Megaproyectos globales de la Iniciativa de la Franja y la Ruta china se están desplomando

Países de África, Asia y América Latina, miembros de la iniciativa, ya han reportado daños presentes en infraestructuras costeadas y desarrolladas por firmas chinas

Por Rafael Marrero
23 de enero de 2023 5:31 PM Actualizado: 23 de enero de 2023 5:31 PM

Sin caer en cuenta de que la avaricia rompe el saco, varios megaproyectos globales de infraestructura puestos en marcha por China en el marco de su Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés) se están desplomando, literalmente, debido a serias fallas de construcción.

Mayormente enfocada en sus objetivos de crecimiento a nivel mundial y, a todas luces, anteponiendo la cantidad a la calidad, la República Popular China (RPC) no solo está pasando por alto ciertos parámetros cruciales del proceso constructivo, sino también usando materiales, equipos y piezas de mala calidad en muchas de sus obras.

Países de África, Asia y América Latina, miembros de la iniciativa creada en 2013, ya han reportado daños en infraestructuras costeadas y ejecutadas por firmas del gigante asiático: desde fallos en la cimentación, pisos desnivelados y cables eléctricos expuestos hasta grietas en techos y paredes, con sus consecuentes filtraciones, y tuberías de acero defectuoso.

Desde luego, las grandes corporaciones a cargo de tales proyectos no han hecho más que lavarse las manos. Amparadas por el régimen de Beijing, y con la justificación de estar llevando el desarrollo a naciones menos favorecidas, se han desentendido de los justos reclamos. Mientras tanto, las obras colapsan o amenazan con hacerlo en cualquier momento.

En ese proceso, como efecto directo de las malas prácticas, los chinos están poniendo en riesgo no solo la vida de quienes laboran en estos proyectos y los ecosistemas circundantes, sino también las maltrechas economías de países necesitados que un día confiaron en los acuerdos rubricados bajo la susodicha iniciativa.

Megaproyectos defectuosos en Uganda

Al parecer, el continente africano ha sido uno de los más afectados por esta problemática. Según un artículo de The Wall Street Journal (WSJ), la empresa Uganda Electricity Generation Co. (UEGC) identificó más de 500 defectos de construcción en la planta hidroeléctrica de Isimba, construida por China International Water & Electric Corp.

Edificada en el río Nilo Victoria por un costo de 568 millones de dólares, de los cuales 480 millones provinieron de un préstamo del Export-Import Bank of China, dicha central hidroeléctrica está sufriendo averías desde el mismo momento en que entró en funcionamiento, en 2019.

De acuerdo con la UEGC, la corporación china a cargo de la obra no construyó «una barrera flotante [que era necesaria] para proteger la represa de las algas acuáticas y otros desechos, lo que provocó obstrucción de las turbinas y cortes de energía», sin dejar de mencionar «filtraciones en el techo de la casa de máquinas de la planta, donde se encuentran los generadores y las [propias] turbinas».

Otro megaproyecto con serios problemas es la planta hidroeléctrica de Karuma, construida por el contratista chino Sinohydro Corp. Por lo que dijo la UEGC, esta central «lleva tres años de retraso; retraso que los funcionarios de Uganda han atribuido a varios defectos de construcción, incluidas paredes agrietadas».

Pero eso no es todo: además de las fallas en el proceso constructivo en sí, la firma china en cuestión «instaló cables, interruptores y un sistema de extinción de incendios defectuosos que necesitan ser reemplazados».

El colmo de esta situación, sin embargo, es que el Gobierno ugandés ya tuvo que empezar a devolver los 1440 millones de dólares que pidió prestados al Export-Import Bank of China para financiar el proyecto, a pesar de que la planta sigue sin funcionar.

Fieles a su naturaleza, y como era de esperarse, ni China International Water & Electric Corp., ni Sinohydro Corp. han accedido a responder los comentarios vertidos por los ugandeses damnificados en reclamo de los citados proyectos malogrados.

