«Eres demasiado agradable». «Eres demasiado imperativo».
«Estás demasiado concentrado». «Eres demasiado curioso».
«Eres demasiado perfeccionista». «Eres demasiado rápido».
En el transcurso de su vida, es probable que escuche cada una de estas críticas (o algunas parecidas). Si realmente está desarrollando su personalidad, con el tiempo escuchará ambas cosas.
Si está creciendo, cambiará de alguien que es demasiado compasivo a alguien que ocasionalmente aparece como demasiado imperativo, o viceversa.
Si está creciendo, cambiará de alguien que tiene más curiosidad a alguien no la tiene en absoluto, o viceversa.
Recuerde que cuando es atacado por una de estas críticas, si usted es una persona agradable, podría sorprenderse de ser etiquetado como combativo. Si es perfeccionista, se sorprenderá al ser acusado de tomar atajos.
Piénselo un segundo, y encontrará algo que celebrar aquí.
Para que alguien encuentre una falla improbable en usted, debe haber superado un viejo patrón de personalidad o comportamiento de alguna manera notable. Y mientras que usted debe prestar atención a controlar las nuevas fallas, no hay nada que lamentar por la pérdida de las viejas. Ser culpable de ser demasiado imperativo es también ser inocente de ser demasiado pasivo, y así sucesivamente.
Si se me da la oportunidad de elegir entre las mismas viejas faltas y las nuevas opuestas, podría inclinarme por las nuevas. Al menos estaría creciendo hacia ellas. Y prefiero que se me culpe por haber ido demasiado lejos en la corrección de mis debilidades que por no haberlas corregido en absoluto.
James Walpole es un escritor, comercializador principiante, explorador intelectual y aprendiz permanente. Es ex-alumno de Praxis y miembro de la Fundación para la Educación Económica Eugene S. Thorpe. Escribe regularmente en JamesWalpole.com. Este artículo fue publicado originalmente en la Fundación para la Educación Económica.
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