WASHINGTON–A pesar de la humedad del verano, alrededor de 2000 personas se pusieron camisetas amarillas y se congregaron en el Capitolio el 18 de julio para pedir el fin de la persecución de la práctica espiritual Falun Dafa en China.
El 20 de julio se cumplen 20 años desde que el régimen comunista chino lanzó su amplia campaña para erradicar ilegalmente a Falun Dafa, también conocida como Falun Gong, una antigua práctica de meditación china. En ese momento, habían entre 70 millones a 100 millones de practicantes, según las estimaciones oficiales.
Desde entonces, se han enviado a los practicantes de Falun Dafa a prisiones, campos de trabajo, centros de lavado de cerebro y otros centros de detención, donde muchos han sido torturados en un esfuerzo por obligarlos a renunciar a su fe. Hasta hoy, cientos de miles de adherentes son encarcelados, según estimaciones del Centro de Información de Falun Dafa.
Todos los años, desde el año 2000, practicantes de todo el país y del mundo se reúnen en la capital de Estados Unidos para conmemorar el aniversario de la persecución.
«Tengo que preguntarme, ¿cuántos años son suficientes?», dijo Alan Adler, director ejecutivo de Friends of Falun Gong y anfitrión de la manifestación celebrada en el West Lawn del Capitol Hill el jueves. «¿Cuánto tiempo es suficiente para que la gente del mundo sacuda su incredulidad, para superar su sorpresa y horror, y realmente haga algo al respecto? ¿Cuántos años de terror y crueldad son suficientes?»
El congresista republicano Steve Chabot también habló en la manifestación, condenando al régimen chino por lanzar una persecución «verdaderamente salvaje».
«El encarcelamiento ilícito, la reeducación, el lavado de cerebro, la tortura y la sustracción forzada de órganos son las herramientas que utilizan para reprimir [a los practicantes de Falun Dafa]», dijo Chabot.
«Tales tácticas no tienen lugar en una sociedad civilizada, pero son comunes en la China comunista».
Tabot prometió que mientras esté en el cargo, luchará por los derechos de los practicantes de Falun Dafa para practicar libremente en China.
Sustracción de órganos
Benedict Rogers, activista de derechos del Reino Unido y líder del Equipo de Asia Oriental del Christian Solidarity Worldwide, una organización sin fines de lucro, pidió que se ponga fin a la sustracción forzada de órganos de practicantes de Falun Dafa encarcelados en China.
En 2006, La Gran Época publicó la historia de cómo el régimen chino mataba a prisioneros de conciencia, en su mayoría adherentes de Falun Dafa, mediante la sustracción de sus órganos para cirugías de trasplantes. Estas denuncias fueron confirmadas por investigadores independientes en un informe publicado en 2006, seguido de otros, incluido un informe detallado de 2016, que ofrecía una imagen más detallada de los abusos.
El mes pasado, un tribunal independiente concluyó después de una investigación de un año que la sustracción forzada de órganos ha tenido lugar en China durante años «en una escala significativa». La sentencia del tribunal agregó que los practicantes de Falun Dafa probablemente eran la fuente principal de dichos órganos.
Rogers instó a los gobiernos de todo el mundo a tomar en serio las conclusiones del tribunal.
«Es hora de hacer frente al estado criminal del Partido Comunista Chino».
David Kilgour, exsecretario de Estado canadiense (Asia-Pacífico), quien ha investigado la sustracción de órganos durante más de una década y es coautor de varios informes sobre el tema, dijo a los periodistas después de hablar en el evento que las acciones del régimen eran un crimen de lesa humanidad.
«Se compara con el Holocausto», dijo Kilgour.
Se unieron también la congresista demócrata Sheila Jackson Lee, Gayle Manchin de la Comisión de Libertad Religiosa de los Estados Unidos, Annie Boyajian del Freedom House, Marian Smith de la Fundación Memorial Víctimas del Comunismo, Faith McDonnell de los Programas de Libertad Religiosa, Matias Perttula del International Christian Concern, Wendy Wright del Christian Freedom International, Peggy Nienaber del Faith and Liberty, Linda Lagemann del Citizens Commission on Human Rights, Dede Laugesen de Save the Persecuted Christians, Suzanne Scholte del Defense Forum Foundation, Rabbi David Saperstein de Religious Action Center of Reform Judaism, Rong Yi del Centro Tuidang, el comentarista chino Youqin Wang y Wang Zhiyuan de la Organización Mundial para Investigar la Persecución a Falun Dafa.
Impulso creciente
Los oradores de la manifestación también señalaron sobre la creciente atención que está teniendo el tema sobre los abusos a los derechos humanos cometidos por el régimen chino, impulsados en parte por los esfuerzos de la administración Trump.
En junio, el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, al hablar en la publicación del informe anual del Departamento de Estado sobre la libertad religiosa global en junio, criticó al Partido Comunista Chino (PCCh) por su «extrema hostilidad hacia todas las religiones desde su fundación».
En el mismo evento, el embajador de Estados Unidos para la libertad religiosa internacional, Sam Brownback, pidió a todos los países que condenen lo que China está haciendo en su «guerra contra la fe», y dijo que «no hay un momento más importante para que Estados Unidos promueva la libertad religiosa que ahora».
Durante los últimos tres días, el Departamento de Estado de los Estados Unidos ha sido anfitrión de la segunda Conferencia Ministerial anual para Promover la Libertad Religiosa en Washington, la reunión más grande de su tipo en el mundo.
