Cuando comunistas como Mao Zedong, Fidel Castro o Vladimir Lenin derrocaron gobiernos para imponer su control totalitario, ellos siempre fueron parte de una minoría.
Hoy en día en Estados Unidos, en nombre del «progreso», una minoría de la izquierda radical ha llegado a controlar en gran medida nuestro ámbito académico, cómo nos comunicamos por Internet, cómo se reportan la mayoría de las noticias que vemos en la televisión y leemos en los periódicos, e incluso cómo somos gobernados. Mucho de esto se debe a la influencia del Partido Comunista Chino (PCCh) entre las sombras.
Esta minoría de izquierda radical busca proyectar que su visión del mundo es dominante y que ninguna otra voz o idea es válida.
Esta ataca sin reparos a los estadounidenses de buen corazón que creen en la tradición y en Dios, haciéndolos sentir como si fueran una minoría.
La realidad es que los estadounidenses que buscan la verdad y valoran sus tradiciones no solo son la mayoría, sino que también tienen la autoridad moral. Ellos no recurren a la violencia, sino que quieren conocer los hechos en pos de la justicia.
Vemos que esto está sucediendo ahora, ya que, ante las acusaciones creíbles de fraude electoral, estos estadounidenses prefieren que se siga el debido proceso y se revelen los hechos y la verdad.
Estas son personas que respetan la ley del país, la Constitución, y la ley natural dictada por Dios. Ellos están dispuestos a dejar de lado sus propios intereses en aras de la verdad.
Son personas que rechazan la tiranía en todas sus formas y aman a su país y los principios y valores que representa.
Son personas que aprecian su herencia y tradiciones.
Sin embargo, a pesar de ser parte de una mayoría, estas personas son marginadas y consideradas retrógradas por aquellos que buscan silenciar sus voces en nombre del progreso.
¿En qué se diferencia esto de las campañas que los comunistas en China emprendieron contra quienes llamaron “derechistas”, “capitalistas”, “terratenientes” o “tradicionalistas”? Basta con preguntarle a los fundadores de este periódico, quienes vivieron la represión comunista en China.
Hoy en Estados Unidos, en nombre del progreso, se tuerce la verdad y se utilizan la violencia y las amenazas para intimidar.
Como las amenazas que recibió Emily Murphy, administradora de la Administración de Servicios Generales de Estados Unidos, mientras su agencia esperaba los resultados de las elecciones.
En una carta pública, Murphy escribió que había recibido «amenazas por Internet, por teléfono y por correo dirigidas a mi seguridad, a mi familia, a mis empleados e incluso a mis mascotas en un intento por obligarme a tomar esta determinación prematuramente».
De forma similar, los extremistas enmascarados de Antifa y otros simpatizantes del comunismo han utilizado la violencia y la intimidación para silenciar a aquellos a quienes se oponen.
Cuando cientos de miles de partidarios del presidente Donald Trump se reunieron en Washington el 14 de noviembre para una protesta pacífica que pedía integridad electoral, algunos fueron atacados por miembros de Antifa vestidos de negro mientras caminaban por las calles después de acabada la manifestación.
Durante el verano, cuando muchedumbres derribaron los monumentos de nuestra nación y recurrieron a otras formas de violencia y saqueos, muchos de los que crecieron en la China comunista comentaron que les recordaba a la Revolución Cultural.
La realidad es que aquellos que buscan la verdad y la bondad, y que valoran las tradiciones y principios de su nación, son de hecho los que tienen la autoridad moral.
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Elecciones en EE.UU., una batalla entre libertad y comunismo: Editorial
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