Infraestructuras con desperfectos en Angola

Según el mismo artículo de The Wall Street Journal, las plantas generadoras de energía no han sido las únicas afectadas en África. «En Angola, 10 años después de que los primeros inquilinos se mudaran a Kilamba Kiaxi, un vasto proyecto de vivienda social en las afueras de la capital, Luanda, muchos lugareños empezaron a quejarse de paredes agrietadas, techos mohosos y mala construcción»

Primeramente financiado por un monto de 2500 millones de dólares del Banco Industrial y Comercial de China, y posteriormente refinanciado por el Banco de Desarrollo del mismo país, ese proyecto estuvo a cargo de CITIC Group, firma establecida en 1979 con el apoyo del difunto líder chino Deng Xiaoping y autodefinida como una ventana importante en la apertura del gigante asiático al mundo exterior.

De acuerdo con residentes de Kilamba, además de que la humedad se acumula en las paredes, muchos de los materiales de construcción, incluidas puertas y rejas, son de mala calidad. ¿Qué ha dicho CITIC al respecto? Pues que los moradores del complejo son los culpables por haber hecho renovaciones inadecuadas. Así, sin más ni más.

Al igual que en el caso de los proyectos en Uganda, el régimen chino tampoco ha respondido a las solicitudes de comentarios sobre las críticas a las infraestructuras mal construidas, según el citado artículo.

Obras con problemas en Pakistán

En Asia, uno de los países más perjudicados por las malas prácticas constructivas de China ha sido Pakistán. El ejemplo más llamativo en este caso es la planta hidroeléctrica Neelum-Jhelum, cerrada en 2022 luego de que funcionarios locales detectaran grietas en un túnel que transporta agua a través de una montaña.

Iniciada en 2008 y finalizada 10 años después, la obra fue ejecutada por el consorcio chino Gezhouba Group y la corporación China National Machinery Import and Export; contó con la supervisión de la Autoridad de Desarrollo de Agua y Energía, de Pakistán, y requirió de un presupuesto de 2.89 mil millones de dólares, parte del cual provino de bancos chinos.

Una imagen de archivo de trabajadores paquistaníes y chinos sentados en una excavadora mientras salen de un túnel construido en el valle de Gojal, en el norte de Pakistán, el 25 de septiembre de 2015. El proyecto es parte de la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China. (Aamir Qureshi/AFP/Getty Images)

Según ha trascendido, el presidente de la Autoridad Nacional Reguladora de Energía Eléctrica de Pakistán, Tauseef Farooqi, fue quien advirtió al Senado de su país sobre la posibilidad de que el túnel colapsara «solo cuatro años después de que la planta de 969 megavatios entrara en funcionamiento».

Teniendo en cuenta que «eso sería desastroso para una nación que ha sido golpeada por el aumento de los precios de la energía», al decir de Farooqi, a los pakistaníes no les quedó otra opción que cerrar la planta, hecho que ya les está costando unos 4,4 millones de dólares por mes debido al alto costo de la energía.

Para que tenga una idea del gran fracaso de este proyecto chino en Pakistán, cuyas operaciones, reitero, no sobrepasaron los cuatro años, cabe mencionar que, en sentido general, las plantas hidroeléctricas pueden tener una vida operativa de hasta un siglo.

Proyectos malogrados en Ecuador

En América Latina, Ecuador es, quizás, la nación a la que más le ha tocado lidiar con proyectos malogrados de la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Para empezar, la planta hidroeléctrica Coca Codo Sinclair financiada por China e inaugurada por el mismísimo líder chino, Xi Jinping, en 2016 tiene más de 17,000 grietas debido al acero defectuoso procedente del gigante asiático, según han informado ingenieros locales.

