¿México se encamina a ser un Estado fallido?

Por Gerardo De la Concha
21 de septiembre de 2024 5:00 PM Actualizado: 21 de septiembre de 2024 5:22 PM

Opinión

El gobierno de Estados Unidos restringe los viajes de sus ciudadanos a México al declarar como inseguros a 30 estados del país, prácticamente todo el territorio nacional con excepción de la Ciudad de México y, curiosamente, Nuevo León, al que salva en detrimento de Yucatán, el estado del cual las autoridades locales y nacionales presumen como seguro.

En realidad esto parece una respuesta oficial estadounidense al barroco mensaje del presidente Andrés Manuel López Obrador que responsabiliza a Estados Unidos por la actual violencia en el estado de Sinaloa.

Y es que de acuerdo a su concepción —sin que lo haya probado—, el presidente mexicano considera que la detención del narcotraficante del Cártel de Sinaloa, Ismael el Mayo Zambada fue totalmente un operativo estadounidense, realizado unilateralmente sin tomar en cuenta a su gobierno.

Y a causa de ello estalló la violencia que mantiene a Culiacán y otras zonas en un estado de sitio al enfrentarse dos facciones del poderoso Cártel sinaloense que es ya una de las trasnacionales criminales más importantes del mundo.

La responsabilidad mexicana en mantener la gobernabilidad de su territorio es ignorada cuando se echa la culpa de una más de las situaciones violentas en ese estado del norte a causa de los narcotraficantes, al país vecino.

Y es que el cruce ya está hecho: la inseguridad creciente en México ya se combina con una real ingobernabilidad en donde el Estado mexicano no sólo es fallido, simplemente está borrado, ya está siendo inexistente.

Se puede decir que la situación se le fue de las manos al gobierno federal, pero es algo más grave, pues se trata del derrumbe de una seudo estrategia que se sustentó en una frase: “abrazos, no balazos”.

Las funciones principales del Estado mexicano se han deteriorado durante el sexenio obradorista: salud, educación, política exterior y, sobre todo, la seguridad.

Si bien hubo una herencia de inseguridad que fue creciendo con políticas equivocadas de los anteriores gobiernos, la realidad es que el gobierno del presidente López Obrador, al optar por la pasividad, eligió el deterioro del Estado mexicano.

Y es que el presidente, que está a unos días de abandonar el poder, nunca entendió la diferencia entre gobierno y Estado. Una política pasiva en materia de seguridad es un equívoco a nivel gobierno, pero como Estado es una traición de sus principios constitutivos, por lo tanto, es una destrucción del Estado, el surgimiento de un Estado fallido.

En este aspecto la responsabilidad del presidente López Obrador es grande. Al dejar el poder el expediente va a estar abierto. Si deriva en responsabilidades penales está por verse, tanto en México como en Estados Unidos.

Y es que a pesar de la demolición del estado de derecho en México con el derrumbe de la independencia del Poder Judicial, hay todavía espacios para que se radiquen procedimientos judiciales, aunque en Estados Unidos tienen todo el tiempo del mundo.

Los gobiernos anteriores —más profesionales— siempre tuvieron la visión —con excepciones como la de Genaro García Luna— de que el narcotráfico en México no sólo es un problema de seguridad pública, sino corresponde esencialmente por sus implicaciones con el país vecino —la mayor potencia del mundo—, a una cuestión de seguridad nacional.

Todo indica que Estados Unidos, ya sea con Kamala Harris y los demócratas, o Donald Trump y los republicanos, están dispuestos a recordarle a México dicha condición ineludible cuando se habla de narcotráfico: es un problema de seguridad nacional para ellos, pero también para nosotros.

Así que el nuevo gobierno federal arranca con un problema de grandes dimensiones que no puede ser solucionado con retórica: la inseguridad producto del crimen organizado —compuesto básicamente por Cárteles del narcotráfico—, es un asunto prioritario de seguridad pública, de seguridad nacional y también una cuestión económica.

Y ante este problema que se ha convertido en una papa caliente no se le puede dar un trato propagandístico, todo mundo está harto de la retórica presidencial en la materia: nada de que las causas y las abuelitas y dejar hacer a los criminales lo que quieran para evitar la guerra y los narcos son seres humanos y aquí cuidamos a todos bla bla bla bla.

La población mexicana, la gente de pie en las zonas más inseguras, todos los que van a sufrir afectaciones al ser declarado nuestro país como un país restringido para los visitantes de Estados Unidos o por la huída de empresas e inversiones por la inseguridad, tienen derecho a exigir seriedad de su nuevo gobierno.

Estamos a un paso de convertirnos en un Estado fallido. Esta perspectiva no es una especulación, es lo que sigue después del caos en el que estamos sumidos. Aquí no hay colores de partidos o ideologías o retóricas presidenciales baratas, aquí hay una responsabilidad histórica. No puede ser, ni debe ser, que ésta sea la transformación heredada y finalmente juzgada.


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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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