En la cultura actual, la izquierda moderna domina las discusiones sobre los derechos de los homosexuales, el ambientalismo, asuntos trans, la mujer en el trabajo, el multiculturalismo, la diversidad racial, los cómics de DC y Marvel, Hollywood, Sillicon Valley, la NFL, el arte postmoderno—la lista continúa en una muestra infinita de lugares comunes de la justicia social y señales de virtud.
Es imposible mantenerse al día porque esto está diseñado deliberadamente para consumir cada aspecto de nuestras vidas. Tantos movimientos de justicia social pueden no parecer estar relacionados, pero nada más lejos de la verdad.
Lo que complica el asunto es que la ideología de izquierda es difícil de precisar, aún más porque sus partidarios confunden y engañan a propósito. No obstante, esta no es la única razón; se supone que tal ideología es fluida, adaptable y cambiante cuando se necesite, especialmente cuando falla (de lo cual hay incontables ejemplos en la historia). Aunque los izquierdistas nunca admiten estos fallos, y culpan inevitablemente a sus oponentes, se han vuelto expertos en moverse de un objetivo al siguiente, sin revelar su identidad.
Para cuando uno se da cuenta, generalmente ya es muy tarde—se debe aceptar que la izquierda está dispuesta a incendiar todo antes de darse por vencida. Solo el individuo más observador o informado puede darse cuenta antes de que vaya muy lejos—la persona que cree que la ideología de izquierda es de algún modo benevolente o que está mal aplicada ciertamente no podrá.
Un término popular que describe a esta estrategia fluida es «marxismo cultural». Aunque la izquierda es rápida para decir que esto es una «teoría conspirativa» (como casi todo lo que niegan), es una buena manera de describir cómo se ha ido transformando la izquierda con el paso de las décadas, aunque se debe tener cuidado de definirlo apropiadamente.
Sin duda, la izquierda moderna se enfoca en gran parte en la cultura, aunque esto no está tan alejado de Karl Marx y Friederich Engels como uno podría imaginar. Por el contrario, los izquierdistas modernos han llevado a la clásica crítica cultural marxista mucho más allá.
El Manifiesto Comunista era muy abierto en cuanto a transformar culturalmente a la sociedad, así lo establece en el capítulo dos. Aquí Marx y Engels dejaron muy claro que buscaban abolir la nación, la religión y la familia. Ellos dicen que «el comunismo abole las verdades eternas, toda religión y toda moral».
Además de literalmente decir que abolirían la familia, continúan explicando: «El disparate burgués sobre la familia y la educación, sobre la sagrada correlación entre los padres y el niño, se vuelve tanto más desagradable, y más, por la acción de la Industria Moderna». A continuación dicen: «El burgués ve a su esposa como un mero instrumento de producción» y continúa para desestimar cómo «a los comunistas se les reprocha aún más el querer abolir los países y la nacionalidad».
Que alguien pueda disputar el foco cultural del marxismo, cuando desde su mera concepción ha sido tan transparente, es bastante asombroso. Es más, yo me cuestionaría si ha cambiado algo en este sentido, incluso diría que se ha expandido con el tiempo. Lo que ha cambiado en realidad es una cuestión de semántica. En el fondo, se trata de dos escuelas de pensamiento dentro de los círculos marxistas, que comenzaron casi tan pronto como el marxismo mismo. Los primeros revolucionarios marxistas creían que el comunismo solo se logrará a través de la lucha violenta. Por el contrario, a los marxistas gradualistas no les gusta este método, ellos creen en una transición gradual al comunismo transformando a la sociedad desde dentro.
Cualquiera con un mínimo de conocimiento histórico y honestidad reconocerá que el marxismo revolucionario ha sido un desastre total. Ha provocado que cerca de un tercio de la población mundial sufra horrendamente bajo el comunismo, causando unas 100 millones de muertes (número conservador) en sangrientos, brutales y crueles actos de democidio. Hasta hoy en día, aún hay países como Corea del Norte y Cuba que viven en la agonía de este sistema. Otros países, como China y Vietnam, han tomado pasos significativos hacia la reforma, pero son aún Estados unipartidarios socialistas altamente represores y antidemocráticos.
Aunque muy pocos sepan de la historia del comunismo revolucionario, aún menos son los que saben sobre la forma gradualista que tomó. Existió antes de que la revolución rusa condujera al primer Estado comunista, particularmente los fabianos en Inglaterra y los mencheviques en Rusia, de los cuales Leon Trotsky es el ejemplo más prominente. Los mencheviques disentían ferozmente con sus contrapartes bolcheviques sobre si debían tomar un enfoque revolucionario o gradualista. Cuando los bolcheviques tomaron el poder en Rusia, estas diferencias se dejaron de lado, aunque los izquierdistas siempre se comen entre ellos al final. Por tanto, Stalin luego purgó a Trotsky y a muchos otros del gobierno.
Aunque hay muchos otros ejemplos de marxismo gradualista, desde György Lukács y su educación sexual en Hungría hasta la larga marcha por las instituciones del italiano Antonio Gramsci, se puede decir que fue la Escuela de Frankfurt la que tuvo una influencia más abarcadora sobre la adaptación cultural moderna de la izquierda. Cuando el partido Nazi llegó al poder, sus miembros fueron exiliados de Alemania y se radicaron en Estados Unidos, llevando con ellos su interpretación cultural del marxismo—la teoría crítica, literalmente el cimiento del pensamiento izquierdista moderno.
La teoría crítica es un patrón fluido que aplica la lucha de clase marxista a cualquier aspecto de la vida, en vez de ser impulsada puramente por la clase económica como los marxistas clásicos establecieron. Donde sea que haya diferencias en la sociedad, esta teoría enseña que la opresión es la causa, abriendo la oportunidad para la lucha de clases en la sociedad, aunque no siempre en el sentido marxista clásico del proletariado contra la burguesía. Debido a la fluidez de esta teoría, la lucha de clases se puede aplicar a cualquier cosa, desde los homosexuales contra los heterosexuales, el hombre contra la mujer, los cisgénero contra los no cisgénero, lo transgénero contra lo heteronormativo, negros contra blancos, y donde sea que se pueda fomentar una división, tal como lo expliqué al comienzo y tal como lo vemos hoy.
El marxismo cultural es una forma muy efectiva de explicar esta técnica porque donde sea que exista cultura, los izquierdistas modernos usan la teoría crítica para sembrar división en la sociedad, que luego pueden usar a su favor. La idea de que esto es alguna clase de teoría conspirativa se basa puramente en que los izquierdistas no usan ese término. Pero ya sea que la izquierda lo adopte o no, es irrelevante. No solo es una forma útil de describir la teoría crítica y a aquellos que la promueven en la sociedad, sino que se vuelve incluso más irrelevante dado que los izquierdistas cambian inevitablemente de nombre cuando se vuelve políticamente conveniente.
Cid Lazarou es un blogger, escritor y periodista independiente del Reino Unido.
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no reflejan necesariamente las opiniones de La Gran Época.
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