En México las elecciones presidenciales se habían normalizado en un proceso que se llamó “transición democrática”. Es necesario recordar esta realidad. Durante las décadas del período de hegemonía del Partido Revolucionario Institucional, PRI —antes Partido de la Revolución Mexicana, PRM y Partido Nacional Revolucionario, PNR—, las elecciones se controlaban desde el gobierno de la República.
Esto cambió con la fundación del Instituto Federal Electoral (IFE) durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, que esbozó la participación de los partidos de oposición y la ciudadanización de los procesos.
En el siguiente gobierno del presidente Ernesto Zedillo el IFE alcanzó su plena independencia, por lo cual dejó de haber cualquier tipo de control de parte del gobierno federal, y el conteo de votos quedó únicamente en manos de los ciudadanos en un proceso complejo pero efectivo, coordinado por el INE.
El hoy Presidente de México —la publicidad gubernamental suprimió el uso de la palabra “República”— proviene de las filas de aquel viejo PRI hegemónico. En su visión, sin que nunca lo haya demostrado, los “fraudes electorales” continuaron.
La fusión de la corriente del viejo PRI y la izquierda beneficiada por la amnistía y la apertura del régimen después de la llamada “guerra sucia” de los 70 —década en la que hubo sectores de las izquierdas que alimentaron la guerrilla rural y urbana—, creó un partido cada vez más competitivo electoralmente.
Así se llegó hasta que Andrés Manuel López Obrador alcanzara un triunfo sólido conquistando la presidencia, al frente del Movimiento de Regeneración Nacional, Morena, un Partido escindido del Partido de la Revolución Democrática (PRD), que hoy se encuentra en la oposición junto al Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido Revolucionario Institucional (PRI), aunque con un protagonismo disminuido.
El presidente se ha desgastado a pesar del costoso aparato de propaganda gubernamental a su servicio, que incluye una conferencia de prensa matutina televisada diariamente, con una mayoría de periodistas adictos al régimen, con la cual se marca la agenda pública y se proyecta la imagen presidencial.
El culto a la personalidad del Presidente ha bordeado niveles semejantes a las prácticas de las dictaduras comunistas. A pesar de ello, actualmente según Mitofsky, una prestigiada empresa encuestadora —la cual ha tenido señalamientos de estar al servicio del gobierno—, tiene 53 por ciento de popularidad y con una tendencia decreciente.
Por lo tanto, el presidente se encuentra en índice de popularidad por debajo de todos los presidentes en un tiempo similar, desde Salinas de Gortari. Esto con excepción de Enrique Peña Nieto quien sufrió un severo derrumbe, que lo puso en 25 por ciento.
Esto influye en su necesidad de intervenir en las elecciones. La oposición se queja de esta ilegalidad, pero la autoridad electoral no ha podido poner freno a este desbordamiento presidencial.
Sin embargo, no se trata del único punto cuestionable hacia las elecciones del dos de junio. En particular, quienes encabezan el INE han puesto en duda su imparcialidad al ser unas autoridades muy laxas frente al intervencionismo presidencial y las patentes faltas a la norma por parte de la candidata oficial, quien ha tenido un exceso de propaganda desde su larga marcha a la candidatura, que sobrepasaría los límites establecidos de gasto electoral.
Tampoco se sabe acerca de la impresión de boletas electorales, pues se denunció en medios de comunicación que no todas estaban impresas en Talleres Gráficos de la Nación, que mantiene protocolos muy específicos, mismos que no se estarían cumpliendo en empresas maquiladoras involucradas.
Si bien, debe decirse, la oposición no ha hecho su trabajo en éste y otros puntos. Así como durante todo el sexenio dejó que desaparecieran los anuncios que anteriormente señalaban que los programas sociales no pertenecen a ningún partido político, ahora es débil su denuncia de aspectos negativos por parte del gobierno, los cuales son una mancha previa de las elecciones.
Es conocido que el grupo gubernamental “Los servidores de la nación” presiona a los beneficiarios de los programas sociales para que voten por Morena con el argumento de que la oposición va a “desaparecerlos”.
Además, se induce al culto a la personalidad del presidente al atribuir a su persona el pago de pensiones y se dice que se le debe agradecimiento, cuando se trata de prestaciones constitucionales.
La candidata opositora Xóchitl Gálvez desperdició el momento de su sorpresiva irrupción, con todos los reflectores encima al confrontarse con el presidente, para exponer la violación a la dignidad de los beneficiarios de los programas sociales.
Su hincapié fue dedicarse a contar cada vez que podía la historia personal de los tamales y las gelatinas, lo cual fue utilizado en una campaña negra en su contra donde la historia era contada como si ella se hubiera hecho millonaria por ese hecho y mucha gente de la población así lo ha asimilado.
El hecho es que los partidos de la oposición y los asesores de la candidata opositora han sido demasiado pasivos respecto a anomalías pre electorales. Y el INE por su parte ha sido también tibio en este sentido. Por parte del gobierno federal, cuya candidata exhibe una supuesta gran ventaja en las encuestas, está manchando, en un retroceso muy grande, una elección que insisten ya está ganada de antemano, por lo cual no se explica su actitud.
La candidata opositora Xóchitl Gálvez debe vencer demasiados obstáculos para pretender dar la sorpresa con un triunfo inesperado, cuya perspectiva no debe cancelarse de antemano. La candidata oficial, Claudia Sheimbaum, es reconocida por tener más cualidades que las mostradas en esta campaña, haciendo dudar acerca de su autonomía y capacidad real para ejercer la presidencia, cuyo próximo periodo se advierte con condiciones financieras difíciles para el gobierno en turno.
La incertidumbre electoral rebasa lo propio acerca de quién va a ganar la presidencia, para convertirse en una sombra ominosa, acompañada además de la intromisión violenta del crimen organizado. De esa manera viene un mes difícil en lo político y no se sabe si va a ser posible se conjure la amenaza de una futura inestabilidad política.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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