En «Literatura: Introducción a la ficción, la poesía y el drama», el voluminoso libro de literatura inglesa de nivel avanzado, X.J. Kennedy comienza con el análisis de la fábula. Naturalmente, menciona al más famoso representante de este género, Esopo (alrededor de 620-560 a.C.)
Poco se sabe de la vida de Esopo, aparte de que era griego —algunos discuten su propia existencia—, pero muchas de las 584 fábulas que se le atribuyen nos siguen resultando familiares. Los niños aún leen o escuchan «La tortuga y la liebre», «El niño que gritó lobo», «La zorra y las uvas» y «El perro y el lobo».
Como escribe Kennedy, una fábula es «una historia breve que expone una punzante afirmación de la verdad». Los personajes de las fábulas «pueden ser animales parlantes (como en muchas de las fábulas de Esopo), objetos inanimados o personas y seres sobrenaturales (como en ‘La cita en Samarra’)».
Estas cualidades hacen que la fábula sea un bien cultural fácilmente transferible. Los cuentos de Esopo, por ejemplo, han pertenecido al mundo durante mucho tiempo. En el siglo X, por ejemplo, se publicó una colección de fábulas del griego en Asia Central en lengua uigur. En el siglo XVI, los misioneros portugueses introdujeron a Esopo entre los japoneses.
Otros fabulistas también han encontrado popularidad fuera de sus propios países. Tal vez el más destacado sea Jean de La Fontaine, cuyas colecciones de finales del siglo XVII se convirtieron en clásicos literarios y siguen siendo familiares no solo para los niños franceses, sino también para otros al rededor del mundo.
Al igual que sus personajes, las verdades morales de estos cuentos cortos también atraen a un amplio espectro de culturas. Tanto si eres de las orillas del río Ganges como de las montañas de Colorado, entiendes el mensaje de una fábula como «La hormiga y el saltamontes». La hormiga trabaja duro durante todo el verano preparando su despensa para los crueles meses de invierno, mientras el saltamontes toca alegremente su violín y se ríe con sorna de la trabajadora hormiga. Cuando llegan las tormentas y la nieve, como siempre ocurre, es el saltamontes el que se encuentra hambriento y temblando de frío. La moraleja de esta historia es doble: sé responsable de ti mismo; hay un momento para trabajar y otro para jugar.
La mayoría de los seres humanos reconocen tales ideas como verdaderas.
Una fábula para adultos
Veamos ahora una fábula mucho más moderna, la versión de Somerset Maugham de una antigua leyenda árabe, «Cita en Samarra», que Kennedy incluye en «Literatura». Aquí está en su totalidad:
Habla la muerte: Había un mercader en Bagdad que envió a su criado al mercado a comprar provisiones y, al poco tiempo, el criado volvió, blanco y tembloroso, y dijo: Señor, hace un momento, cuando estaba en el mercado, fui empujado por una mujer de la multitud y, cuando me volví, vi que era la Muerte la que me empujaba. Ella me miró e hizo un gesto amenazante; ahora, présteme su caballo, y me alejaré de esta ciudad y evitaré mi destino. Iré a Samarra y allí la Muerte no me encontrará. El mercader le prestó su caballo, y el criado lo montó, le clavó las espuelas en los ijares y se fue tan rápido como el caballo pudo galopar. Entonces el mercader bajó al mercado y me vio de pie entre la multitud y se acercó a mí y me dijo: ¿Por qué hiciste un gesto amenazador a mi criado cuando lo viste esta mañana? No fue un gesto amenazante, le dije, fue solo un gesto de sorpresa. Me sorprendió verle en Bagdad, pues tenía una cita con él esta noche en Samarra.
Está claro que «Cita en Samarra» no está destinada a los niños. Las fábulas mencionadas anteriormente pueden resultar atractivas incluso para el público preescolar, pero la pequeña joya de la escritura de Maugham es demasiado confusa y aterradora para los más pequeños.
Una mirada más profunda
Sin embargo, he elegido analizar aquí «Cita en Samarra» para por tres razones:
En primer lugar, la pequeña historia de Maugham contiene todos los elementos clásicos de una fábula. Es breve, el lenguaje es sucinto y sin adornos, y la Muerte aparece con forma humana, en este caso como mujer. Aunque la moraleja no se menciona directamente, como ocurre en tantas fábulas —Kennedy pregunta a sus alumnos lectores: «¿Cómo la expresarías con tus propias palabras?»—, la mayoría de nosotros concluiría que el mensaje es que no podemos escapar de nuestro destino, especialmente en lo que respecta a la muerte.
Y a diferencia de algunas fábulas, «Cita en Samarra» plantea algunas preguntas importantes: ¿Qué es el destino? ¿Creemos en el destino o en el libre albedrío? «Soy el dueño de mi destino», escribió el poeta William Ernest Henley, «soy el capitán de mi alma». La fábula de Maugham nos desafía a considerar la verdad de esa audaz proclamación.
Por último, he decidido profundizar en «Cita en Samarra» por su fuerza. He leído las palabras de Maugham en numerosas clases, lo he mencionado en algunos de mis escritos y he contado esta historia a amigos y familiares. A pesar de estas muchas repeticiones, esta fábula sigue produciendo un escalofrío cada vez que la leo, asombrándome por su precisión literaria y el golpe de gracia del final.Un tesoro de nuestra cultura
Un tesoro de nuestra cultura
Aunque vivimos en una época de tormentas culturales y relativismo moral, la sabiduría intemporal de las fábulas puede servir de contrapeso y anclaje para nuestros hijos. «El lobo y el perro» de Esopo, por ejemplo, enseña una lección muy necesaria sobre la importancia de la libertad. «El león y el ratón» subraya la importancia de la bondad, mientras que «La liebre y la tortuga» recuerda a los lectores que «la carrera no siempre es para los rápidos».
Conocer algunas de estas fábulas también nos conecta más profundamente con el pasado. Hace décadas, una amiga le dijo a una chica que conocía: «Yo soy el saltamontes y tú eres la hormiga», un comentario que pretendía ser un desprecio, aunque cuando lo dijo aparentemente olvidó que es el saltamontes el que se muere de hambre. Pero al menos ambas conocían esta historia.
Podemos educar fácilmente a nuestros hijos con esta sabiduría. Nuestras bibliotecas y librerías están repletas de estas colecciones —solo mi biblioteca tiene más de 20 libros de fábulas de Esopo— y muchos de estos libros están bellamente ilustrados, lo que aumenta su atractivo para los jóvenes. Si a los niños les gustan los vídeos, se pueden encontrar docenas de sitios que promueven las fábulas a través de dibujos animados y lecturas dramatizadas en línea.
Démosle este regalo a nuestros hijos, y les durará toda la vida.
Jeff Minick tiene cuatro hijos y un creciente pelotón de nietos. Durante 20 años, enseñó historia, literatura y latín a seminarios de estudiantes educados en casa en Asheville, N.C. Es autor de dos novelas, «Amanda Bell» y » Polvo en sus alas», y de dos obras de no ficción, » Aprendiendo sobre la marcha» y «El cine hace al hombre». Actualmente, vive y escribe en Front Royal, Va. Visite JeffMinick.com para seguir su blog.
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