En la cultura actual, empapada de feminismo, los hombres son atacados.
En 2018, la Asociación Americana de Psicología publicó nuevas pautas sobre la masculinidad (pdf). La asociación no solo incluyó a los transexuales en la definición, sino que dijo que la masculinidad tradicional era perjudicial para los niños. Como si fuera poco, la compañía de cuidado personal Gillette dio a conocer un comercial que postula que los hombres tradicionales son abusadores, perpetradores e indisciplinados.
El fundamento de estas ideas proviene de la creencia de que los hombres y las mujeres son similares—biológica y relacionalmente—y, por lo tanto, pueden hacer todas las mismas cosas. Aunque puedan disfrutar el uno del otro, no se necesitan el uno al otro.
Nada más lejos de la realidad. Los hombres y las mujeres tienen diferencias biológicas innatas. Estas diferencias influyen en el comportamiento, y debido a ellas, los hombres y las mujeres se complementan de forma inherente tanto profesional como personalmente.
El verano pasado, el Centro de Investigación Pew hizo una encuesta preguntando a 4573 estadounidenses cómo describirían lo que la sociedad valora y no valora en cada género. Los encuestados respondieron con más de 1500 palabras. Cerca de una docena de palabras fueron usadas repetidamente para uno o ambos géneros. Por ejemplo, estas palabras se usaron positivamente:
HERMOSO
HONESTO
ATENTO
PROVEEDOR
FUERTE
COMPASIVO
Estas palabras se usaron generalmente de manera negativa:
PODEROSO
AGRESIVO
PEREZOSO
Las palabras positivas para las mujeres incluían «bella», «honesta», «amable» y «compasiva», mientras que «honesto», «proveedor», «fuerte» y «poderos» se consideraban positivas para los hombres. La palabra «poderoso» se asociaba con los hombres de manera positiva y las mujeres de manera negativa, pero la palabra «compasivo» se asociaba con las mujeres de manera positiva y los hombres de manera negativa. Del mismo modo, «fuerte» se asociaba con las mujeres negativamente y los hombres positivamente y «amable» se asociaba con las mujeres positivamente y con los hombres negativamente.
Con esta información lingüística, se hace aún más claro cuánto se equilibran o complementan los hombres y las mujeres. Profesionalmente, esto está bastante claro (aunque siempre hay excepciones). Los hombres se asocian positivamente con palabras como «agresivo» y «poderoso» porque lo son, y a menudo buscan un trabajo que satisfaga estos rasgos y los utilice para el bien. Por ejemplo, los hombres constituyen más del 80 % de todos los empleos en las fuerzas del orden, el ejército y la construcción, probablemente debido a estos mismos atributos que son vistos negativamente en las mujeres, pero que los hombres utilizan para salvar vidas.
Las mujeres, por otro lado, aportan honestidad, amabilidad y un sentido de poder en el lugar de trabajo, a pesar de que la sociedad está presionando para que las mujeres compitan por roles en campos más dominados por los hombres, como el STEM, la ley y la política; la elección de este año demostró ser exitosa en este intento. Las mujeres obtienen más títulos que los hombres, y hay más mujeres en la fuerza de trabajo, que nunca antes. Aun así, a menudo se ven naturalmente atraídas a trabajos que requieren de medicina y enseñanza, que son los principales campos para las mujeres. Incluso cuando están en la ley y en la política, a menudo abogan por causas como la licencia paga de los padres y el cuidado de la salud.
Estos rasgos ayudan en ocupaciones que requieren una presencia intuitiva y nutritiva.
Recientemente, observé un argumento en las redes sociales que exclamaba que los hombres suelen estar llenos de su propia «masculinidad tóxica», porque carecen de empatía, entre otros rasgos. Eso es un disparate. Los hombres no carecen de empatía, solo la muestran de una manera diferente que las mujeres. La otra cara de la empatía femenina, en un sentido masculino, son sus rasgos de proveedor, que muchos observan en un entorno familiar (incluso si no tiene hijos o familia). La empatía de un hombre puede traducirse en fuerza, que utiliza en tiempos de guerra para mantener a su propia familia y bienes a salvo.
En las relaciones personales, los hombres y las mujeres se equilibran aún más, sobre todo si ambos se sienten seguros, sanos y maduros respecto de: quiénes son y qué necesitan. Los hombres traen su deseo inherente de proveer, proteger y usar su fuerza y estoicismo para su familia. Trabajan a diario, enseñan a sus hijos a jugar a la pelota y entrenan deportes. A menudo esto significa que los hombres pueden concentrarse en una tarea a la vez, mientras que las mujeres hacen malabares con muchas cosas. Aunque los hombres reciben muchas críticas por esto, es bastante valioso. Los hombres también tienden a centrarse en la interacción entre su familia y el resto del mundo, lo cual es bueno, aunque muchas mujeres se quejan de que los hombres no hacen lo suficiente.
C.S. Lewis describió este rasgo en el » Mero Cristianismo» de la siguiente manera:
«Las relaciones de la familia con el mundo exterior —lo que podría llamarse su política exterior—debe depender, en última instancia, del hombre, porque él siempre debe ser, y generalmente es, mucho más justo con los de afuera. La mujer está luchando principalmente por sus hijos y su esposo contra el resto del mundo. La función del esposo es velar para que esta preferencia natural de ella no se convierta en un obstáculo. Él tiene la última palabra para proteger a los demás del intenso patriotismo familiar de la esposa».
Por otro lado, las mujeres tienden a ser naturalmente más amables, cuidadosas, intuitivas y compasivas. Debido a la compasión natural de una mujer, se levantará y amamantará a un bebé en medio de la noche durante meses, incluso años. Irá a trabajar, recogerá a un niño que vomita en la escuela, lo cuidará y luego, desinteresadamente, hará el resto de sus tareas durante el resto del día. Ya sea que una mujer haga malabares con niños, sobrinos o padres ancianos junto con un trabajo y otras responsabilidades, sus rasgos innatos y amables ayudan a equilibrar lo que le proporciona su pareja masculina.
Si bien, puede parecer fácil subirse al carro del «poder femenino» después de que los hombres hayan dominado tantas industrias por tanto tiempo, ese no es el enfoque correcto, ni personal, ni profesional. Los hombres y las mujeres son diferentes, y esas diferencias ofrecen diversas contribuciones en la sociedad, en el lugar de trabajo y en las relaciones personales, que complementan el enfoque de la vida del otro.
Nicole Russell es una escritora independiente y madre de cuatro hijos. Su trabajo ha aparecido en The Atlantic, The New York Times, Politico, The Daily Beast y The Federalist. Síganla en Twitter @russell_nm
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