Comentario
Muchos candidatos a presidente demócratas están convencidos de que Rusia es la mayor amenaza geopolítica de Estados Unidos—pero su obsoleta lectura de los asuntos exteriores solo prueba de que no están calificados para ocupar la Casa Blanca.
Durante la Guerra Fría, cuando la Unión Soviética era indiscutiblemente el enemigo más peligroso de Estados Unidos, los líderes demócratas como el senador Ted Kennedy, ignoraron la amenaza y colaboraron con el gobierno soviético para socavar las elecciones de EE. UU. Mientras era alcalde de Burlington, Vermont, en 1988, el senador Bernie Sanders—quien es ahora candidato en las nominaciones presidenciales demócratas—incluso viajó a la URSS, donde se dice que elogió a sus anfitriones totalitarios con efusivos términos.
Ahora, casi 30 años después del colapso de la Unión Soviética, los demócratas de repente ven a Rusia como el adversario de Estados Unidos más amenazante.
Sorprendentemente, cuando los moderadores de la segunda noche del primer debate en las primarias demócratas les pidieron a los participantes que identifiquen cuál es para ellos la mayor amenaza extranjera de Estados Unidos, varios de los candidatos insistieron en que los esfuerzos de Rusia para influenciar las elecciones de EE. UU. eran un peligro más grande para nuestro país, que el poder, la riqueza y la influencia de China, de rápida expansión, factores que Beijing espera un día le permitan eclipsar a Estados Unidos en la cima del orden internacional.
«[L]a amenaza más grande a nuestra seguridad nacional justo ahora es Rusia, no China», dijo el senador Michael Bennet (demócrata por Colorado), insistiendo en que Moscú es un desafío más grande en política extranjera «por lo que han hecho con nuestras elecciones».
«Rusia es nuestra mayor amenaza geopolítica, porque han estado hackeando nuestra democracia con éxito y se han estado riendo […] de eso durante los últimos años», coincidió el emprendedor Andrew Yang, argumentando que «deberíamos enfocarnos en eso antes de comenzar a preocuparnos por otras amenazas».
El representante Eric Swalwell (demócrata por California) también se sumó a la discusión, afirmando que su primer objetivo en política extranjera consistirá en «romper relaciones con Rusia y reconciliarse con la OTAN».
Economía y demografía
En realidad, China se ha convertido, por lejos, en la mayor amenaza a los intereses de EE. UU., debido en gran parte a su economía de rápida expansión, la cual le ha permitido al régimen invertir fuertemente en modernización militar. Esta realidad tampoco es un secreto clasificado—durante años, intelectuales y expertos líderes en política extranjera de EE. UU. han advertido públicamente sobre el surgimiento de China, argumentando que la mentalidad calcificada de Guerra Fría en Washington necesita actualizarse para tratar con las realidades geopolíticas modernas.
El exvicepresidente Joe Biden no hizo mención de China durante el debate, pero se mofó previamente de la noción de que China fuera una amenaza a los intereses de EE. UU., incluso afirmando que «no son competencia para nosotros».
Puede sorprender a los demócratas –la mayoría de los cuales pasaron la Guerra Fría como crédulos o defensores de la Unión Soviética– pero los anuncios rusos en Facebook no son exactamente la más grande amenaza contemporánea a Estados Unidos. China con sus intenciones hostiles de usar como arma el comercio internacional y su manifiesto deseo de suplantar a Estados Unidos como poder preeminente en Asia, es un adversario mucho más capaz y ambicioso.
En años recientes, China ha aumentado dramáticamente sus actividades de espionaje en Estados Unidos, reclutando analistas de inteligencia de EE. UU. para ayudarle a robar no solo secretos del gobierno, sino también propiedad intelectual e investigaciones académicas. Rusia en cambio, ni siquiera se las puede arreglar para robar emails de un risible e ingenuo operador político demócrata sin ser atrapado en el acto.
La razón principal de este desequilibrio es que la economía de China hace parecer pequeña a la de Rusia.
En 2018, el PIB de China alcanzó la impresionante cifra de USD 13,6 billones, mientras que la producción económica de Rusia fue menos de USD 1,7 billones—un poco más débil que el PIB de Texas. Las economías de ambos países han estado también creciendo a tasas drásticamente distintas—en 2018, el PIB de China creció un 6,6 por ciento, mientras que la economía de Rusia creció solo al 2,3 por ciento.
La creciente riqueza de China le ha permitido apoderarse de miles de millones de dólares en tierras cultivables en EE. UU., obligar a compañías a entregar tecnología delicada como condición para hacer negocios en China, y poner en la lista a sus corporaciones multinacionales—como el gigante de las telecomunicaciones Huawei—para que sirvan como agentes cuasi-oficiales del Estado.
Al mismo tiempo en que China apunta a sobrepasar en algún momento a la economía de EE. UU., la economía de Rusia sigue atrasándose más y más. Corea del Sur, Australia e incluso la humilde España le están ahora mordiendo los talones.
