Michael McElhattan, de 46 años, viajó atrás en el tiempo cuando entró en un granero el pasado octubre y encontró un DeLorean en su interior. Como si de una cápsula del tiempo se tratara, el coche que se hizo famoso en la película «Regreso al futuro» exhibía algunas de sus características originales más raras en este hallazgo de granero.
En cuanto al tiempo, su propietario, Dick, de 90 años, había pasado poco tiempo en él desde que compró el DeLorean (o DMC 12) en 1991. El tacómetro marcaba menos de 1000 millas. Así que la ilusión del viaje en el tiempo era bastante convincente, aunque no del todo.
El DeLorean tenía problemas relacionados con el tiempo que demostraban su edad. La forma en que estaba descuidado y se había convertido en «uno con el granero» era notablemente obvia. Pero McElhattan estaba entusiasmado con este hallazgo.
McElhattan es el propietario del DeLorean Midwest en Crystal City, Illinois. Se dedica exclusivamente al anticuado DMC 12. «Nada llama tanto la atención como un DeLorean», dijo a The Epoch Times. «Es simplemente un coche que te hace sentir bien y que es extremadamente reconocible, tanto si tienes 90 años y recuerdas el bombo de estos coches, como si eres joven». Tras 17 años en el negocio, DeLorean Midwest ha atendido unas 1250 revisiones.
Los DeLorean causaron sensación con sus extravagantes carrocerías de acero inoxidable cepillado, sin pintura, puertas de ala de gaviota y líneas inconfundibles. Es un error pensar que el acero inoxidable los hacía más pesados, dice McElhattan. Los diseñadores de Lotus utilizaron un bastidor de acero de calibre fino reforzado con fibra de vidrio que reducía el peso. Sin imprimación ni pintura, el acero inoxidable solo pesaba medio kilo más por panel.
Pero fue la película de Michael J. Fox de 1985 la que lanzó el coche a la estratosfera, convirtiéndolo en un clásico de culto en Estados Unidos.
McElhattan llegó al granero de Dick en Dousman, Wisconsin, a 100 km de Crystal City, con otro aficionado al DeLorean y restaurador, Kevin Thomas. Thomas contribuiría a desentrañar la historia del coche poniéndose en contacto con los propietarios originales. Los dos hombres se reunieron con Dick, que tenía 90 años pero aún se movía y seguía siendo avispado. Compartieron unas cervezas en el lujoso bar de su salón antes de dirigirse al granero para ver el DeLorean.
«Lo que realmente me cautivó de este coche es que es una cápsula del tiempo completa del 81», dijo McElhattan, hablando del coche de 42 años con tan solo 977 millas en su tacómetro.
En cuanto a las piezas, estaba «físicamente intacto de fábrica».
«Como el millaje es tan bajo, no creo que a ese coche le hayan cambiado nunca ninguna pieza. Los neumáticos eran originales», dijo, señalando el grosor inusual de las bandas de rodadura.
Lo que preocupaba era el interior o, mejor dicho, lo que vivía en el interior. El coche se había convertido en un condominio para ratones. Al abrir las famosas puertas de ala de gaviota del DeLorean, los vio corretear y, admite, era la primera vez que lo veía. Tenían nidos detrás de los paneles, corrían por la consola y se escabullían detrás del radiador. Esperaba que el viaje de vuelta a casa en el remolque las desalojara.
No hace falta mencionar el olor del interior, porque era demasiado real. Había excrementos de ratón por todas partes. Estaba claro: este coche necesitaba una limpieza a fondo para salvarlo.
Dick también contó la historia del DeLorean. Los DeLorean estaban en su apogeo en 1981, cuando el concesionario Hall Chevrolet era distribuidor de Chevy-DeLorean en Milwaukee, Wisconsin. Fueron los primeros propietarios del coche y lo conservaron mucho después de la famosa desaparición de la empresa DeLorean en el 83, dos años antes de que la emblemática película «Regreso al futuro» iluminara la gran pantalla.
La empresa era estadounidense, pero todos los DeLorean se fabricaban en una planta de Belfast (Irlanda del Norte). Desgraciadamente, el dólar era débil frente a la libra esterlina y eso hizo subir el precio.
«Las ventas no eran las esperadas», afirma McElhattan, experto en DMC 12. «En octubre del 82, John DeLorean fue arrestado por cargos de drogas, y eso realmente cerró la fábrica».
A pesar de todo, el concesionario quería quedarse con un DeLorean, tal vez para ver si subía de valor, dijo McElhattan. Entonces, en 1991, decidieron desprenderse de él. Dick, que entonces tenía unos 50 años, compró el coche en perfecto estado.
«Simplemente pensó que era un coche interesante», dijo McElhattan. «Dijo que le gustaba mucho su aspecto.
«En realidad nunca lo condujo mucho.
«Después de tenerlo unos años, se preguntó por qué lo había comprado, porque no le gustaban mucho los coches.
Así pasó el tiempo.
Una década se convirtió en tres y el coche se descuidó a medida que Dick envejecía. Lo guardaron en un granero polvoriento, los neumáticos de fábrica se desinflaron y las llantas se hundieron en el suelo. Entonces -ya sabes cómo es- llega un sobrino para ayudar a su tío a vender el desorden del granero. Ese sobrino era Mark.
Mark se puso en contacto con DeLorean Midwest en septiembre y, he aquí, otro DeLorean había emergido de la noche de los tiempos, uno de los 9080 que se han fabricado.
Después de intercambiar ofertas y contraofertas con Mark, McElhattan y Thomas estuvieron encantados de compensar a Dick por el hallazgo. Lo llevaron al taller. Lo ventilarían e intentarían hacer girar el motor.
McElhattan publicó sobre el nuevo descubrimiento en su canal de YouTube, «DeLorean Nation». Y se hizo otro descubrimiento.
«El hijo del propietario original reconoció la matrícula y dijo: ‘Creo que ése podría ser el coche de mi padre'», dijo McElhattan. «Kevin compartió el número de bastidor con él». El antiguo propietario confirmó el millaje e incluso envió la factura de venta original de 1991 en la que se menciona a Dick.
Fue casi como viajar al futuro.
Ahora, DeLorean Midwest tiene grandes planes para restaurar por completo y promocionar este hallazgo de granero. Ya ha levantado una gran expectación mediática. La restauración durará un año.
Cuando se le preguntó por qué los DeLorean han perdurado atemporalmente en los corazones de tantos, McElhattan dijo: «Son reconocibles al instante y simplemente te ponen una sonrisa en la cara».
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