Método Wim Hof basado en tres «pilares»: Respiración, terapia de frío y compromiso

Por Emma Suttie
15 de diciembre de 2022 4:25 PM Actualizado: 15 de diciembre de 2022 4:25 PM

Todos hemos oído hablar de esa rara persona capaz de hacer cosas con su cuerpo y su mente que desafían la comprensión científica. Pero ellos son los atípicos, ¿no? Deben poseer algo que el resto de nosotros no tenemos.

Wim Hof, también conocido como el «hombre de hielo», encarna esta idea, y se hizo famoso por su capacidad para tolerar y prosperar en medio de temperaturas gélidas. Acumuló varios récords Guinness por sus hazañas de resistencia y atletismo, sobre todo a temperaturas bajo cero. Atribuye sus habilidades a ejercicios de respiración profunda y a la terapia del frío (exposición al frío que provoca una cascada de beneficios para la salud) que, según él, aprovechan nuestras capacidades innatas como humanos.

¿Cómo lo consigue? ¿Y podemos hacerlo nosotros también?

El método Wim Hof se basa en tres «pilares»: respiración, terapia de frío y compromiso. Gracias a su método, Hof ha sido capaz de hacer cosas que la ciencia creía imposibles. Tiene muchos récords mundiales por sus proezas físicas. A continuación se enumeran algunos de sus récords Guinness.

– Fue capaz de subir hasta los 6000 metros del Everest en pantalones cortos.

– En 2000, batió el récord de nado de mayor distancia bajo el hielo: un total de 188.6 pies. Como referencia, esto es más lejos que medio campo de fútbol en agua helada.

– En 2011, corrió un maratón entero en el desierto de Namibia sin comida ni agua. Quizá lo más destacable es que Hof mantuvo su temperatura corporal central en 98.6 grados, algo inaudito en esas condiciones. Aunque deshidratado tras la carrera, después de beber un poco de agua y un par de cervezas, se encontraba bien, según el médico supervisor.

Quizá el aspecto más convincente de las habilidades de Hof, a través de su descubrimiento y desarrollo de estas técnicas, es que ha sido capaz de dominar aspectos de su fisiología. Hof ha demostrado que puede afectar a la temperatura central de su cuerpo independientemente de las condiciones externas, activar voluntariamente su sistema nervioso simpático e influir en su respuesta inmunitaria.

Hof también aprendió a dominar su respiración. En sólo un par de meses de entrenamiento y práctica, podía introducir tanto oxígeno en su cuerpo que podía permanecer bajo el hielo entre cinco y siete minutos sin respirar.

En un estudio de la Universidad Radboud de Holanda publicado en PNAS en 2014, se entrenó a 12 jóvenes en las técnicas de Hof y se les inyectó una endotoxina de la pared celular de una bacteria. A otros doce jóvenes no entrenados en sus técnicas se les inyectó el mismo componente bacteriano muerto y sirvieron de control. Esta endotoxina suele provocar una respuesta inmunitaria y los sujetos desarrollan síntomas como fiebre y dolor de cabeza. Los científicos que llevaron a cabo el experimento afirmaron que, en los sujetos entrenados, observaron que la liberación de proteínas inflamatorias disminuía significativamente y que experimentaban muchos menos síntomas gripales que los hombres del grupo de control.

Por desgracia, los hombres del grupo de control sufrieron los intensos y desagradables efectos secundarios que la endotoxina provocaría en circunstancias normales: debilidad general del cuerpo, fiebre, escalofríos y dolor de cabeza.

Las técnicas de respiración de Hof también pueden producir una abundancia de la hormona epinefrina (también conocida como adrenalina). Al parecer, utilizando sus técnicas de respiración, Hof es capaz de producir el doble de epinefrina que alguien que hace puenting por primera vez. Los participantes entrenados en el estudio mencionado fueron capaces de producir el doble de la cantidad habitual de epinefrina en el preciso momento en que se les inyectó la endotoxina, coincidiendo con el momento en que empezaron a practicar sus técnicas de respiración.

La epinefrina es una hormona del estrés que se libera cuando se activa el sistema nervioso simpático, es decir, cuando tenemos miedo o estamos en peligro. Cuando el sistema nervioso simpático está activado, suprime la respuesta inmunitaria, razón por la cual las personas entrenadas en el experimento fueron capaces de disminuir la liberación de proteínas inflamatorias y el por qué experimentaron menos síntomas gripales.

