Una madre a la que diagnosticaron la enfermedad de Parkinson a los 44 años ha compartido los síntomas menos conocidos, como la pérdida del olfato, el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) y la intolerancia al azúcar y la cerveza.
Donna Marshall, de 54 años, dijo que los efectos secundarios, que comenzaron a mediados de sus 20 años, incluían la pérdida del gusto y la incapacidad para tomar cafeína. En la primera semana de abril de este año, Marshall se sometió a una operación de estimulación cerebral profunda, que incluye la colocación de un dispositivo en el cerebro dirigido a determinadas zonas. La esperanza es que el dispositivo alivie algunos de sus síntomas.
La enfermedad es más conocida por provocar problemas como temblores y rigidez. Pero Marshall, de Tunbridge Wells, en Kent, Inglaterra, cuenta que sus síntomas la llevaron incluso a gastar miles de euros en una extravagante exhibición de Halloween cuando su TOC se descontroló.
La pérdida del olfato fue lo primero que notó, años antes de que le diagnosticaran la enfermedad.
«El sentido del olfato fue lo primero que se me fue, tenía unos 26 años», explica Marshall. «No le di mucha importancia, y con eso aparece la falta de gusto por la comida».
Otros síntomas no empezaron a manifestarse hasta pasados otros 16 años, cuando Marshall estaba paseando en Año Nuevo y notó que le temblaba la mano.
«Caminaba por la playa de la Isla de White. Me miré la mano y me temblaba, me pregunté por qué. Obviamente, ahora lo sé, era Parkinson», dijo Marshall.
La intolerancia a los estimulantes, como la cafeína y el azúcar, es otro de los muchos síntomas de la enfermedad con los que Marshall ha tenido que aprender a lidiar. «Cualquier estimulante no es bueno para mí, así que cualquier cafeína, azúcar, obviamente lo que hay en la cerveza. … Todo eso estimula y agudiza el Parkinson», afirma.
Uno de los impactos menos conocidos del Parkinson es el TOC, que puede ser un efecto secundario de la medicación necesaria para combatir la enfermedad. Desde que se le diagnosticó, Marshall ha conocido a varias personas que también luchan contra el TOC.
El TOC que padece Marshall cobró toda su fuerza el pasado Halloween, cuando decidió convertir su jardín en una atracción embrujada.
Marshall dijo: «Normalmente la gente se limita a poner una calabaza. Yo me puse manos a la obra. Me gasté miles de libras en bailarines profesionales y convertí el jardín delantero en un enorme cementerio. Fue fantástico, a todos los niños les encantó, pero yo no necesitaba ir tan lejos y eso es lo que hace [el TOC] por desgracia».
La madre de Marshall, Margaret, también padecía Parkinson, y tuvo que ver cómo la enfermedad se apoderaba de ella. Margaret falleció a los 80 años, tras permanecer en estado vegetativo durante los últimos seis años de su vida.
«La alimentaban a través de una sonda de alimentación, que mirándolo en retrospectiva es lo peor que le podía haber pasado», dijo Marshall. «Siguió viva solo gracias a la intervención médica, y luego la decisión de quitarle la sonda recayó sobre nosotros como familia, que es lo peor que alguien ha tenido que hacer».
Marshall intenta que su hija Beau, de 9 años, no vea el lado debilitante de la enfermedad. «Me levanto temprano y me tomo las pastillas en el sofá viendo la tele hasta que estoy lista para trabajar con normalidad», explica.
El peor síntoma que Marshall afirma padecer es la distonía, un trastorno neurológico que afecta drásticamente a su vida cotidiana. La distonía incluye una serie de espasmos musculares que causan malestar físico y dolor, y que a veces pueden durar horas.
Nos cuenta: «Para mí, lo peor de tener Parkinson es la distonía, porque tengo calambres en los pies y luego en la espalda. No puedo andar en absoluto, ni siquiera puedo poner un pie delante del otro. Lo más duro para mí es no poder seguir un estilo de vida normal. … Las cosas cotidianas que uno haría normalmente [son] difíciles para alguien con Parkinson. Subir las escaleras, preparar una taza de té, comer, todo eso».
Aconseja a las personas a las que se diagnostica Parkinson a una edad temprana que intenten encontrar a otras que padezcan la enfermedad con las que hablar, y añade que el trastorno «se manifiesta de forma diferente» cuando la persona se hace mayor.
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