sus necesidades”.
Además, 14 naciones están en mora, y Venezuela no ha pagado sus cuotas hace muchos años.
Dinero tirado por la ventana
La desequilibrada OEA no solo no logra detener las crisis de derechos humanos y de democracia en esta parte del mundo, sino que tiene una marcada tendencia a exacerbarlas. Los sandinistas de Nicaragua y los chavistas de Venezuela –pandillas socialistas que gobiernan Estados fallidos– son ejemplos muy ilustrativos.
En el caso de Nicaragua, más de 400 personas han muerto en los últimos meses a manos de la represión del régimen contra la disidencia. El número real es mucho mayor, pero la documentación es difícil de obtener en medio del caos. Los nicaragüenses no esperan ser las próximas víctimas, y por eso están escapando a Costa Rica.
Si bien la OEA pidió elecciones y denunció los asesinatos cometidos por los sandinistas, necesita mirarse al espejo. La OEA fue la organización que ayudó al actual presidente Daniel Ortega y a los sandinistas en su revolución comunista que derrocó a Anastasio Somoza en 1979.
Esta toma de poder, con la ayuda de extranjeros ideológicamente motivados, particularmente los cubanos, condenó a Nicaragua a décadas de planificación central y a la periferia económica de América Latina. El pueblo ya está agobiado, pero el control del régimen sobre la economía es tan grande que hay muy poca oposición organizada.
La OEA tiene un grupo de trabajo sobre la crisis, pero aún así no llegará a nada. A pesar de que Nicaragua es miembro de la OEA, Ortega ya rechazó el acceso del grupo de trabajo a la nación centroamericana. Mientras tanto, Human Rights Watch ha documentado que su Ministerio de Salud está despidiendo a trabajadores que se atreven a ayudar a los heridos en las protestas.
Sin dientes
Esto apunta al talón de Aquiles de la OEA. Según la Carta de la OEA, esta no tiene poder para imponer sanciones económicas ni para iniciar una confrontación militar. En otras palabras, la OEA es principalmente palabras, y si los gobernantes de una nación no quieren cooperar, hay poco que la OEA pueda hacer, aparte de suspender la membresía de esa nación en la organización.
El proceso de suspensión nos conduce a Venezuela, tal vez la crisis más infame y diabólica de la región. El surgimiento del socialismo del siglo XXI bajo Hugo Chávez y ahora Nicolás Maduro fue un desastre y condujo a un éxodo cuya magnitud no se había visto en América desde la revolución cubana de Fidel Castro.
En 2016, la OEA promovió un “diálogo” nacional con los chavistas trastornados. Maduro y sus lacayos criminales disfrutaron de la oportunidad de ahogar a la oposición y fingieron preocuparse por la democracia. Después, la crisis solo empeoró y la emigración aumentó.
Algunos podrían sorprenderse al saber que Venezuela sigue siendo miembro de la OEA. Los llamamientos del secretario de Estado Mike Pompeo y del vicepresidente Mike Pence para la expulsión de Venezuela hasta ahora no lograron reunir los dos tercios necesarios de los miembros, con una ligera mayoría de 19 naciones a favor de esa medida en junio.
No sin ironía, Maduro ya había iniciado la salida voluntaria de Venezuela en 2017, la cual entrará en vigor en 2019. Si la OEA finalmente logra expulsar a Venezuela, la medida no tendrá efecto e incluso podría ser vista como una insignia de honor por los chavistas, quienes denuncian a la OEA como una herramienta del imperio estadounidense.
La suspensión, como el castigo más significativo de la OEA, es una prueba de fuego para los escrúpulos de la organización. Solo la ha utilizado dos veces, contra Cuba en 1962 y Honduras en 2009, durante dos años.
En 2009, los miembros de la OEA ofrecieron un lugar para el regreso de la Cuba comunista, no porque los Castro hubieran reformado sus formas asesinas. No obstante, Raúl mostró poco interés, y Cuba sigue siendo un miembro listado pero pendiente, casi una década después.
Fragmentación aquí, allá y en todas partes
Para quienes prestamos atención a las organizaciones regionales de América, como la OEA, su proliferación es suficiente para volverse estrábico. Estas organizaciones ineficaces incluyen al Mercosur, la CELAC y la UNASUR, entre otras. La Alianza del Pacífico de Chile, Colombia, México y Perú es una de las pocas organizaciones que al menos tuvieron algún éxito en promover el libre comercio y el desarrollo económico.
Uno de los principales problemas subyacentes es que Latinoamérica está plagada de socialistas militantes, y el autoritarismo es su modus operandi. Serán reacios, como mínimo, cuando se les pida que promuevan la transparencia, las elecciones abiertas y la libertad de expresión y asociación. Eso no es su especialidad.
Por lo tanto, cualquier voto para imponer castigo a nefastos delincuentes, como Venezuela y Nicaragua, está destinado al fracaso. Chávez utilizó la riqueza petrolera de Venezuela para comprar votos en la OEA a fin de protegerse de la condena, poniendo a la organización patas para arriba. Si los socialistas no se salen con la suya, hacen un berrinche y crean una nueva organización, lo cual fue precisamente el origen del UNASUR, con sede en Ecuador.
Incluso si la OEA pudiera ser reestructurada para tener una mayor capacidad de aplicación, los beneficios de ello siguen siendo dudosos. La tendencia socialista ha infectado tanto a la OEA que incluso sus supuestos éxitos dan motivos para reflexionar. Por ejemplo, una reciente afirmación de éxito fue facilitar el acuerdo de “paz” con los terroristas marxistas de las FARC de Colombia. Los partidarios del acuerdo parecen olvidar que los colombianos lo rechazaron en un referéndum explícito en 2016, ya que el acuerdo ofrecía amnistía e incluso garantizaba posiciones de poder a los peores criminales.
De manera similar, la OEA supervisó las elecciones presidenciales de 2017 en Ecuador y las calificó de “transparentes y correctas”. La OEA incluso nombró al presidente del consejo electoral ecuatoriano como parte del equipo de observadores de la OEA para otras naciones.
Una montaña de evidencia muestra que hubo manipulación de las elecciones –incluyendo interferencia militar– que ganó Lenín Moreno del partido Alianza PAIS, un aliado socialista de Venezuela. Un documental reciente, Propagandia, recopiló los muchos problemas evidentes que causaron que le robaran las elecciones a Guillermo Lasso, quien terminó segundo por poco margen con la lista del partido CREO. El intelectual cubano Carlos Montaner y el Instituto Interamericano para la Democracia, una organización sin fines de lucro con sede en Estados Unidos, realizaron una conferencia en Miami el año pasado titulada ‘El fraude electoral en Ecuador’.
Eso nos lleva a la pregunta: ¿por qué Estados Unidos está financiando esta farsa, y no solo financiándola, sino poniendo la mayor parte del dinero cuando hay más de otros 30 miembros?
Llegó el momento de que la OEA se disuelva y abandone Washington. Así como la administración Trump se refirió respecto al comercio, estas organizaciones multilaterales se convirtieron en paraísos para la ineficiencia, y sería mejor para Estados Unidos buscar acuerdos bilaterales y confrontar directamente a las naciones canallas.
Fergus Hodgson es fundador y editor ejecutivo de la publicación de inteligencia Antigua Report.
Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no necesariamente reflejan la opinión de La Gran Época.
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