El presidente Donald Trump se reunió el 17 de julio con una practicante de Falun Gong que fue encarcelada y torturada en China, junto con otros 26 sobrevivientes de persecución religiosa de 17 países. La reunión se realizó para reafirmar el compromiso del gobierno con la libertad religiosa, dijo la Casa Blanca en una declaración.
Pompeo, hablando en la reunión ministerial el 18 de julio, nuevamente convocó al régimen chino por sus crímenes contra los creyentes religiosos.
«El Partido Comunista Chino exige el control sobre las vidas de los chinos y sus almas», dijo.
En el evento, Pompeo también se refirió al caso del practicante de Falun Gong, Chen Huixia, quien en septiembre pasado fue sentenciado a tres años y medio de prisión simplemente por practicar su fe.
Sobre el tema de la sustracción de órganos, Kilgour dijo que las voces para el cambio también se han hecho más fuertes, especialmente desde la sentencia del tribunal del mes pasado.
Kilgour dijo que recientemente se enteró de que una provincia de Canadá, motivada por la sentencia del tribunal, planea introducir una legislación durante la próxima sesión parlamentaria para prohibir el turismo de órganos en China.
Varios oradores en el mitin también pidieron al gobierno de los Estados Unidos que imponga sanciones bajo la Ley Global Magnitsky a los funcionarios chinos que supervisan la persecución de los practicantes de Falun Dafa.
La ley federal permite al gobierno de EE.UU. identificar a los abusadores de derechos humanos al prohibirles la entrada al país, congelar sus activos en EE.UU. y restringirlos de hacer negocios con empresas estadounidenses.
Chabot dijo a los reporteros en el mitin que los funcionarios chinos de todos los niveles del PCCh deben rendir cuentas por las violaciones de derechos humanos.
Para este fin, las sanciones y el rechazo de visas para dichos funcionarios deben ser considerados por los Estados Unidos, dijo Chabot.
Recordando a los perseguidos
Con largas y coloridas pancartas en la mano, los practicantes se alinearon en filas ordenadas que marchaban desde Capitol Hill hacia el Monumento a Washington, donde está programada una vigilia en la noche.
Entre los participantes estaba Li Shuyin. la practicante originaria de China continental pero que vive en EE.UU., sostenía un cartel que pedía la liberación de 21 practicantes de su ciudad natal en la provincia de Liaoning, muchos de los cuales fueron arrestados recientemente, el 1 de julio de este año.
Los ojos de Li se enrojecieron al recordar la persecución de su familia: su madre, que tiene casi 70 años, murió a causa de la conmoción después de que la policía irrumpió en su hogar en una noche de nieve y la llevó a la fuerza a un centro de detención en 2013. Ella contó que otros dos practicantes que viven en su vecindario también murieron a causa de las torturas, mientras que otros se convirtieron en expatriados como ella.
Wang Shaohua, una practicante originaria de China continental que vive en los Estados Unidos, dijo que quería estar aquí por todos los practicantes en China que no tienen la oportunidad de levantar la voz.
Ella dijo que cualquier noticia recibida de la comunidad internacional sobre los esfuerzos para terminar con la persecución envía una ola de entusiasmo a los practicantes en China.
«[Me dijeron que] a veces cuando leían nuestros mensajes… las lágrimas corrían por sus rostros», dijo.
Wang soportó la tortura mientras estaba detenida en un campo de trabajo en China en 2011. Después de que fue liberada, logró huir a los Estados Unidos en 2013.
Ella dijo que la vida dentro del campo de trabajo era como «una situación de vida o muerte todos los días».
Lo primero que los guardias le preguntaban todos los días era si renunciaría a su fe. Si ella se negaba, los guardias la privarían del sueño.
En represalia por su «terquedad», los guardias la hicieron sentarse inmóvil en un taburete de plástico bajo desde la mañana hasta la noche. Durmió un promedio de dos horas al día durante siete meses.
«Cada segundo se sentía como un año en el mundo exterior», dijo Wang. “Dijeron que querían destruirnos físicamente. Eso fue exactamente lo que pasó».
Los guardias también le prohibieron a Wang usar el baño, causando que su estómago se hinchara, y sangrara cuando orinaba. Debido a estar sentada en taburete por largas horas, sus huesos de la cadera sobresalieron y la piel de la cadera se volvió negra. El taburete se convirtió en una «cuchilla que rozaba la piel», dijo.
Incluso pararse brevemente durante la comida se convirtió en una forma de tortura.
«Se sentía como si mi cuerpo se estuviera cayendo en pedazos», dijo Wang.
Wang fue trasladada a otro campo de trabajo forzado en Mongolia Interior en 2012, donde sufrió una tortura aún más brutal, incluida ser electrocutada con dos porras de 900 voltios y estar encerrada en solitario, y atar sus extremidades a las cuatro esquinas de una cama por un largo período de tiempo.
Sin embargo, a pesar del duro trato, Wang y otros practicantes detenidos continuaron acercándose a los guardias con amabilidad. Para cuando fue liberada del campo de trabajo, habían logrado que más de 160 guardias y reclusos renunciaran a su membresía en el PCCh y sus afiliados.
Poco después de su liberación, Wang voló a los Estados Unidos con una visa de turista en 2013. Desde entonces, ha ido a sitios turísticos con regularidad para hablar con visitantes chinos.
Muchos chinos con los que habló no tenían idea de la persecución que sucedía en su país, debido a la estricta censura del régimen. A menudo se sorprenden y se quedan sin palabras al ver sus cicatrices, dijo.
Decir la verdad a los chinos es la manera en que Wang aprecia la libertad en Estados Unidos.
«Es la continuación de una vida [nueva]».
Los practicantes de Falun Gong están siendo asesinados por sus órganos en China
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