Comentario
Enfrentando tanto una epidemia como una recesión económica, China se encuentra realmente atrapada entre una gran roca de recesión económica y una epidemia mortal y extremadamente dura. Y lo que es peor, no hay un camino claro para salir de este horrible aprieto.
Desafortunadamente, la nación de 1,300 millones de habitantes permanece en medio del creciente brote de COVID-19 que comenzó a mediados de diciembre de 2019. El Partido Comunista Chino (PCCh) no actuó tan pronto como podría haberlo hecho. A finales de enero, era demasiado tarde para contenerlo fácilmente. No es exagerado decir que el futuro cercano se ve bastante sombrío en este momento, tanto económicamente como en términos de la epidemia.
El brote sigue expandiéndose
En este momento, no hay un fin del brote a la vista y no hay buenas opciones para detenerlo. Incluso la extensión de la fiesta del Año Nuevo Chino por dos semanas tuvo poco o ningún efecto en la propagación del patógeno. Tampoco los cierres masivos de ciudades enteras en China; hasta 70 millones de personas, una población mayor que la de Gran Bretaña, detuvieron el progreso del brote.
El brote de COVID-19 continúa ampliando su alcance a pesar de los draconianos esfuerzos del gobierno. La perspectiva de que se produzcan miles de muertes más, si no decenas o incluso cientos de miles, es real y cada día es más probable.
Economía en dificultades amenaza la estabilidad
Por otra parte, la economía de China está en dificultades. Primero fueron solo los altos aranceles del Presidente Trump los que disminuyeron la producción y el PBI. Pero a partir de enero, el COVID-19 ha paralizado gran parte de la economía y la nación. Eso tiene enormes ramificaciones para la viabilidad económica y la estabilidad social de China.
La enfermedad amenaza con destruir el corazón de la China comunista moderna: el bienestar de la existencia continua de la clase media. Es la existencia misma de la clase media la que legitima la posición y la autoridad absoluta de ese Partido sobre cada aspecto de la vida china.
No hay «negocios como de costumbre»
Pero como resultado del contagio viral y sus efectos, millones de trabajadores se quedan en casa en autocuarentena o evitan las ciudades por un temor muy racional a la infección. Las cadenas de suministro para los clientes y las industrias mundiales están ahora bajo presión. Los retrasos en la producción son ya un hecho, pero además, Beijing ha anunciado que tal vez no pueda cumplir con los requisitos del acuerdo de Fase Uno. Eso podría provocar una reanudación de los aranceles sobre los productos chinos.
En un esfuerzo por rescatar la economía de un mayor declive, la dirección del PCCh ha ordenado a los trabajadores que vuelvan a sus puestos de trabajo en la fábrica. Sin fábricas en funcionamiento, por supuesto, la producción se ralentiza y los ingresos disminuyen. Muchas empresas están en riesgo de quiebra. Y los tan necesarios medicamentos y suministros médicos, junto con todos los productos de los que el resto del mundo depende de que China proporcione, no se fabrican.
Pertubadoras admisiones
Pero la orden de Beijing a los trabajadores de volver a la fábrica no solo es insensible, es una tontería. Forzar a la gente a volver a las fábricas pone en riesgo la vida de millones de trabajadores. Y, hacerlo solo puede resultar en una mayor expansión del patógeno. Dar prioridad al aumento del PBI a expensas de potencialmente millones de vidas es solo un paso en falso más del PCCh en una serie de mal pasos que condujeron al brote, en primer lugar.
Recordemos que esta decisión se tomó después de varias admisiones inquietantes del régimen chino. Estas incluyen el anuncio de que el virus se está fortaleciendo, que ahora se transmite por el aire, que se están produciendo reinfecciones y que no hay suficientes hospitales o suministros médicos para manejar la creciente carga de pacientes.
Asombrosa estupidez
Dados estos hechos terribles y lúgubres, ¿tiene algún sentido aumentar la exposición entre humanos en este momento? ¿Suena razonable obligar a millones de personas que dejaron las ciudades por las zonas rurales, a volver a las fábricas donde la probabilidad de infección es considerablemente mayor?
La estupidez de este orden es asombrosa. Añadir más víctimas de COVID-19 ¿cómo ayudará a China? ¿Produciendo más bienes en una fábrica cerrada con trabajadores potencialmente infectados alrededor, manipulando ropa, teléfonos inteligentes y otros artículos para ser exportados a Occidente? ¿Qué cliente querrá importar mercancías producidas por trabajadores infectados con una enfermedad mortal y altamente contagiosa?
Demasiadas incógnitas
Las autoridades chinas admiten que no lo saben todo sobre el virus, pero según los últimos informes, el virus COVID-19 puede vivir en una superficie a temperatura ambiente durante nueve días. El sarampión, otro virus altamente contagioso, solo puede vivir 2 horas fuera de un huésped.
¿Y si la vida del COVID-19 es más larga? Algunos coronavirus que solo infectan animales pueden vivir más de 28 días. Forzar a la gente no infectada a volver a las fábricas tiene la palabra catástrofe escrita por todas partes.
¿Creando más víctimas?
No es sorprendente que algunos trabajadores no vuelvan a trabajar. En respuesta, Beijing ha anunciado severos castigos para aquellos que no regresen al trabajo como se les ordenó. Pero si los trabajadores regresan, es probable que sea una solución a corto plazo para el problema del PBI; si es que se puede llamar así, y una maldición a largo plazo para millones de personas.
Si el liderazgo del PCCh es tratar de adelantarse al virus, crear más víctimas no es la manera de hacerlo. Si están tratando de inculcar la unidad dentro del país, solo están logrando lo contrario. La ira contra los líderes locales del Partido y los de Beijing está creciendo, y con mucha razón.
Pero la colosal arrogancia del Partido y los amargos errores nacidos de ella pueden servir a un propósito mayor en la larga historia de China. Puede que finalmente sea la ruina del liderazgo del PCCh y lo que realmente valora, y; alerta de spoiler, no son los trabajadores chinos promedio lo que el Partido dice que quiere proteger.
El liderazgo del PCCh sabe que a medida que las condiciones económicas y la epidemia empeoren, las posibilidades de disturbios entre las masas aumentan. El foco de su ira solo puede dirigirse al todopoderoso y omnisciente Partido que le ha fallado al país. Ese es un drama que el PCCh quiere evitar porque no creen que les gustará cómo termine.
Parecería que la supervivencia es lo más importante para Beijing. Pero esa preocupación parece estar limitada a la supervivencia del Partido. Noticia de última hora para el PCCh: al virus COVID-19 no le importa.
James Gorrie es un escritor y conferencista radicado en el sur de California. Es el autor de «The China Crisis».
Las opiniones expresadas en este artículo son las opiniones del autor y no reflejan necesariamente las opiniones de The Epoch Times.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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