Opinión
La semana pasada recibí una nota sobre otra redada gubernamental en una granja ecológica. Esta fue en Michigan, la Cooperativa Nourish. El sitio web dice que se suscribieron en exceso y no están tomando nuevos clientes. Ese es un indicador de la demanda de los consumidores. Antes, en este país, el cliente era el rey. Ahora es todo lo contrario. Los reguladores, en combinación con los grandes socios industriales, son los que mandan.
Puede hacerse una idea del propósito de la granja en esta declaración de su sitio web:
«No se puede negar que el sistema alimentario de Estados Unidos está empeorando año tras año —con niveles crecientes de pesticidas, productos químicos y ácidos grasos poliinsaturados (PUFAs)— que suprimen el metabolismo y son inflamatorios, ¡incluso en la carne y los productos lácteos! Esto es inaceptable para nosotros —ya que no debería ser tan difícil encontrar alimentos que realmente nutran nuestra salud».
Lo que está en juego aquí es totalmente predecible. Se trata de la leche sin pasteurizar. Hay una gran demanda para esto. Todos los vendedores que se encuentran a una hora en auto de donde yo vivo están constantemente agotados. Una granja que visité tiene alrededor de una docena de vacas trabajando horas extras. No pueden mantener el producto abastecido y todos los días tienen largas filas con gente esperando comprar. Algunos se van decepcionados cuando se agotan los suministros.
Si la memoria no me falla, en mi vida todas las personas que conocí que promovían la leche sin pasteurizar se consideraban izquierdistas contraculturales con un aire naturalista. Esa es mi experiencia en cualquier caso. Pero la semana pasada, el New York Times (NYT) decidió que la leche sin pasteurizar es de derechas, si se puede creer. Este es el nuevo apodo que se le da a cualquier dieta o práctica de salud alternativa.
«Las autoridades sanitarias advierten a los estadounidenses de que no beban leche sin pasteurizar mientras la gripe aviar se propaga por las vacas americanas», dice el NYT. «Pero algunas figuras mediáticas y personas influyentes están sugiriendo engañosamente que el producto es seguro o incluso más saludable que la leche tradicional. Y las ventas están creciendo». La historia continúa citando a varios funcionarios de los CDC y científicos, ofreciendo sus opiniones como hechos, y desestimando cualquier informe que indique lo contrario.
No puedo hablar aquí de cuestiones científicas y nutricionales, pero no estoy de humor para tomar nada de los CDC como fidedigno. Más bien al contrario. Si el CDC proclama a los cuatro vientos una verdad contundente, me inclino a querer conocer la perspectiva contraria. En el caso de la leche sin pasteurizar, no hay duda de que sabe mucho mejor. Mientras tanto, legiones de testimonios dan fe de sus beneficios para la salud. La leche sin pasteurizar solo significa la forma en que se consume la leche desde el comienzo de la historia registrada en todas partes del mundo. Sin duda, la pasteurización tiene su papel, pero no tiene por qué ser la única forma.
Lo que es especialmente extraño es el trato que se le da a este producto como de derecha. Siempre se asoció a naturalistas, hippies, personas con un estilo de vida alternativo, etcétera. Cuando yo era un fanático irreflexivo de todos los productos del mercado «capitalista» moderno, recuerdo que pensaba que esta gente era excéntrica y estaba obsesionada con una gran nada. Cuando nació el mercado de productos orgánicos, no sentía mas que desprecio por todo ello. Me parecía antimoderno, antiindustrial y primitivo.
¡Cómo cambian los tiempos! Confieso que no me he recuperado por completo. ¿Eso me convierte ahora en izquierdista? Según el NYT, no, simplemente me estoy volviendo más coherentemente (sin tener en cuenta que escribí una crítica sistemática de la ideología de derecha desde 1820 hasta 1946). Así que nada de esto tiene sentido.
Sin duda, todos estamos aprendiendo un par de cosas sobre cómo funcionan los sistemas actuales de coacción y coerción. Los organismos llegan hasta lo más profundo de la estructura industrial y actúan a través de las empresas más grandes. En el caso de la leche, la industria láctea está dominada por un grupo de presión que trabaja en estrecha colaboración con el Departamento de Agricultura. Debería haberme hecho una idea por el prolongado ataque de esta campaña a la agricultura independiente y a la leche sin pasteurizar en particular. Empujar a las agencias a este tipo de ataques no es más que un método de competencia en el mercado, no ofreciendo mejores productos y precios más económicos, sino mediante la aplicación de la regulaciones.
La tragedia es que esto está ocurriendo en un país que fue fundado por agricultores que construyeron nuestras estructuras políticas para proteger el intercambio comercial de la intervención arbitraria del gobierno. Nuestro mayor pensador fue Thomas Jefferson, quien escribió: «Los agricultores de la tierra son los ciudadanos más valiosos. Son los más vigorosos, los más independientes, los más virtuosos, y están ligados a su país y unidos a su libertad e intereses por los lazos más duraderos».
De hecho, ¿cómo es posible que en el «Gran Reinicio» estas mismas personas y sus clientes estén siendo atacados por nuestro propio gobierno? Lleva ocurriendo décadas pero, como todo lo demás, parece estar empeorando mucho en estos días. Los agricultores independientes que aún sobreviven están siendo presionados desde todos los extremos, lidiando con continuos interrogatorios y ataques arbitrarios.
No hay ningún posibilidad de que el artículo del NYT contra la leche sin pasteurizar sea un puro accidente de la historia del periodismo. Es un presagio de más ataques por venir. Han rebautizado la leche sin pasteurizar como de derecha, lo que hoy no es más que una luz verde para el ataque del gobierno y la industria. Todo esto forma parte de la purga integral de toda la vida estadounidense, desde la industria hasta el mundo académico, pasando por la política y la cultura.
Es notable cómo la izquierda nominal de este país está recurriendo al modelo de gobierno expuesto por Carl Schmitt, el jurista alemán que se hizo partidario de la política nazi. Su punto de vista era que toda la política está y debe estar dominada por una única agenda: recompensar a tus amigos y castigar a tus enemigos. Todos los Estados se centran en este punto en aras de la supervivencia. Dividen a la población entre sí como medio de construir el poder del Estado.
Este paradigma no terminó bien en Alemania a mediados del siglo XX, y cabría esperar que esta oscura perspectiva desapareciera de la tierra. Pero, de algún modo, sigue reapareciendo. La administración Biden parece particularmente adepta a practicarlo. Echando la vista atrás, este era el objetivo de los mandatos de los cubrebocas y las vacunas: recompensar a los seguidores y castigar y humillar a los opositores. Esto también condujo a todo tipo de purgas en muchas profesiones, incluidos los medios de comunicación y el mundo académico. Es una forma cruel de practicar el arte de gobernar, pero ahí estamos.
Por increíble que parezca, este paradigma está llegando profundamente a nuestras vidas, incluso hasta en la leche que bebemos. Ni siquiera aquí se nos permite elegir. ¿Qué hacer? No conozco otra solución que defender y abogar por los agricultores independientes que todavia conservan los derechos de propietarios y consumidores. Esos derechos son una parte esencial de lo que significa ser estadounidense.
¿Me atrevería a decir que cada sorbo de leche sin pasteurizar es un brindis por la libertad? Por supuesto.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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