Análisis de las noticias
Cerca de 2 millones de personas, de una población total en Hong Kong de poco más de 7 millones, salieron a la calle el 16 de julio para protestar una ley que le permitiría al Partido Comunista Chino (PCCh) en China continental extraditar a la gente de la ciudad, la cual supuestamente tiene autonomía.
Las protestas están creciendo, están atrayendo tanto a jóvenes como ancianos, y no parece que vayan a parar pronto.
El 15 de junio, técnicamente los manifestantes tuvieron su victoria. La jefa ejecutiva de Hong Kong, Carrie Lam, líder de la ciudad, suspendió el proyecto de ley de extradición indefinidamente. Pero en vez de vaciar las calles y retornar a sus hogares, los manifestantes ahora exigen que renuncie a su puesto.
El gran número de manifestantes, junto con el hecho de que aún siguen protestando, incluso luego de lograr el objetivo original de bloquear el proyecto de ley, muestra algo importante: el pueblo chino ya no apoya al PCCh, e incluso más, ya no le teme.
Las fotografías muestran algunas insignias que los manifestantes llevan en sus brazos. Entre ellas hay una que dice: «Fuerzas hostiles». Es una referencia a una de las etiquetas favoritas que el PCCh usa en su propaganda: que las «fuerzas hostiles extranjeras» son las culpables cuando algún evento hace quedar mal al PCCh.
El hecho de que algunos manifestantes lleven insignias que los identifique como parte de esa etiqueta difamatoria, y que lo hagan en tono de burla, muestra una abierta voluntad a desafiar al PCCh, muestra que se toman en broma la etiqueta del PCCh, y revela que temen tan poco al PCCh, que están dispuestos a usar públicamente el mote propagandístico del enemigo invisible usado como chivo expiatorio.
Para el PCCh, el eslogan de las «fuerzas hostiles extranjeras» busca representar a las peligrosas fuerzas foráneas contra las que los comunistas deben unirse, pero en cambio se ha vuelto un símbolo de desafío al PCCh.
Por supuesto, esta no es la primera vez que el pueblo de Hong Kong se ha unido para protestar contra el PCCh. En 2014, desde septiembre a diciembre, más de 100.000 personas tomaron las calles para protestar una decisión del PCCh de regular el sistema electoral de Hong Kong —al cual el partido considera una forma de controlar a los candidatos de la ciudad.
El PCCh y el gobierno de Hong Kong declararon que las protestas de 2014 fueron ilegales; terminaron sin que los manifestantes consiguieran mucho. El gobierno de Hong Kong solo prometió enviar un «informe New Occupy» al PCCh, el cual fue en sí mismo un foco de críticas.
Pero las protestas actuales son casi incomparablemente diferentes. Esta ya no es más una protesta estudiantil como en 2014; las protestas actuales ya son unas 20 veces más grandes que en 2014 y el gobierno de Hong Kong ya está aceptando las demandas.
En Hong Kong, las manifestaciones actuales podrían cambiar por completo el panorama político. Al menos, probablemente represente el fin del mandato de Lam, y afectará probablemente las futuras elecciones, en relación a cuánto se atreverán los candidatos a alinearse con Beijing.
Pero en un nivel más profundo, el impacto es aún mayor. Las protestas le envían un mensaje a la gente en China continental, y es que el PCCh ya no es algo a lo que temer. El desafío abierto tiene suficiente impacto, pero el hecho de que las exigencias iniciales de los manifestantes ya se hayan cumplido muestra aun más que la garra del PCCh está fallando.
Al enfrentar este asunto, el PCCh tiene dos opciones: permitir que las manifestaciones continúen y probablemente tengan éxito, o aplastar a los manifestantes como hicieron en la masacre de la Plaza Tiananmen en 1989. Pero en esta era de las redes sociales, cuando todos tienen un smartphone con cámara, y cuando la presidencia de Trump ha mostrado la voluntad de enfrentarse al PCCh, la opción violenta ya no es viable.
Las manifestaciones muestran que el pueblo chino ya no teme al PCCh y que el partido ha perdido su mecanismo de terror que fue alguna vez su llave para aferrarse al poder.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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