Los demócratas, no los partidarios de Trump, son los verdaderos insurreccionistas del 6 de enero

Por Roger Simon
19 de mayo de 2021 6:38 PM Actualizado: 19 de mayo de 2021 6:39 PM

Si tuviera que organizar una insurrección contra el gobierno de Estados Unidos, ¿(a) atacaría simultáneamente la red eléctrica en múltiples puntos, apagando las luces en todo el país, o (b) se disfrazaría para una convención de un personaje de Star Wars con cuernos de un libro de historietas y entraría en el edificio del Capitolio, desarmado, como si fuera Halloween?

Usted no tiene que ser un insurrecto experimentado como el difunto Muammar Gaddafi (quien estaba armado hasta los dientes durante lo suyo, lo que no hace falta decir) para saber la respuesta.

Si usted responde (b) es un cretino, un mentiroso o un demócrata, o una combinación de los tres.

Lo que ocurrió en Washington DC el 6 de enero de este año estuvo tan lejos de una insurrección como yo de ser un hombre del espacio viviendo en Marte.

¿Sería que esa gente era estúpida? Seguramente.

¿Fueron infantiles? Más bien eso.

¿Pero eran insurrectos? Tendría que estar bromeando.

Y esto es dejando de lado los detalles obvios de que la única persona que murió en esta supuesta insurrección fue una simpatizante de Trump, la que recibió un disparo de un policía del Capitolio —nosotros todavía no sabemos quién— y que los vídeos muestran a otros policías del Capitolio haciendo pasar a los manifestantes al edificio, incluyendo a ese «peligroso» Chewbacca, como si fuera una fiesta nacional y fueran turistas de Kansas.

En realidad, estas personas eran los verdaderos patriotas, que intentaban, a su torpe manera, recuperar su país, o lo que creían que era su país.

Los verdaderos insurrectos son los que les acusan de insurrección. Ellos, los acusadores, los que exigen una «comisión» para estudiar esta insurrección inexistente, son los que se apoderaron de nuestro país y están imponiendo su voluntad al pueblo.

Además lo hacen después de unas elecciones cuya imparcialidad nunca se ha investigado y sobre las que nadie puede decir —aparte de pronunciar una opinión como un hecho— quién fue el vencedor.

Ellos no tienen, como dirían los tribunales, ninguna legitimación.

Así que llamar a estos manifestantes insurrectos es una proyección llevada a la enésima potencia por parte de nuestros «liberales» y «progresistas» contemporáneos (cita calificativa en este caso para evitar que se siga desacreditando la lengua inglesa).

A propósito del mal uso deliberado de nuestro idioma, estos mismos liberales modernos son personas que probablemente crecieron alabando la capacidad de George Orwell en «1984» y la «Rebelión en la granja», pero que ahora no son conscientes de que se han convertido en verdaderos avatares del primer «Ministerio de la Verdad», al tiempo que representan alegremente papeles del último ejemplo.

Son los nuevos fascistas «sans le savoir» y están ocupados dando cuartel a sus hermanos totalitarios en todo el mundo mientras afirman que el mayor peligro para nuestro país son las personas a las que llaman «extremistas blancos», como el malogrado tipo de los cuernos o el otro que «debe ser peor que un asesino en serie» tipo payaso, que tuvo la temeridad de poner sus pies sobre el escritorio de Nancy Pelosi.

No importan los maníacos realmente violentos que andan por Portland y Seattle dañando todo lo que pueden a personas y propiedades durante más de un año y haciendo que esas ciudades antes hermosas sean prácticamente inhabitables. Nadie les presta atención, especialmente los demócratas. Nadie los encierra sin fianza durante meses.

En realidad, ellos, los acusadores del 6 de enero, la Administración Biden, quienquiera que la dirija, y sus siempre dispuestos compinches en lo que antes podríamos haber llamado el Departamento de Justicia, están haciendo muchas cosas mucho peores para nuestro país que las que esos desventurados payasos que entraron en el Capitolio podrían siquiera concebir.

Ahora mismo la administración —los mismos pensadores progresistas que eliminaron el oleoducto Keystone de Canadá minutos después de la asunción al mando, dejando a cuantiosas personas sin trabajo, despreciando a nuestro vecino del Norte y ayudando a causar nuestra reciente escasez de gas— anunciaron que están levantando las sanciones al controvertido gasoducto ruso de Europa. Esta es una forma de traición que se suma a la más absoluta estupidez.