Considerada como la obra de infraestructura más grande jamás realizada en suelo ecuatoriano, con un costo de 2.7 mil millones de dólares, esta planta, la mayor fuente de energía del país, corre un gran riesgo de fallar no solo por las miles de fisuras, sino también porque fue erigida cerca de un volcán en erupción.

En opinión de Fabricio Yépez, ingeniero de la Universidad de San Francisco, en Quito, sencillamente, podrían perderlo todo. «Y no se sabe si eso será mañana o dentro de seis meses». Entretanto, René Ortiz, exministro de energía de Ecuador, ha dicho que, hoy, su país también «está sufriendo por la mala calidad de los equipos y las piezas en los proyectos construidos por China».

La Coca Codo Sinclair, claro está, es un ejemplo de ello. Y por añadidura, hoy se sabe que, desde el inicio, ingenieros ecuatorianos advirtieron a las autoridades involucradas que esta era «una empresa arriesgada debido a su alto costo y ubicación cercana a un volcán activo».

Haciendo oídos sordos a tal amenaza, el entonces presidente ecuatoriano, Rafael Correa, insistió en la construcción de la obra. Para ello, aceptó que el Banco de Desarrollo de China financiara el 85 % de su costo y que Sinohydro se ocupara de su edificación, empleando a cientos de trabajadores chinos entre 2010 y 2016.

La parte más lamentable de esta historia, sin embargo, ocurrió en 2014, cuando 13 empleados, entre chinos y ecuatorianos, murieron aplastados en un accidente de construcción.

Otro de los proyectos sin sentido liderados por los chinos comunistas en Ecuador, es la llamada Ciudad Yachay, una suerte de metrópolis que convertiría a la nación centroamericana en una potencia tecnológica regional. Aunque se expropiaron miles de acres de tierras para construirla, y el Export-Import Bank of China otorgó un préstamo de 200 millones de dólares, lo cierto es que ese megaproyecto nunca se realizó.

Paralelamente, la Contraloría General de la República revisó la construcción de 200 escuelas construidas por chinos, y descubrió que algunos de los edificios presentaban problemas con sus cimientos, pisos inclinados y cables expuestos. Al propio tiempo, se constató que más del 80 % de las instalaciones de un centro de tecnología avanzada están inutilizadas debido a que han presentado fallos estructurales.

Inversión china en África, Asia y América Latina

Como parte de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, a día de hoy, la RPC ha gastado un billón de dólares para expandir su influencia en 150 países de África, Asia y América Latina; países que, además de lidiar con proyectos sin calidad, como los citados, ahora están luchando para poder pagar las enormes deudas contraídas.

Teniendo en cuenta que dicha iniciativa es considerada una trampa, líderes occidentales han alertado sobre la dependencia que entrañan los préstamos chinos para las naciones beneficiarias, en su mayoría empobrecidas. Un dato bastante relevante al respecto ha reflejado que, en 2010, solo el 5 % de tales préstamos caían en manos de países pobres. Hoy, sin embargo, ese número ha escalado al 60 %.

El puerto de Sihanoukville en Camboya, parte de la iniciativa de «la Franja y la Ruta» del régimen chino. (Tang Chhin Sothy/AFP/Getty Images)

Claro, la China comunista sabe que un gran medio para que sus instituciones financieras estatales se abran paso por el mundo, es, precisamente, el conjunto de países menos favorecidos. Eso sí, dichos territorios siempre deben contar con recursos naturales que puedan abastecer al mercado chino y ser capaces de generar empleos para sus contratistas.

Tan descaradamente bien le ha ido a Beijing en esta misión, que, hoy por hoy, ha dejado atrás a Estados Unidos en términos de préstamos y subvenciones a las naciones menos desarrolladas. Según Bradley Parks, director ejecutivo de AidData y coautor de Banking on Beijing, mientras que EE. UU. financia casi todos sus proyectos de desarrollo en el extranjero con ayuda, China actúa más como un banquero.

