Comentario
China sabe cómo ganarse el favor de figuras políticas, burócratas y líderes de opinión internacionales por debajo del radar, y luego, cuando surge un problema que amenaza los intereses del Partido Comunista Chino, utiliza la influencia encubierta para sofocar las críticas o retrasar una respuesta.
El ejemplo más dañino de la influencia encubierta china en acción es el hecho de que la Organización Mundial de la Salud no exigiera a Beijing, en enero y febrero de 2020, una explicación completa y precisa de la epidemia del virus COVID-19/Wuhan en China, incluyendo su origen. En su lugar, la OMS escupió panaceas médicas y aceptó las evasivas (mentiras) de China.
China se dedicó a fomentar el ego de los funcionarios de la OMS y a crear simpatizantes mediante la financiación de «viajes de investigación». La táctica se llama «captura de la élite». Beijing desarrolló una estrecha relación con el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, y apoyó su nombramiento, a pesar de que no es médico. A finales de enero de 2020, Tedros seguía alabando «el compromiso de China con la transparencia».
La captura de la élite de la OMS por parte de China dio tiempo al PCCh para desviar la culpa y despidadamente dejar que la enfermedad se extendiera por todo el mundo para que China no sufriera sola sus consecuencias.
Washington, D.C. es ahora el escenario de una operación de influencia china abierta que complementa las operaciones encubiertas del PCCh. Su carácter abierto nos da la oportunidad de hacer dos cosas: Primero, detener la operación abierta y penalizar a China, y luego demostrar el amplio alcance y la composición de las operaciones de «influencia» del PCCh.
El 25 de junio, el Washington Post reportó que la empresa tecnológica china Hikvision había contratado a Mercury Public Affairs, una «prominente» empresa de cabildeo de Washington. Hikvision pagará al exrepresentante de los Estados Unidos Toby Moffett (D-C.T.), al exsenador David Vitter (R-L.A.) y a sus equipos para que «se relacionen con miembros de los departamentos de Estado, Tesoro y Comercio» y aborden «cuestiones relacionadas con la Ley de Autorización de Defensa Nacional» que preocupan a Hikvision.
La presión política en Washington D.C. es como las apuestas en Las Vegas: un gran negocio que genera mucho dinero para los peces gordos, normalmente a expensas de los pequeños jugadores (Las Vegas) o de los contribuyentes estadounidenses (D.C.).
Hikvision está pagando abiertamente mucho dinero a nombres poderosos y con contactos porque el gobierno estadounidense está tomando medidas enérgicas contra sus operaciones altamente sospechosas, por varias razones.
Una de ellas es humanitaria: Hikvision se enfrenta a las acusaciones de ayudar a la campaña genocida del PCCh contra la minoría étnica uigur en la provincia occidental china de Xinjiang.
Otra razón es evitar que los servicios de inteligencia chinos penetren en el país. A principios de junio, la Administración Biden afirmó y amplió una orden de la Administración Trump que prohíbe la inversión estadounidense en empresas chinas que apoyan el sector de la defensa china. Esa prohibición afecta a Hikvision, que fabrica tecnología de vigilancia, y a firmas como Huawei Technologies, que fabrica equipos de comunicación y vigilancia.
Las duras sanciones de Estados Unidos irritan al inversor más poderoso de estas empresas, el gobierno chino, controlado por el PCCh.
Durante años, las agencias de seguridad estadounidenses han advertido que la inteligencia china puede utilizar la tecnología digital fabricada en China para espiar en todo el mundo. La Administración Trump acusó sin tapujos a los funcionarios corporativos de Huawei de actividades de espionaje y trató de eliminar la tecnología de Huawei de las redes de comunicación.
Aunque se les prohibió participar en contratos federales en 2018, el artículo del Washington Post citó una fuente que estima que «cientos de miles» de dispositivos Hikvision siguen funcionando en redes de cámaras en todo Estados Unidos.
Las cámaras de reconocimiento facial de Hikvision vigilan a los uigures oprimidos en Xinjiang. La ciudad de Nueva York cuenta con unas 20,000 cámaras Hikvision. ¿Podría Beijing vigilar a los turistas en Central Park? Tal vez no, pero tal vez los activistas uigures, los ciudadanos chinos que el PCCh considera desleales y los estudiantes chinos en Nueva York serían de interés.
El artículo 7 de la Ley de Inteligencia Nacional de China de 2017 establece que las organizaciones y los ciudadanos «apoyarán, ayudarán y cooperarán con el trabajo de inteligencia estatal de acuerdo con la ley».
Por ley, Huawei e Hikvision forman parte del aparato de espionaje e influencia del PCCh.
Es legal hacer presión política en el gobierno de Estados Unidos. Pero, ¿podría una empresa verdaderamente «prominente» de Washington presionar a las agencias federales para dar a un adversario poderoso y cada vez más hostil la oportunidad de espiar y socavar a Estados Unidos?
Es de esperar que el esfuerzo de presión de Hikvision incluya una campaña de relaciones públicas, así como la recaudación de fondos para los legisladores (¿soborno legal?). Las «granjas de contenido» digitales chinas pueden sembrar información favorable a Hikvision que, como un virus, se extienda a los medios de comunicación más importantes. Los think tanks del círculo de poder ofrecerán análisis atenuantes; los profesores universitarios de élite hablarán en nombre de Hikvision.
¿Los análisis y las opiniones se basan en fomentar el ego, los viajes de investigación y el dinero? El público estadounidense merece que se le informe de todo ello.
Austin Bay es coronel (retirado) de la Reserva del Ejército de EE. UU., autor, columnista sindicado y profesor de estrategia y teoría estratégica en la Universidad de Texas–Austin. Su último libro es “Cocktails from Hell: Five Wars Shaping the 21st Century”.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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