Opinión
Hay una historia clásica en el Viaje al Oeste en la que, en tres ocasiones distintas, un demonio se transforma en una niña, en un anciano y luego en una anciana para engañar al monje Tang Sanzang.
Tang viajó a India para recuperar las escrituras budistas y se sabía que alimentarse de lo que encarnaba podría proporcionar la vida eterna.
Sin embargo, el demonio fue desbaratado por el ingenioso y poderoso Rey Mono, quien, en las tres ocasiones, descubrió y «mató» a la niña, al hombre y a la mujer.
Estas acciones enfurecieron a Tang, quien, con sus ojos mortales no podía ver lo que el demonio estaba haciendo, y a su vez, conmocionado por las acciones de El Rey Mono, lo expulsó de la peregrinación.
El Viaje al Oeste está plagado de historias y lecciones similares que me recuerdan las dificultades que ha tenido Occidente al tratar con el Partido Comunista Chino (PCCh).
La noticia de la pandemia de Wuhan se dio a conocer en enero de 2020, pero posteriormente se confirmó que había comenzado ya en noviembre de 2019.
El PCCh ha hecho todo lo posible para encubrir cualquier investigación real sobre sus orígenes y, hasta cierto punto, lo ha conseguido.
Ocho denunciantes chinos —incluido el doctor Li Wenliang, ya fallecido— fueron amonestados para que guardaran silencio.
El alcalde de Wuhan, que se enfrentó a una tremenda presión por el brote, eludió la responsabilidad por no haber emitido alertas tempranas y afirmó que sus superiores no le autorizaron a revelar ninguna información.
La Organización Mundial de la Salud también ayudó a la causa del PCCh al desacreditar las alertas tempranas de Taiwán.
El PCCh también se las arregló para retrasar y rechazar las indagaciones sobre el virus durante más de un año, mientras castigaba económicamente a Australia por pedir públicamente una investigación.
Más tarde se indagó sobre el virus y todavía hay dudas sobre la veracidad de la investigación.
En los 18 meses transcurridos desde el estallido de la pandemia, las naciones democráticas siguen sin poder confirmar el verdadero origen del virus —o sin atreverse a confirmarlo— y solo pueden combatir pasivamente el brote, las nuevas cepas e invertir miles de millones en vacunas.
El daño causado se asemeja a un acto de guerra, sin embargo, los líderes políticos se han movido con demasiada cautela alrededor del PCCh y no han sido capaces de ver las verdaderas intenciones del régimen chino, que es permitir que el virus siga su curso y continuar encubriéndose durante todo el tiempo que pueda.
En última instancia, las respuestas a la pandemia mundial no se encontrarán en Wuhan, ni en el Laboratorio P4, sino en Zhongnanhai, la sede central del PCCh.
En la medicina china, los médicos centran sus esfuerzos en el tratamiento de la causa raíz de una dolencia, en lugar de limitarse a tratar un síntoma.
En lo que respecta a COVID-19, deberíamos abordar el problema de raíz y no centrarnos únicamente en medidas provisionales. Nosotros tenemos que unirnos y obligar a Beijing a trabajar con la comunidad internacional.
Esto no será fácil.
Se ha pedido una segunda investigación sobre el virus. Sin embargo, el senador estadounidense Marco Rubio ya advirtió de que «no hay manera» de que el PCCh coopere y potencialmente se arriesgue a exponer las otras investigaciones biológicas que pueda tener.
En general, los errores de las naciones democráticas en los últimos 18 meses me han hecho recordar el error del monje Tang Sanzang.
Tanto Tang como la comunidad internacional han tenido dificultades en ver la verdadera esencia de sus adversarios.
Podemos solo esperar que los líderes sigan despertando y no rehúyan enfrentarse al verdadero demonio de este mundo.
Chin Jin, residente en Australia, es el presidente mundial de la Federación por una China Democrática. El grupo aboga por la democratización de China mediante la oposición al Partido Comunista y el apoyo a los derechos humanos. El propio Chin vivió en primera persona las tragedias del Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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