WASHINGTON— Se detectan dos poderosos rayos de energía disparándose en direcciones opuestas desde un agujero negro supermasivo en el interior de una galaxia lejana —se trata de los mayores chorros de este tipo jamás vistos, que se extienden aproximadamente 140 veces el diámetro de nuestra vasta Vía Láctea.
El agujero negro se encuentra en el corazón de una galaxia a unos 7500 millones de años-luz de la Tierra. Un año-luz es la distancia que recorre la luz en un año, 5.9 billones de millas. Debido al tiempo que tarda la luz en viajar, mirar a través de grandes distancias es observar hacia atrás en el tiempo, ya que estas observaciones datan de cuando el universo tenía menos de la mitad de su edad actual.
La mayoría de las galaxias, incluida la Vía Láctea, tienen un gran agujero negro en su núcleo. Alguno de ellos lanzan chorros de partículas de alta energía y campos magnéticos al espacio desde sus dos polos mientras devoran materiales como gas, polvo y estrellas que caen en su interior.
Las dos estructuras de chorros documentadas en el nuevo estudio —que utiliza el radiotelescopio LOFAR (Low-Frequency Array), una red de antenas centrada en los Países Bajos— se extienden 23 millones de años luz de extremo a extremo.
Estos chorros sobrecalentados, causados por los violentos acontecimientos que se producen en torno al agujero negro, están formados por partículas subatómicas llamadas electrones y positrones, y campos magnéticos, que se mueven casi a la velocidad de la luz.
Los investigadores bautizaron estos dos chorros como Porphyrion, nombre de un gigante de la antigua mitología griega. Porphyrion es un 30% más largo que el anterior récord de este tipo de chorros.
Estos chorros, no visibles a simple vista, comienzan siendo pequeños y crecen con el tiempo.
«Hace tiempo que sabemos que los agujeros negros pueden generar estos chorros. Pero lo interesante es que, para generar una gran estructura como ésta, los chorros deben permanecer encendidos durante mucho tiempo —unos mil millones de años», explica Hardcastle.
Los chorros de Porphyrion llegan mucho más allá de su galaxia de origen, con una producción energética equivalente a la de billones de estrellas como el Sol.
«Esto equivale a la energía liberada durante las colisiones cósmicas más cataclísmicas, como cuando se fusionan dos cúmulos de galaxias que pueden contener miles de galaxias cada uno», explicó Oei.
«El hecho que se extienda tan lejos de su agujero negro progenitor significa que puede estar transportando energía, partículas y campos magnéticos hacia los vacíos de la red cósmica, los huecos entre grupos y filamentos de galaxias que sabemos que conforman la estructura a gran escala del universo. Esto podría ayudarnos a comprender los omnipresentes campos magnéticos del universo actual», afirma Hardcastle.
Según los investigadores, estos chorros podrían calentar el gas en el espacio interestelar, impidiendo la formación de nuevas estrellas que requieren nubes frías de gas, y podrían dañar los planetas habitables.
El agujero negro supermasivo de la Vía Láctea, en su estado actual de reposo, no tiene tales chorros.
«El hallazgo clave es que los chorros de los agujeros negros pueden, si se dan las circunstancias adecuadas, llegar a ser tan grandes como las principales estructuras cósmicas del universo —cúmulos de galaxias, filamentos cósmicos y vacíos cósmicos», explica Oei. «Esto significa que los agujeros negros individuales pueden tener una esfera de influencia que se extiende mucho más allá de la galaxia en la que residen».
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