Mascarillas por COVID-19: Una amenaza ambiental que puede durar generaciones

Las mascarillas desechadas también suponen un riesgo de propagación del coronavirus a los recolectores de basura y a las personas que se crucen con ellas

Por POR KEIRON PHILIP ROBERTS , CRESSIDA BOWYER , SIMON KOLSTOE Y STEVE FLETCHER
27 de agosto de 2020 5:50 PM Actualizado: 27 de agosto de 2020 5:54 PM

Cubrir el rostro ahora es un requisito legal en muchos espacios públicos en todo el mundo. Pero incluso antes que se hicieran obligatorias, las mascarillas ya estaban causando problemas de basura en tierra y en el mar.

Durante una limpieza de playa en Hong Kong realizada en febrero se encontraron 70 mascarillas a lo largo de 100 metros de la costa, y una semana más tarde aparecieron 30 más. En el Mediterráneo se han visto mascarillas flotando como medusas.

A pesar que a millones de personas se les ha pedido usar mascarillas faciales, se ha dado poca orientación sobre cómo desecharlas o reciclarlas de manera segura. Y a medida que los países empiezan a levantar las restricciones de bloqueo, se necesitarán millones de máscaras mensualmente en todo el mundo. Sin mejores prácticas de disposición, se avecina una amenaza ambiental.

La mayoría de las máscaras se fabrican con materiales plásticos de larga duración, y si se desechan pueden permanecer en el medio ambiente durante décadas o cientos de años. Esto significa que podrían tener una serie de impactos en el medio ambiente y en las personas.

Riesgo para las personas y los animales

Inicialmente, las mascarillas desechadas pueden correr el riesgo de propagar el coronavirus a los recolectores de residuos, a los recolectores de basura o a las personas en general que se crucen con la basura inicialmente. Sabemos que en ciertas condiciones, el virus puede sobrevivir en una mascarilla quirúrgica plástica durante siete días.

Imagen ilustrativa. (Jasmin_Sessler/Pixabay)

A medio y largo plazo, los animales y las plantas también se pueden ver afectados. Por su gran masa, los residuos plásticos pueden asfixiar los ambientes y romper los ecosistemas. Algunos animales tampoco pueden diferenciar entre los artículos de plástico y sus presas, asfixiándose posteriormente con trozos de basura.

Aunque no se asfixien, pueden generar desnutrición dado que los materiales les llena el estómago pero no les proporcionan ningún tipo de nutrientes. Los animales más pequeños también se pueden enredar en el elástico dentro de las mascarillas o dentro de los guantes cuando se empiezan a romper.

Con el paso del tiempo, los plásticos se descomponen en trozos más pequeños, y cuanto más tiempo esté la basura expuesta en el ambiente, se descompone más. Los plásticos primero se descomponen en microplásticos y eventualmente en nanoplásticos aún más pequeños. Estas diminutas partículas y fibras son a menudo polímeros de larga duración que se pueden acumular en las cadenas alimenticias. Una sola mascarilla puede producir millones de partículas, todas con el potencial de transportar también productos químicos y bacterias a lo largo de la cadena alimenticia —hasta llegar a los humanos.

Las zonas de desechos también tienden a fomentar la acumulación de basura, lo que empeora el problema.

Qué se debe hacer

En marzo, la Organización Mundial de la Salud estimó que se necesitarían 89 millones de mascarillas desechables adicionales en todo el mundo por mes en los entornos médicos para combatir la COVID-19. Además, un estudio reciente del Centro de Innovación de Residuos Plásticos del University College de Londres estimó que la demanda interna actual del Reino Unido es de 24,700 millones de mascarillas al año. Sin embargo, la demanda de mascarillas faciales domésticas en el Reino Unido disminuyó drásticamente, a alrededor de 136 millones al año, si solo se utilizan mascarillas reutilizables.

Pero incluso con el uso de mascarillas reutilizables, depende del diseño específico y la forma que se elige para limpiarlas. El equipo del University College London examinó la fabricación, uso y eliminación de las mascarillas desechables, reutilizables y reciclables con filtros cambiables, para calcular su impacto ambiental global. Ellos comprobaron que las mascarillas reutilizables sin filtros que se lavan en la lavadora tienen el menor impacto en el transcurso de un año.

Además de tener un menor impacto ambiental, las mascarillas reutilizables suelen estar mucho más a la moda. (Anrita/Pixabay)

Las mascarillas para lavar a mano aumentaron el impacto ambiental, ya que, mientras el lavado a máquina utiliza electricidad, el lavado manual utiliza más agua y detergente para cada mascarilla. Los filtros desechables también aumentan el impacto ambiental porque suelen estar hechos de plástico similar al de las mascarillas desechables, por el filtro que se desecha después de cada uso.

Tal vez sea sorprendente que en el documento del estudio se estime que el lavado a mano de las mascarillas reutilizables con filtros desechables tuvo el mayor impacto ambiental en general, incluso más que el uso de mascarillas totalmente desechables.

Con todo esto en mente, deberíamos tomar estas medidas para reducir el impacto del uso del las mascarillas:

  1. Utilice mascarillas reutilizables sin filtros desechables.
  2. Lávelas a máquina regularmente siguiendo las instrucciones del tejido.
  3. Intente llevar una de repuesto de modo que si algo sucede con la que se lleva puesta no se necesite usar o comprar una mascarilla desechable.
  4. Si necesita usar una mascarilla desechable, llévesela a casa (tal vez en una bolsa si se la tiene que quitar) y luego póngala directamente en un recipiente con tapa. Si esto no es posible, colóquela en un recipiente apropiado para el público.
  5. No deposite las máscaras desechables en el reciclaje. Se pueden quedar atrapadas en los equipos especializados de reciclaje y ser un potencial peligro biológico para los trabajadores de la basura.
  6. Haga lo que haga, no arroje su mascarilla a la basura.

Keiron Philip Roberts es investigador en tecnologías limpias de carbono y gestión de recursos en la Universidad de Portsmouth en el Reino Unido; Cressida Bowyer es investigadora principal en la facultad de industrias creativas y culturales de la Universidad de Portsmouth; Simon Kolstoe es profesor principal de atención médica basada en pruebas y asesor de ética universitaria en la Universidad de Portsmouth; y Steve Fletcher es profesor de política y economía oceánicas en la Universidad de Portsmouth. Este artículo se publicó por primera vez en The Conversation.


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