Liderazgo poco serio en un momento serio

Por Ben Shapiro
07 de septiembre de 2022 3:44 PM Actualizado: 07 de septiembre de 2022 3:45 PM

Comentario

Vivimos en una época profundamente seria con líderes profundamente poco serios.

El historiador Niall Ferguson escribió que la “violencia extrema del siglo XX” fue precipitada por tres condiciones previas: “conflicto étnico, volatilidad económica e imperios en declive”. Es difícil no ver tales condiciones previas repitiéndose en este siglo. Occidente actualmente se está despedazando por las preocupaciones sobre la tasa de natalidad, la inmigración y el multiculturalismo. La volatilidad económica está en su apogeo: Después de reorientar la manufactura lejos de Occidente durante décadas y reorientarse hacia las finanzas y los servicios, vaciar el sector energético occidental en busca del ambientalismo utópico —todo marcado por la Gran Recesión, la mini-depresión por Covid-19, y ahora tasas de inflación altísimas—la economía global se encuentra en el filo de una navaja.

Luego está el problema de los imperios en decadencia.

Nosotros tendemos a pensar en nuestro mundo como libre de imperios, un mundo de estados-nación. Pero eso no es realmente correcto. Estados Unidos, por vacilante que sea es un imperio de facto aunque no en el molde colonialista del Imperio Británico; la Unión Europea sería en cualquier otro contexto considerada un imperio continental; Rusia siempre se ha considerado a sí misma una potencia imperial y la invasión de Ucrania por parte de Vladimir Putin representa simplemente la última versión de esta afirmación; China tiene un imperio propio no solo un estado-nación —como escribió recientemente el autor Ai Weiwei, “las personas que viven en China o provienen de ella son un revoltijo de más de 50 grupos étnicos y lingüísticos”.

El imperio ruso ha dejado atrás su decadencia, es un remanso económico armado con sistemas militares anticuados con un grave problema demográfico. Pero es China la zona de mayor riesgo en la actualidad. La economía china ha experimentado un rápido crecimiento económico en el transcurso de las últimas dos décadas, pero ese crecimiento ahora parece estar deteniéndose: el mercantilismo estatal no es autosuficiente y, como escribió recientemente sobre China el académico Michael Pettis, “la dependencia excesiva de China sobre el aumento de la deuda en los últimos años ha hecho que el modelo de crecimiento del país sea insostenible… (eso es probable) que el país enfrente un período muy largo de bajo crecimiento al estilo de Japón”. La demografía de China está completamente al revés; se espera que su población se reduzca en casi un 50 por ciento para 2100 y el presidente Xi Jinping está a punto de declararse dictador de por vida.

En todo esto, China se parece mucho a la Alemania nazi en el precipicio de la agresión territorial contra sus vecinos. La Alemania nazi experimentó un tremendo crecimiento del PIB, arraigado en gran medida en la deuda, el mercantilismo patrocinado por el estado y el gasto militar. La tasa de fertilidad de Alemania cayó de más de 4 hijos por mujer en 1910 a muy por debajo de 2 en 1935. Los cimientos de la Alemania nazi eran frágiles, Hitler vio que su ventana se cerraba. Por lo tanto, la agresión militar no era impredecible.

Entonces, ¿cuál sería el próximo paso lógico de China? Sus ojos están fijos en Taiwán. Dada la lujuria histórica de China por Taiwán y el dominio de Taiwán sobre la producción de semiconductores sofisticados, que es de suma importancia, una invasión china de la isla no sería nada impredecible.

Lo que nos lleva de vuelta al liderazgo profundamente poco serio de Occidente.

Ante la perspectiva de las tensiones étnicas, la volatilidad económica y la inestabilidad interna de China, Occidente opta por la debilidad. El crecimiento económico es el requisito previo para el poder militar; la fuerza moral es el requisito previo para la cohesión interna. Occidente ha decidido a lo largo de los años abandonar su compromiso con fortalecer la economía y, en cambio, libra una guerra perdida contra el clima y promete interminables obsequios del estado de bienestar no financiado. Al mismo tiempo, Occidente ha caído en la propia duda de las civilizaciones moribundas, enfrentando a sus ciudadanos entre sí, etiquetándolos como «semifascistas» y «amenazas a la democracia». Nos encontramos en algún lugar entre el colapso moral de «Recesión» de Rudyard Kipling (1897) y «Homenaje a un gobierno» de Philip Larkin (1969). Esto no significa que Occidente esté al borde del colapso. China es mucho más vulnerable que nosotros. Pero sí presagia un futuro de caos y dificultad, el tipo de caos y dificultad que solo la fuerza económica, militar y moral, pueden mantenerla a raya con éxito.


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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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