Comentario
Las Cinco Grandes —Amazon, Apple, Facebook, Google y Microsoft— controlan esencialmente América. En Estados Unidos, la pandemia provocó el cierre permanente de 200,000 empresas. La gente perdió su trabajo, su sustento, y muchos fallecieron.
Pero la pandemia no afectó a las Big Tech o grandes empresas de tecnología. De hecho, de forma bastante perversa, parece haber ayudado. Amazon acaba de publicar su primer informe trimestral de 2021. Los ingresos netos de la empresa han aumentado un 48.4%. Los ingresos totales han aumentado un 27.2%. Apple, liderada por Tim Cook, ha visto cómo sus ingresos se disparan un 54%, hasta los 89,600 millones de dólares. En el caso de Facebook, como reportó recientemente Reuters, «los ingresos totales, que consisten principalmente en la venta de anuncios, aumentaron alrededor del 56%, hasta los 29,080 millones de dólares en el segundo trimestre, frente a los 18,690 millones del año anterior». En comparación con el informe del primer trimestre del año pasado, los ingresos totales de Google aumentaron un 34.2%. El año pasado, la empresa declaró 41,200 millones de dólares de ingresos; este año, 55,300 millones. Con un valor de mercado de 2.15 billones de dólares, Microsoft tampoco está sufriendo.
Las grandes empresas de tecnología suponen una amenaza directa para la democracia. Durante años, sin un ápice de éxito, los políticos estadounidenses han intentado acabar con las Cinco Grandes. Sin embargo, a medida que las empresas como Amazon y Apple se hacen más poderosas, las posibilidades de desmantelar con éxito a empresas como Facebook y Microsoft son cada vez más escasas.
Mientras tanto, en China
A unos 11,000 kilómetros de distancia, se está llevando a cabo una campaña de represión contra las grandes empresas tecnológicas, que está resultando especialmente brutal. En realidad, la represión se lleva a cabo desde hace meses. En abril, el régimen chino apuntó a Jack Ma, ordenando una rápida reestructuración de Ant Group, el conglomerado de tecnología financiera del multimillonario. Luego, tres meses después, el régimen apuntó a Didi, un suceso que cubrí para The Epoch Times.
En China, todo es cuestión de óptica. El régimen, más que nada, quiere parecer fuerte, tanto en casa como en el extranjero. Como escribió recientemente Shuyao Kong, periodista de Decrypt, «no se trata del daño que han hecho las grandes empresas de tecnología, sino de la influencia percibida que ejercen estos nuevos titanes». Lo que el régimen considera especialmente preocupante, argumenta Kong, «es la percepción de que las grandes empresas de tecnología son demasiado grandes para fracasar y, por tanto, no están sujetas al control del gobierno». Tal narrativa, si se permite que continúe, socava inevitablemente «el control total del gobierno chino sobre la economía».
Kong, que se educó en China, tiene razón. La percepción es la realidad, y la realidad en China es dura. 2021 es, en efecto, el Año del Buey, pero también es el año en el que Ma y sus colegas multimillonarios reciben un curso intensivo de realidad.
Mientras tanto, en casa
De vuelta a Estados Unidos, las grandes empresas tecnológicas pretenden dar a los ciudadanos estadounidenses un curso intensivo sobre la realidad. Como reportó recientemente Reuters, empresas como Facebook y Microsoft se están asociando para formar una «organización antiterrorista».
Sí, Facebook, una empresa con un historial de espionaje a los usuarios, va a vigilar al público estadounidense. La nueva unidad antiterrorista se centrará específicamente en «los tipos de contenido extremista compartido entre empresas en una base de datos clave, con el objetivo de reprimir el material de los supremacistas blancos y las milicias de extrema derecha», según Reuters.
Al igual que Facebook, Microsoft tampoco tiene un historial inmaculado. ¿Deberían las grandes empresas tecnológicas crear unidades antiterroristas? La respuesta es no, y la razón es más compleja de lo que parece a primera vista. Como afirma el reporte de Reuters, hasta hace poco, «la base de datos del Foro Global de Internet para la Lucha contra el Terrorismo (GIFCT, por sus siglas en inglés) se ha centrado en videos e imágenes de grupos terroristas incluidos en una lista de las Naciones Unidas». El término «terrorista» se ha reservado en gran medida a los miembros de «organizaciones extremistas islámicas como el Estado Islámico, Al Qaeda y los talibanes».
Ahora, sin embargo, el término se aplicará con más regularidad en el país. En este gran impulso para identificar a los terroristas, también participarán Twitter y Google. Por supuesto, hay individuos peligrosos que viven en Estados Unidos, y algunos de ellos suponen un riesgo para la sociedad. Hay que evitar que inflijan daño al público estadounidense. Sin embargo, el término «terrorista» es interesante. Cuando uno piensa en un terrorista, ¿qué se imagina? Un miembro de ISIS, o algo similar, imagino. Piénselo de nuevo. En un artículo excelente, el periodista Michael Tracey analiza el hecho de que el gobierno estadounidense haya calificado de «terroristas» a los acusados no violentos del 6 de enero. Esto, sugiere, es una afrenta radical a las libertades civiles. Ciertamente lo es. Tracey habla de un acusado llamado Paul Hodgkins, un hombre «cuyo acto delictivo consistió en merodear por la cámara del Senado durante aproximadamente 15 minutos». Sin embargo, fue «tildado de terrorista» por el «gobierno de EE. UU.». Tracy continúa: «Según admiten los propios fiscales, Hodgkins no cometió ningún acto de violencia física ni blandió ningún arma». Además, Hodgkins «nunca fue acusado formalmente» de cometer ningún acto de terrorismo, «al menos de una manera que el gobierno tuviera que probar más allá de una duda razonable». Sin embargo, los fiscales, claramente empeñados en adaptar las definiciones hasta hacerlas irreconocibles, «han introducido ahora una teoría» que acusa a «Hodgkins y a otros acusados no violentos del 6 de enero» de operar «dentro de un supuesto contexto de terrorismo». Sí, el contexto, como se dice, lo es todo. Es la diferencia entre merodear y ser un verdadero «terrorista».
Esto nos lleva de nuevo a la nueva organización antiterrorista. Teniendo en cuenta que las grandes empresas tecnológicas tienen un claro sesgo izquierdista, y que el gobierno está ocupado redefiniendo términos como «terrorista», hay muchas razones para creer que más estadounidenses serán el objetivo, de forma arbtitraria e injusta. Puede que Paul Hodgkins no sea el más honrado de los ciudadanos estadounidenses, pero no es un terrorista. Pero intente decirle eso a los miembros del gobierno federal y a sus nuevos socios en el crimen (prevención), las Cinco Grandes.
John Mac Ghlionn es investigador y ensayista. Su trabajo ha sido publicado por medios de comunicación como The New York Post, Sydney Morning Herald, The American Conservative, National Review, The Public Discourse y otros medios importantes. También es columnista en Cointelegraph.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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