Las empresas extranjeras ya no ven con tan buenos ojos a China

Las empresas occidentales, japonesas y coreanas están desencantadas con lo que ofrece China

Por Milton Ezrati
05 de julio de 2023 3:45 PM Actualizado: 11 de julio de 2023 3:21 PM

Comentario

La retórica —ya sea de ejecutivos de empresas o de funcionarios del gobierno— rara vez se corresponde con la realidad. Y rara vez la brecha es tan grande como en el tema de la inversión extranjera en China. Beijing dice que está abierta a los negocios y que recibe con satisfacción la inversión extranjera cuando, en realidad, ha hecho que hacer negocios en China sea más difícil que nunca.

Los ejecutivos de las empresas hablan de hacer negocios en China y luego enviar sus dólares, yenes, euros, libras, won y lo que sea a otra parte. La situación es dura para todos los implicados, pero promete serlo más para China.

Hoy en día, las palabras suenan dulces y caen fácilmente. La portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Mao Ning, anunció en una reciente rueda de prensa que China «da la bienvenida a las empresas extranjeras para que inviertan y hagan negocios en China, exploren los mercados chinos y compartan las oportunidades de desarrollo». Y añadió: «China está firmemente comprometida a avanzar en la apertura de alto nivel y a fomentar un entorno empresarial orientado al mercado, basado en la ley e internacionalizado».

Un grupo de personas visita el stand de Tesla en la Exposición Internacional de Importaciones de China (CIIE), en Shanghái, el 5 de noviembre de 2021. (STR/AFP vía Getty Images)

Por parte de las empresas, el director ejecutivo de JP Morgan, Jamie Diamon, ha pedido un «compromiso real» entre Estados Unidos y China. Elon Musk, que tiene una fábrica de Tesla en Shanghái, compartió con el ministro chino de Asuntos Exteriores, Qin Gang, su aversión a la noción de desacoplamiento económico.

La realidad, sin embargo, desmiente tales comentarios optimistas. Lo más notable respecto a esto es la reciente oleada de redadas de la seguridad china contra consultoras, empresas de auditoría y bufetes de abogados extranjeros que operan en China. La empresa de diligencia debida Mintz Group informó que, el pasado mes de marzo, agentes de seguridad chinos se presentaron sin previo aviso en sus oficinas y detuvieron a cinco empleados. La consultora estadounidense Bain & Co. informó de una redada similar en sus oficinas de Shanghái, aunque los empleados fueron interrogados pero no detenidos. Los medios de comunicación estatales chinos anunciaron que las autoridades de seguridad estaban investigando a la consultora Capvision Partners.

En ninguno de estos sucesos y en otros, Beijing ha explicado su comportamiento más allá de vagas preocupaciones por la seguridad nacional. Especulando sobre los motivos, Michael Hart, presidente de la Cámara de Comercio estadounidense en China (AmCham China), cree que tiene algo que ver con la información que dichas empresas recopilan como parte de su actividad. En respuesta a su propia reflexión, se preguntó: «¿Cómo puedes planificar futuras inversiones si no puedes hacer la diligencia debida sobre tus futuros socios?».

Por sí solas, las incertidumbres creadas por ese comportamiento van en contra del deseo declarado de Beijing de aumentar la inversión extranjera. Pero hay más. Los cierres y cuarentenas especialmente severos de Beijing durante la pandemia de COVID-19 y en sus secuelas han suscitado dudas sobre la anterior reputación de fiabilidad de la economía y, en consecuencia, han socavado el atractivo de la economía como lugar para la inversión extranjera. Tampoco ayuda el hecho de que los salarios chinos hayan aumentado más deprisa que los del mundo desarrollado o los del resto de Asia. Para restar aún más atractivo a China están los aranceles que el expresidente Donald Trump impuso a los productos chinos que entran en Estados Unidos y que el presidente Joe Biden ha mantenido en vigor. Todo ello ha hecho que los empresarios e inversores extranjeros estén menos dispuestos a tolerar otras políticas impuestas por Beijing, como su insistencia en que las empresas extranjeras que operan en China compartan tecnologías patentadas con un socio chino, por no hablar de las inexplicables redadas de seguridad.

Ciertamente, las actitudes entre las operaciones estadounidenses y de otros países en China reflejan tales reservas. Una encuesta reciente realizada por AmCham China mostró que, por primera vez en los 25 años que la organización lleva realizando su encuesta, China ha caído de los primeros puestos como destino de inversión. Refiriéndose a los encuestados, AmCham China resumió las cosas de esta manera: «Su disposición a aumentar la inversión y su prioridad estratégica están disminuyendo». Encuestas similares realizadas por la Cámara de Comercio Europea en China muestran el mismo cambio de sentimiento.

Por tanto, no debería sorprender que el dinero japonés, coreano y occidental haya buscado destinos distintos de China. Decenas de empresas han reaccionado a la toma de control por Beijing de la «región administrativa especial» de Hong Kong, antes independiente y en gran medida liberal, marchándose a otros lugares de Asia, principalmente a Singapur. Entre ellas se encuentra Federal Express, pero la mayoría de las demás están relacionadas con el sector financiero.

Freight Caviar, una revista que se centra en el sector del transporte marítimo, ha realizado una encuesta informal en la que identifica unas 70 empresas que han abandonado China recientemente u otros lugares de Asia, sobre todo India, Tailandia, Taiwán y, especialmente, Vietnam. Entre ellas se encuentran los gigantes Samsung y Apple. La primera ha cerrado por completo sus antiguas y amplias fábricas de teléfonos en China y, en consecuencia, ha reducido radicalmente su plantilla china. Samsung está construyendo actualmente la mayor fábrica de teléfonos móviles del mundo en India. Apple está planeando un movimiento similar, aunque menos completo, y trasladará algunas operaciones a Vietnam, al tiempo que trasladará sus operaciones de relojes e iPad a India.

Está claro que las cosas no van a favor de China. Dado que gran parte de la reconsideración y huida extranjeras reflejan las acciones de los dirigentes de Beijing, uno se siente tentado a decir que las heridas de China son autoinfligidas —sin duda hay verdad en esa conclusión. Sin embargo, el problema no se debe tanto a una única decisión política, ni siquiera a un grupo de ellas, como al resultado del sistema autoritario de China. Y desde esta perspectiva, es difícil creer que Beijing vaya a encontrar la forma de cambiar las cosas.


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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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