Los resultados que obtuvieron los participantes en el estudio son significativos porque existe un consenso general en la comunidad científica de que el cuerpo humano realiza ciertas funciones que no podemos controlar. El sistema inmunitario y el sistema nervioso son dos ejemplos. Hof está demostrando, con éste y otros experimentos, que no es así.

Afirma que utilizando sus métodos, los practicantes pueden conseguir diversos beneficios para la salud, entre ellos:

– aumentar la energía

– aumentar el rendimiento

– aliviar los síntomas de las enfermedades autoinmunes y la fibromialgia

– reducir la presión arterial

– mejorar el sueño

– reforzar el sistema inmunitario

– mejorar la salud mental

– aliviar los síntomas de la depresión

– mejorar la creatividad

– aumentar la fuerza de voluntad

Hof afirma que, con sus métodos, puede enseñar a otros a controlar su cuerpo y su mente como él lo hace, y lleva muchos años enseñando sus técnicas a particulares y profesionales de todo el mundo. Entonces, ¿realmente podemos aprender a controlar nuestro sistema nervioso autónomo y nuestra respuesta inmunitaria? Hof parece creer que sí y demostró en experimentos que puede hacerlo.

Para refrescar un poco la memoria, a continuación se ofrece una breve descripción tanto del sistema inmunitario como del sistema nervioso autónomo, sus dos ramas y cómo funcionan.

El sistema inmunitario innato

El sistema inmunitario es una compleja red de células, órganos y tejidos que trabajan conjuntamente para proteger al organismo de patógenos invasores y enfermedades internas. Existen dos tipos principales de inmunidad: el sistema inmunitario innato y el sistema inmunitario adaptativo.

El sistema inmunitario innato es con el que nacemos y es la primera línea de defensa de nuestro cuerpo contra los patógenos invasores. Sus principales componentes son las barreras físicas, como la piel y las mucosas, que impiden que los microbios entren en el organismo, donde pueden enfermarnos.

El sistema inmunitario adaptativo es el sistema inmunitario de aprendizaje. Construye una base de conocimiento de los gérmenes o antígenos para reconocerlos y liberar anticuerpos contra ellos. Las respuestas inmunitarias adaptativas tardan en desarrollarse con la primera exposición a un nuevo patógeno y dependemos del sistema inmunitario innato para protegernos de las infecciones. La fuerza de nuestro sistema inmunitario adaptativo aumenta con el tiempo a medida que se encuentra con más y más patógenos y desarrolla anticuerpos contra ellos, lo que lo hace más eficaz con el paso del tiempo.

El sistema nervioso autónomo

También se cree que el sistema nervioso autónomo escapa a nuestro control consciente. Hasta hace poco, se pensaba que operaba por debajo del nivel de nuestra conciencia y que funcionaba en segundo plano, manteniéndonos a salvo de los peligros percibidos y asegurándose de que reaccionáramos adecuadamente a los estímulos externos sin que tuviéramos que pensar en ello.

De hecho, la palabra autónomo sugiere que el sistema nervioso está fuera de nuestro control voluntario y se define como automático o inconsciente.

El sistema nervioso autónomo tiene dos ramas: la simpática y la parasimpática.

El sistema nervioso parasimpático también se denomina a veces «sistema de descanso y digestión», que está activo cuando estamos en reposo y actúa para conservar las energías del cuerpo y recuperarse tras un encuentro peligroso o una situación de emergencia, cuando el sistema nervioso simpático está operativo.

El sistema nervioso simpático también recibe el nombre de respuesta de «lucha o huida» y se activa cuando percibimos una amenaza para nuestra salud y bienestar. Estos sistemas eran vitales cuando nuestros antepasados se enfrentaban a ser devorados por animales feroces y necesitaban estar alerta sobre su seguridad personal. Hoy en día, las amenazas a nuestro bienestar son menos dramáticas, aunque no menos importantes. Podemos activar el sistema nervioso simpático preocupándonos por una reunión de trabajo o casi chocando por detrás a alguien en hora punta. El estrés es el desencadenante y un problema común en nuestra sociedad de ritmo rápido y alta presión.

Las investigaciones han demostrado que el estrés continuado y a largo plazo puede provocar diversas consecuencias físicas y mentales y contribuye al desarrollo de enfermedades como la diabetes de tipo 2, la hipertensión y las cardiopatías.

El hecho de que Hof sea capaz de afectar a estos sistemas casi a voluntad es algo que la ciencia aún está intentando comprender. Hof se ha mostrado muy dispuesto a trabajar con científicos deseosos de estudiar cómo es capaz de hacer las cosas que hace, y hay múltiples estudios científicos en el sitio web de Wim Hof.