Por supuesto, estos son los mismos ideólogos desagradables y tediosos (véanse los representantes Schiff y Nadler) que parloteaban sin cesar —más bien mintiendo sin cesar, como se concluyó— sobre la supuesta colusión de Trump con esa misma Rusia.

Pero no tiene sentido hacer un ensayo de eso porque ya está claro que nadie importante será enjuiciado por este crimen increíblemente antidemocrático contra nuestra nación y su pueblo —un espionaje gubernamental de una campaña presidencial y luego del presidente, todo basado en documentos fraudulentos y falsificados de la inteligencia rusa— el tipo de cosas que haría la NKVD de Stalin, solo que nuestro FBI está dirigido por burócratas lúgubres e interesados ni de lejos tan interesantes o inteligentes como el camarada Beria.

El Departamento de Justicia y el FBI ya son bastante malos y más aún las cosas han empeorado mucho. Estas mismas personas están desmantelando nuestro ejército en la búsqueda de estos «extremistas» y abriendo la puerta de par en par al renovado Eje del Mal: China, Rusia e Irán.

Xi Jinping —sin duda el hombre más poderoso del mundo en este momento, con objetivos expansionistas en todo el mundo y en el espacio— debe estar riéndose a las espaldas mientras el ejército estadounidense continúa su deslizamiento hacia el «wokeness» de la más asombrosa y autodestructiva manera, como si el verdadero problema de Estados Unidos fuera interno, no la China comunista.

«El 3 de febrero de 2021, a raíz de los ‘acontecimientos mortales‘ del 6 de enero, el nuevo secretario de Defensa de Biden, Lloyd Austin, ordenó un retiro de 60 días y una depuración total de la causa no establecida de ‘extremismo’ en el rampante ejército estadounidense. Aunque los detalles de esta depuración siempre se mantuvieron vagos y se enmarcaron en términos apolíticos, fue inmediatamente obvio que el objetivo sería MAGA —con la palabra de moda, «extremismo», siendo etiquetada en varios poderes a los partidarios de Trump, los conservadores y los opositores al globalismo de todas las tendencias», según Revolver.

El hombre a cargo de este yihad —un extragubernamental para evitar los conflictos de la Primera Enmienda— es el Obispo Garrison, asesor principal del Secretario de Defensa para la Diversidad y la Inclusión, nada menos. (Oh, poderoso Orwell, ¿dónde está usted ahora?)

Entonces, ¿qué es exactamente un «extremista blanco», esa presa sediciosa que están cazando? Alguien debería pedir a nuestro fiscal general que defina a qué se refería cuando dijo que eran la mayor amenaza actual para nuestro país, aunque estoy seguro de que ninguno lo hará.

Si creen que soy duro con el Partido Demócrata, bueno, lo soy. No los soporto y eso que una vez fui demócrata.

Por desgracia, el Partido Republicano de hoy no es mucho mejor, como nos cuenta Tal Bachman de forma sucinta en American Greatness («The Republican Party Sucks«).

Con la excepción del senador Josh Hawley y Ted Cruz, ninguno de ellos defendió la Constitución y la equidad electoral el 6 de enero.

Entonces ahora estos mismos cobardes tienen que oponerse a los llamados de esta falsa «comisión». Depende de nosotros ejercer toda la presión posible para asegurarnos de que lo hagan.

Roger L. Simon es un novelista premiado, guionista nominado al Oscar, cofundador de PJMedia y, ahora, editor The Epoch Times. Sus libros más recientes son «The GOAT» (ficción) y «I Know Best: How Moral Narcissism Is Destroying Our Republic, If It Hasn’t Already» (no ficción). Se le puede encontrar en Parler como @rogerlsimon

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente las de The Epoch Times.


Únase a nuestro canal de Telegram para recibir las últimas noticias al instante haciendo click aquí


Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

Cómo puede usted ayudarnos a seguir informando

¿Por qué necesitamos su ayuda para financiar nuestra cobertura informativa en Estados Unidos y en todo el mundo? Porque somos una organización de noticias independiente, libre de la influencia de cualquier gobierno, corporación o partido político. Desde el día que empezamos, hemos enfrentado presiones para silenciarnos, sobre todo del Partido Comunista Chino. Pero no nos doblegaremos. Dependemos de su generosa contribución para seguir ejerciendo un periodismo tradicional. Juntos, podemos seguir difundiendo la verdad.