Rusia también enfrenta un monumental problema de despoblación. Durante años, el país ha estado plagado de bajas tasas de nacimiento y alta emigración, forzando a Moscú a alentar la inmigración de Asia central y otras partes del mundo tan solo para prevenir un colapso demográfico total.
Analistas de Stratfor, una editorial sobre asuntos extranjeros e inteligencia, advirtió que la estrategia de Rusia para mitigar el declive poblacional alentando la inmigración es altamente problemático, y predicen que eso causará que Moscú enfrente «dificultades mayores asociadas al manejo de tensiones étnicas internas e inestabilidad política» en el futuro.
Aunque China también enfrenta desafíos demográficos importantes como resultado de su política de «único hijo», Beijing tiene mucho tiempo para desarrollar políticas substanciales que podrían estabilizar el crecimiento poblacional a largo plazo. Moscú, por otro lado, no se puede dar este lujo.
Modernización militar
En resumen, con una población en declive y una economía inestable, Rusia no será capaz de mantener su ritmo de modernización militar en los próximos años. Aunque Moscú sin duda ha hecho progresos en la actualización de sus capacidades de estrategia ofensiva, incluido su arsenal nuclear, el ritmo de la innovación militar de Rusia estará limitado naturalmente por su débil prospecto socioeconómico.
Competir con el ejército de EE. UU., tanto en tamaño como en avance tecnológico, es mucho más fácil para China. Beijing ha usado su rápido crecimiento económico de las décadas recientes para financiar un ambicioso crecimiento militar, aprovecharse de sus socios comerciales, y poner a pequeños países bajo su órbita con inversiones de infraestructura que llevan adosados compromisos estratégicos.
El comportamiento belicoso de China en el escenario mundial tiene mucho mayor impacto y consecuencias que el de Rusia. Durante décadas, Beijing ha controlado a Corea del Norte como títere geopolítico, brindándole ayuda económica y cobertura diplomática en su carrera nuclear. El ejército chino también se ha vuelto más agresivo en las aguas en disputa del Mar Meridional de China, construyendo islas artificiales y bases militares en zonas reclamadas por aliados de EE. UU., como Japón y Filipinas.
De hecho, tan solo en los últimos años la Marina china ha crecido hasta convertirse en la flota más grande del mundo, en cuanto al número total de embarcaciones de combate, y los expertos dicen que es ahora capaz de sobrepasar a la Marina estadounidense en los tres mares adyacentes a China continental. Con China expandiendo su Marina a un ritmo más rápido que cualquier otro país, la situación de seguridad de EE. UU. continuará deteriorándose a menos que los líderes de EE. UU. respondan con firmeza a la amenaza.
Aunque las ambiciones territoriales de Rusia en Europa del Este—especialmente su anexión ilegal de Crimea—debería preocupar a Estados Unidos y a sus aliados, la OTAN existe específicamente para contrarrestar esa precisa amenaza. Las tensiones en seguridad mundiales creadas por China en el este de Asia, por otro lado, realmente no tienen precedentes, y no hay una institución establecida para coordinar la respuesta del mundo libre.
La política del presidente Donald Trump de expandir la Marina estadounidense a 355 buques está designada expresamente para contener la amenaza china, aún así, los demócratas que se postulan para presidente aparentemente no están interesados en abordar este desafío, porque ninguno de ellos mencionó siquiera el crecimiento militar de China durante los debates presidenciales. Aunque unos pocos candidatos en el primer debate sí identificaron a China como la amenaza geopolítica más grande de Estados Unidos, se enfocaron exclusivamente en el lado económico del asunto, y no explicaron cómo diferiría su enfoque del de Trump.
Los legisladores estadounidenses no pueden ignorar del todo a Rusia, por supuesto. Pero el Presidente ha sido mucho más agresivo hacia Moscú que su predecesor, imponiendo sanciones estratégicas en respuesta al expansionismo y los ciberataques rusos, a la vez que convencía a nuestros aliados en la OTAN para que cumplan sus compromisos de financiación de defensa a fin de que la alianza occidental siga preparada para afrontar cualquier belicosidad futura de Rusia. El Presidente también trata activamente de evitar que los aliados de la OTAN firmen acuerdos de compra de gas natural con Rusia, ya que Estados Unidos se ha vuelto la fuente más grande del mundo de este crítico recurso estratégico.
Muchos demócratas parecen pensar que Rusia es el enemigo geopolítico más formidable de Estados Unidos, pero eso es solo otra ingenua, anticuada y peligrosa visión de política exterior del partido que ha hecho de su mala gestión de los asuntos extranjeros una marca registrada. China es la amenaza real a los intereses de EE. UU. hoy en día, y cualquier candidato presidencial que no pueda captar este hecho básico no debería ser candidato al puesto mayor en el territorio.
Steven Rogers es oficial de inteligencia retirado de la Marina estadounidense y exmiembro de la Fuerza Especial Nacional Conjunta sobre el Terrorismo del FBI. Es miembro de la Junta Asesora de Campaña para Donald J. Trump Presidente 2020.
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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