Más de 3.3 millones de estadounidenses padecen síndrome de fatiga crónica, según indica un nuevo informe de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos. La última estimación es entre un 25 % y un 75 % superior a la última, publicada en 2015. Entonces, se creía que entre 836,000 y 2.5 millones padecían el trastorno.
En su nuevo informe, los CDC examinaron los resultados de una encuesta del Centro Nacional de Estadísticas de Salud para determinar cuán común es el síndrome de fatiga crónica. En la encuesta se preguntó a los encuestados si un médico o profesional sanitario les había dicho alguna vez que padecían el síndrome y si seguían padeciendo el trastorno.
Se encuestó a más de 57,000 adultos estadounidenses, y alrededor del 1.3% respondió afirmativamente a ambas preguntas.
El informe destacaba que el síndrome de fatiga crónica suele aumentar con la edad y que el trastorno se da con más frecuencia en mujeres y en pacientes blancos no hispanos. Además, los adultos que vivían por debajo del umbral de pobreza tenían más probabilidades de padecer el síndrome, al igual que los que vivían en zonas rurales.
Desglose de las estadísticas
Mientras que el 1.3 por ciento de los encuestados respondió afirmativamente a ambas preguntas, el 1.7 de las mujeres respondió afirmativamente, lo que indica que el SFC es más común entre las mujeres.
Además, los investigadores descubrieron que los adultos mayores de entre 50 y 69 años eran más propensos a responder afirmativamente a ambas preguntas que el grupo de estudio general. Sin embargo, esa probabilidad disminuía a medida que los encuestados alcanzaban los 70 años.
La prevalencia del síndrome de fatiga crónica también varió entre razas. Los estadounidenses asiáticos no hispanos eran los menos propensos a padecerlo (0.7%), mientras que los estadounidenses blancos no hispanos eran los más propensos a responder afirmativamente a ambas preguntas (1.5%). El síndrome era más común entre los negros, con un 1.2 por ciento de respuestas afirmativas a ambas preguntas. Sólo el 0.8 por ciento de los hispanoamericanos respondió afirmativamente.
Cabe destacar que el 2% de los encuestados con ingresos inferiores al 100% del umbral federal de pobreza padecen síndrome de fatiga crónica. Por lo tanto, los datos sugieren que unos ingresos más elevados se asocian a tasas más bajas de síndrome de fatiga crónica.
Por último, los investigadores observaron que las personas que vivían en condados rurales o ciudades con una población inferior a 2500 habitantes tenían más probabilidades de padecer la enfermedad.
Un trastorno complejo
El informe de diciembre arroja luz sobre un trastorno complicado que los médicos entienden ahora que es menos raro de lo que se pensaba.
Según los CDC, los científicos y los profesionales de la salud aún no han identificado la causa del síndrome de fatiga crónica. Los expertos reconocen que el COVID prolongado ha exacerbado el problema, desencadenando potencialmente un cambio en el sistema inmunitario de quienes lo padecen. Otras causas potenciales son las infecciones, el estrés que afecta a la química corporal, los cambios en la producción de energía y la genética.
Los síntomas del síndrome de fatiga crónica varían y su gravedad puede variar a lo largo de la semana o el mes. Junto con la fatiga, una persona puede experimentar los siguientes síntomas:
-Agotamiento extremo tras el ejercicio físico o mental.
-Problemas de memoria o de pensamiento.
-Mareos, especialmente al levantarse después de estar sentado o acostado.
-Dolor muscular o articular.
-Sueño no reparador.
Algunas personas con síndrome de fatiga crónica también presentan síntomas similares a los del resfriado, como dolores de cabeza, dolor de garganta o sensibilidad en los ganglios linfáticos. Otros son más sensibles a la luz, el sonido, los olores o los alimentos.
Dado que no existe una causa establecida del síndrome de fatiga crónica, el diagnóstico puede llevar tiempo. Entre los criterios de diagnóstico se incluyen el agotamiento o la fatiga tan intensos que impiden realizar actividades, no se alivian con el reposo y empeoran con el esfuerzo físico, mental o emocional.
Al comprender quiénes son los más afectados por el síndrome de fatiga crónica, los médicos podrán establecer mejor los protocolos de tratamiento para esas personas.
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