Cuando somos generosos, normalmente es algo que hacemos para favorecer el bienestar de los demás, y paradójicamente, también aumenta nuestro bienestar. Ser generoso aumenta significativamente nuestra salud mental y nuestra sensación de logro en la vida.
Además de todo eso, se siente muy bien.
La generosidad es un estilo de vida
El diccionario de inglés de Cambridge define generoso como «dispuesto a dar ayuda o apoyo, especialmente más de lo habitual o esperado».
Una persona generosa dará lo que pueda a los demás, ya sea en tiempo, recursos o ánimo. Al interesarse genuinamente por los demás, su mentalidad es la de dar y ayudar. Una persona generosa tiene un carácter noble.
Dentro de nuestra naturaleza humana se encuentra la tendencia a cerrar nuestros corazones y, por tanto, nuestras manos a las necesidades de los que nos rodean. Podemos tener excesos que disfrutamos pero que no necesitamos mientras vemos a otros que carecen de las cosas que nosotros disfrutamos. Puede poner a prueba nuestro corazón el abrirnos a compartir nuestra abundancia, pero casi siempre nos deja una satisfacción más profunda.
¿Cómo podemos ser personas generosas, especialmente ahora que muchos de nosotros estamos sin trabajo y los precios se están disparando en todo, desde la comida hasta la gasolina y las reparaciones de la casa? No es una cuestión material; es una cuestión de corazón.
La recompensa de la generosidad
Las investigaciones, incluido un estudio publicado en el Journal of Positive Psychology en junio, descubrió que somos más felices cuando damos a otra persona que cuando gastamos dinero en nosotros mismos. Nuestra generosidad ilumina la zona de nuestro cerebro asociadas al placer, la confianza y la conexión social. Esta es una de las razones por las que ser generoso es fantástico. Tenemos muchas oportunidades de desarrollar relaciones significativas porque nuestra generosidad significa que somos personas agradables. El agradecimiento es una forma de vida para las personas de corazón abierto. La generosidad produce gratitud, que también nos proporciona beneficios para la salud, como una mejor función cardiovascular e inmunitaria.
Nuestra generosidad sincera y alegre anima a los demás a hacer lo mismo. Incluso un simple «gracias» puede inspirar tanto a nosotros como a la persona a la que damos las gracias a ser más generosos. Cualquier persona que nos observe o escuche también puede animarse a ser más generosa y agradecida. La generosidad sigue adelante, ayudándonos a nosotros y a quienes forman parte de nuestra vida a sentirnos más felices y menos solos.
Cuando damos algo de nuestro tiempo o nuestros recursos, es casi inevitable que la bendición vuelva a nosotros. Es un sistema que siempre funciona, como la gravedad. He visto este principio en funcionamiento muchas veces en mi propia vida. Por supuesto, uno puede rechazar la bendición o no prestarle atención cuando llega, pero llegará.
¿Es milagrosa? Tal vez. ¿Es espiritual? Yo creo que sí.
Generosidad y relaciones
La generosidad es necesaria para las relaciones verdaderamente sanas. Si nos preocupamos de verdad por alguien, nuestro corazón está abierto a él. Queremos complementarles no solo materialmente, sino también intelectual y espiritualmente. ¿Qué necesitan? ¿Qué les gusta? ¿Cómo podemos mejorar su vida?
Como el hierro afila al hierro, nos afilamos mutuamente cuando compartimos pensamientos, ideas y opiniones en nuestras relaciones. La interpretación de nuestro amigo o de nuestro cónyuge sobre un tema o una situación puede ser muy diferente a la nuestra. Aun así, al compartir abiertamente, cada uno de nosotros adquirirá más conocimientos y quizás sea capaz de ver más posibilidades de las que habría visto sin los puntos de vista de la otra persona.
En el centro de todas nuestras relaciones debería estar este principio básico: trátelos como quiera que lo traten a usted.
Imagine cómo florecerían las relaciones si todo el mundo aplicara este principio. Los problemas surgen cuando una o ambas partes se olvidan de ser generosas con la otra y no la tratan como les gustaría ser tratadas.
Dar es gratificante, y tenemos que entrenar nuestro cerebro para centrarnos en ello. Podemos dar de forma que tenga un efecto positivo en la vida de otra persona. Tenemos que ser reflexivos e intencionados al dar, sabiendo que estamos marcando la diferencia, no solo en la vida de otra persona, sino también en la nuestra.
Antigua bailarina profesional del Harkness Ballet de Nueva York, Donna Martelli ha escrito tres libros, así como manuales de cursos, resúmenes de libros, blogs, artículos y devocionales. Vive en Indianápolis, Indiana, y está casada con cinco hijos y 12 nietos. Es autora de «Cuando Dios dice que lo dejes» y «Por qué el baile».
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