Es decir, por cada dólar de ayuda a países de bajos y medianos ingresos, el país asiático proporciona nueve de deuda. Estados Unidos, en cambio, por cada dólar de deuda que otorga a esos mismos países, brinda nueve de ayuda.

Acusaciones al principal contratista de la iniciativa china

Según Share America, plataforma del Departamento de Estado de EE. UU. que informa sobre la política exterior estadounidense a todo el mundo, las empresas constructoras de la China comunista también están dañando al medioambiente y amenazando las economías de todo el orbe.

Ese es el caso de la Compañía de Construcción de Comunicaciones de China (CCCC), que no solo está impulsando la expansión militar de la RPC en el mar de la China Meridional, sino también promoviendo la iniciativa de marras, la misma «que promete nuevas infraestructuras a países en desarrollo, pero que, en su lugar, ofrece construcciones de mala calidad, abusos laborales, deudas insostenibles y daños ambientales».

De acuerdo con la citada fuente, la CCCC lleva a cabo megaproyectos de infraestructura a través de sus 34 subsidiarias y, por ser el contratista principal de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, sus afiliados han enfrentado acusaciones de todo tipo: tanto por sobornos y construcción de baja calidad como por explotación de trabajadores.

Según el exsecretario de Estado de Estados Unidos, Michael Pompeo, «muchos proyectos de la Franja y la Ruta pueden parecer buenos al principio, pero los países pronto descubren que el compromiso que el Partido Comunista Chino hizo para cumplir, ya fuera una carretera, un puente o un proyecto de infraestructura, como una presa, a menudo resulta en una auténtica factura».

Posición de EE. UU. frente a los proyectos globales chinos

En vista de la amenaza que representa China para los intereses de Estados Unidos, Washington parece estar dispuesto a reforzar su desempeño en el desarrollo de infraestructura global a medida que aumenta su competencia con el gigante asiático para 2027, fecha en la que pretende entregar proyectos innovadores orientados a cerrar la brecha entre ambos países.

Según un reporte de CNN, el actual secretario de Estado de EE. UU., Antony Blinken, señaló recientemente que «es importante que los países tengan opciones [y] que puedan sopesarlas de manera transparente, con el aporte de las comunidades locales, sin presión, ni coerción».

De acuerdo con la fuente, «el desafío para Estados Unidos llega en un momento precario para la Iniciativa de la Franja y la Ruta», porque, si bien esta ha tenido un impacto en varios países, la escasez de fondos, la preocupación por el exceso de deuda, junto a las citadas acusaciones, han terminado por empañar su reputación. Y eso, desde luego, podría crear oportunidades para nuestro país.

Desde su lanzamiento oficial, a principios del primer mandato de Xi Jinping, los fondos de la iniciativa han impulsado la construcción de puentes, puertos, carreteras, plantas energéticas y de telecomunicaciones en una buena parte del mundo.

Y aunque el 35 % de esas infraestructuras han presentado desafíos de implementación, esto no ha mermado los intereses hegemónicos del gigante asiático. Es más: para 2027, se cree que ha previsto un gasto global total de entre 1.3 y 3.7 billones de dólares para más de 2600 proyectos en todo el orbe.

Está claro que la Iniciativa de la Franja y la Ruta es el mecanismo más fuerte con que cuenta China para tratar de cambiar las reglas del orden mundial. Con las naciones a las que supuestamente ayuda cogidas por el cuello, y sin nadie más dispuesto a frenarla, salvo Estados Unidos, muy pronto podría estar en condiciones de encabezar la gobernanza global.

Por eso es crucial que el mundo concientice qué se esconde realmente detrás de las dádivas ofrecidas por el gigante asiático. Por eso es prioritario que nuestro país le corte el paso con acciones que expongan y frenen sus ardides expansionistas. Así como muchas de sus infraestructuras globales se están cayendo, sus dobles intenciones igualmente deben caer ya por su propio peso.


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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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