Lecciones del dolor

Lo que algunos quizá no sepan de Wim Hof es por qué «descubrió» en sí mismo esta capacidad (que, según él, todos poseemos).

Hof conoció a una hermosa mujer española llamada Olaya cuando tenía 22 años y vivía un estilo de vida bohemio en su Amsterdam natal. Se enamoró de ella y tuvieron cuatro hijos juntos. Hof dice que la llamaba «mariposa» por su personalidad viva y extrovertida y su capacidad para hablar con cualquiera. Sin embargo, ella sufría lo que él consideraba una depresión leve al principio de su matrimonio. Cuando llegaron sus cuatro hijos, su depresión pareció empeorar y, como él lo describe, fue como si una «sombra entrara en sus vidas y ella empezara a alejarse porque la oscuridad se apoderaba de todo«.

Finalmente, a Olaya le diagnosticaron esquizofrenia. Hof explica que los médicos y psiquiatras, con diversos medicamentos y tratamientos, no pudieron ayudarla, y su estado mental empeoró.

Una madrugada de 1995, a la edad de 35 años, Olaya besó a sus cuatro hijos —entonces de 7 a 12 años— y saltó desde un octavo piso, acabando con su vida.

Este catastrófico suceso sumió la vida de Hof en el caos y el dolor que sentía casi le consume. Pero, como explica en varias entrevistas sobre el tema, no tuvo tiempo de llorar ni de afrontar el dolor emocional que sentía, ya que ahora estaba solo, con muy poco dinero y cuatro hijos pequeños a su cargo.

Años antes, a la edad de 17 años, había descubierto el frío y el agua fría en particular, pero no fue hasta después de la muerte de su mujer cuando empezó a darse cuenta de su potencial terapéutico.

Dice que un día, paseando por un parque, se sintió atraído por una piscina natural cubierta por una fina capa de hielo y se metió en el agua. Dice que entró profundamente en sí mismo y que aquello le «silenció». Dice que más tarde se dio cuenta de que lo que estaba ocurriendo era una conexión con las partes más profundas de su cerebro, los aspectos más primitivos. Dice que le hacía sentir muy bien, que no sentía el frío y que se sentía poderoso.

Tras el suicidio de su mujer, sus inmersiones en el frío consiguieron algo que no esperaba. Al sumergirse en las aguas heladas, la pena que le atormentaba desapareció y sintió una sensación de paz. Dice que el agua fría le llevó a la quietud, y la quietud de su mente dio a su corazón la oportunidad de descansar, restaurarse y rehabilitarse. Dice que el agua fría le ayudó a curar su corazón roto.

Hof dice que fue en ese momento cuando comprendió los profundos beneficios de las estrategias que estaba utilizando: agua fría, técnicas de respiración y una mentalidad positiva. Su hijo mayor, Enahm, fue quien animó a su padre a convertir sus ideas en un negocio y, deseoso de ayudar a los demás, aceptó. El resto es historia.

Hof afirma desgarradoramente en las entrevistas que no pudo ayudar a su mujer, que entonces no tenía las herramientas. Pero si hubiera sabido entonces lo que sabe ahora, podría haberla ayudado. Ahora, él —un autoproclamado «hombre sencillo»— enseña a psiquiatras, médicos y profesores a hacer lo mismo que él, compartiendo sus técnicas por todo el mundo y sanando corazones y mentes.

Parece que Hof, tras años de práctica y desarrollo, ha adquirido un control casi sobrehumano sobre su mente y su cuerpo y ha descubierto algo que la psiquiatría y la medicina no logró: una salida natural al dolor de la pena y una vía para desarrollar nuevas capacidades humanas.

Aunque muchos se asombran de su dedicación y de la incomodidad que supone lograr tremendas proezas físicas y mentales en condiciones gélidas, Hof dijo que el sufrimiento no es nada comparado con el dolor de un corazón afligido.

Aunque la mayoría le conozca como «el hombre de hielo» por sus habilidades sobrehumanas para controlar su mente y su cuerpo, Hof ofrece lecciones que van más allá del control de la temperatura y la respiración. Todos tendremos una tragedia en nuestras vidas. Todos nos enfrentaremos a la adversidad y, cuando eso ocurre, podemos elegir. Podemos dejar que esas experiencias nos derrumben y nos destruyan, o podemos canalizarlas para convertirlas en algo hermoso.
En el caso de Wim, hizo precisamente eso. Lo que creó está ampliando la comprensión científica del cuerpo humano, la mente  y mostrándonos la resistencia del espíritu humano.


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