Las raíces de la narrativa racial de la pandemia

Por Ryan Moffatt
05 de mayo de 2020 6:31 PM Actualizado: 05 de mayo de 2020 6:31 PM

Comentario

Al estar casado con una mujer de ascendencia china continental, tengo una perspectiva un tanto única de la narrativa racial que rodea actualmente a la pandemia.

A través del estudio y ósmosis, he llegado a comprender muchas distinciones entre la cultura tradicional china y la naturaleza autoritaria del régimen comunista gobernante en Beijing. Habiendo experimentado tanto la libertad de Occidente como los confines de China, mi esposa es muy consciente del funcionamiento interno de las tácticas de control del Partido Comunista Chino (PCCh), utilizadas no solo en su país de origen sino también aquí en Canadá.

La cultura tradicional china contiene un profundo conjunto de sabiduría y encanto que Occidente aún no ha descubierto. Estamos criando a nuestros dos hijos pequeños con un énfasis en la cultura china, estudiando enseñanzas tradicionales como las analectas de Confucio y el kung fu Shaolin. Con 5000 años de historia registrada en su haber, China tiene innumerables anécdotas, historias, leyendas y libros principales que detallan una espléndida civilización impregnada tanto de lo místico como de lo práctico, con un don para combinar ambos con gran éxito. Esta herencia es y será siempre una parte crítica de la educación de nuestros hijos como estrella guía para sus otros esfuerzos. Pero hacemos una clara distinción entre el régimen chino de hoy y la verdadera herencia de sus ancestros.

Mi esposa y yo hemos seguido de cerca las acciones del PCCh durante los últimos 10 años o más y el impacto posterior que el régimen ha tenido en el pueblo de China. Nuestros parientes y amigos han sufrido arrestos y detenciones arbitrarias por «crímenes» tan inofensivos como el acceso a sitios web que promueven la democracia y la cultura tradicional china.

Nos mantenemos informados de algunas de las noticias menos conocidas que llegan de China continental y somos muy conscientes de la difícil situación de disidentes chinos que critican a su gobierno pero guardan silencio, temiendo las consecuencias de hablar abiertamente.

Habiendo sido testigos de las tácticas engañosas del PCCh en China, vemos con creciente alarma que su influencia crece en Canadá, afectando a los medios de comunicación, al gobierno y a la percepción pública. Gran parte de esto se lleva a cabo a través del Departamento de Trabajo del Frente Unido, cuya tarea es hacer avanzar la influencia de China en el extranjero. El PCCh es experto en este engaño, habiéndolo implementado a nivel nacional durante décadas. En Canadá, tenemos poca experiencia con tales tácticas engañosas y somos susceptibles de ser persuadidos indebidamente por ellas.

El PCCh ha puesto gran énfasis en influir en las naciones extranjeras a través de medios financieros y culturales, usando este enfoque de «poder blando» para controlar la narrativa de China. Pero nunca debemos olvidar que este es el mismo régimen que desató la masacre en la plaza Tiananmen. El único cambio es que hoy en día son más conscientes de las posibles consecuencias internacionales de llevar a cabo tal brutalidad a la vista del público. Como tales, son expertos en el control del pensamiento y en encubrir sus errores.

La mentira del racismo

Aunque el racismo y el fanatismo existen aquí, Canadá en general es un país muy tolerante. El racismo es un tema delicado, y ser etiquetado como racista es una manera potente de borrar la validez del argumento de alguien. El régimen chino es muy consciente de esta «debilidad» de los canadienses y la ha aprovechado activamente para dar forma al discurso nacional en torno a la pandemia. Todo debate sobre las prohibiciones de viajar, la fuente del virus o la respuesta y el encubrimiento iniciales de China se califican de xenófobos y prejuiciosos contra el pueblo chino.

Hemos visto esto en los medios de comunicación y en el gobierno, que han mezclado las críticas al gobierno chino con las críticas al pueblo chino. Es una abdicación perniciosa de la búsqueda de la verdad que tiene sus raíces en la ignorancia o en la intención maliciosa. La influencia de Beijing es tal que el régimen es capaz de coaccionar a todos los niveles del gobierno y los medios de comunicación para que apoyen su engaño. Quienes han sufrido a manos del PCCh, ya sea en el continente, en Hong Kong o en cualquier otro lugar, son muy conscientes de la verdadera naturaleza del Partido y están justamente desconcertados por la proclividad de las naciones democráticas a aceptar la narrativa del régimen sin cuestionamientos.

Los chino-canadienses están orgullosos de su cultura y son justificadamente sensibles a las críticas que equiparan esa cultura con el PCCh. En vista de ello, es importante que la distinción entre el pueblo y su gobierno siga siendo una parte central de la conversación. Hay grandes comunidades canadienses, portavoces y grupos que han trabajado incansablemente durante años para exponer los crímenes del régimen chino. Ya sea en apoyo al Tíbet, Hong Kong, Falun Gong o los musulmanes uigures, cada uno de ellos tienen quejas legítimas y no resueltas con el régimen y consideran que es su deber hacer responsable al PCCh. Es un esfuerzo noble y digno que merece el apoyo de nuestro gobierno y de los medios de comunicación, ya que ambos están en condiciones de apoyar esos esfuerzos.

Las conversaciones abiertas, honestas y críticas son un requisito para que esta pandemia se entienda y las consecuencias se mitiguen con un conjunto completo de hechos. Nuestro camino para salir de este lío depende de ello. A medida que Beijing intenta desviar la culpa del brote y sacar provecho de una economía mundial debilitada, debe rendir cuentas de acuerdo con los principios de transparencia.

Y aquí en Occidente, lejos de la tiranía de los déspotas, estamos en condiciones de prestar apoyo, aunque sea moral, a la difícil situación del pueblo chino. Se nos puede perdonar por no tener la capacidad de comprender plenamente lo que es sufrir a manos de un gobierno brutal que no tiene en cuenta los derechos humanos o incluso la vida humana. Somos bendecidos de esa manera.

Sin embargo, no somos inmunes, y es un deber inherente de los libres apoyar a los oprimidos, aunque solo sea para evitar que la tiranía invada nuestras propias costas.

Ryan Moffatt es un periodista con sede en Vancouver.


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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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