El expresidente de Argelia Abdelaziz Bouteflika murió este sábado a la edad de 84 años víctima de una larga enfermedad, que desde 2013 le mantenía incapacitado, sin capacidad de habla y movimiento autónomo, informó la presidencia en un comunicado.
Nacido el 2 de marzo de 1937 en la ciudad marroquí de Oudja, Bouteflika se unió muy joven a la revolución contra la ocupación francesa y dirigió el país entre 1999 y 2019, año en el que se vio forzado a abandonar el poder a causa de las multitudinarias manifestaciones populares en su contra y la presión del Ejército.
El movimiento, conocido como «Hirak», se mantiene desde entonces en las calles para exigir la caída definitiva del régimen militar que gestiona el país desde la independencia en 1962 pese a la represión policial.
Antes, había sido uno de los políticos más hábiles del mundo árabe y el jefe de la diplomacia argelina más longevo.
Hijo de Ahmed Bouteflika y Mansouriah Ghezlaoui, Bouteflika creció en Marruecos junto a sus cinco hermanos y desde allí se unió, a la edad de 19 años, al llamado Ejército de Liberación Nacional (ALN), brazo armado y clandestino del Frente de Liberación Nacional, tras militar en una célula del partido marroquí Al Istiqal, de Allal al Fassi.
Inteligente y sagaz, en 1958 se unió al círculo del líder independentista y después segundo presidente de la Argelia independiente, Houari Boumediene.
Como su secretario personal, ascendió con celeridad en la jerarquía del FLN: en 1962, con apenas 25 años, fue designado ministro de Juventud, Deportes y Turismo en el primer Ejecutivo independiente, dirigido por Ahmed Ben Bella, y miembro de la Asamblea Constituyente por la región de Tlemecen, en la costa oeste del país.
El rostro de la Argelia independiente
Tres años después, su intervención fue fundamental en el pulso por el poder que mantuvieron el presidente y su mentor, quien dio un golpe de estado y convirtió a Bouteflika en el rostro de la nueva Argelia.
Como ministro de Exteriores, estuvo presente en todas las crisis vividas en la década de los pasados años setenta, en la que Argelia fue un miembro muy activo en el Movimiento de los Países Alineados.
Y en el que se convirtió en uno de los mayores defensores de la causa palestina, acogiendo en sus territorio a grupos calificados de terroristas y mediando en secuestros internacionales.
En 1979, fue elegido presidente el general Chadli Bendjedid, otro de los héroes de la guerra de independencia (1957-1962) y Bouteflika comenzó a perder poder e influencia hasta llegar a ser marginado y acusado de desviar decenas de millones de dólares del presupuesto asignado a las diversas embajadas.
Investigado, se exilió durante seis años para regresar al país en 1987 y sumarse a un grupo de personalidades nacionales que tras la brutal represión de las protestas en Argel firmaron un manifiesto en favor de la democracia y a las reformas políticas.
Instalado en el núcleo duro del estado, atravesó de forma discreta los primeros años de la cruenta guerra civil entre el Ejército y los grupos islamistas radicales, que causó miles de muertos y más de 300,000 desaparecidos y que convirtió a Argelia en el país más peligroso de la década de los noventa.
Elecciones controvertidas
En 1999, y en pleno auge de los atentados a extranjeros y de las masacres en distintos lugares del país, Bouteflika logró la aspirada presidencia tras la renuncia del presidente Liamine Zerual gracias al apoyo del FLN y de las fuerzas de Seguridad, pese a presentarse a la elección como independiente.
Tras su apabullante victoria en las urnas, oficializó la tregua establecida por el Ejército Islámico de Salvación y ofreció un proceso de diálogo y reconciliación nacional que logró al fin del derramamiento de sangre el 6 de junio de 1999.
Conocido desde entonces como el pacificador, logró la reelección en tres ocasiones, tras enmendar la Constitución y entre denuncias de fraude electoral.
Incluida la victoria en los comicios de 2014, que logró pese a sufrir un ictus meses antes y no participar en la campaña electoral.
Desde entonces, sus apariciones públicas se redujeron y nunca más se dirigió a la nación de viva voz, alimentando las sospechas sobre su verdadero estado de salud y sobre quien dirigía en realidad la nación.
En febrero de 2019, el anuncio por parte del círculo de poder de que optaría a un quinto mandato consecutivo pese a su evidente deterioro físico desató las protestas en la calle y reveló el pulso por la dirección del país que se libraba en el seno del Ejército.
En abril de ese mismo año, y con miles de personas cada viernes en la calle, ese mismo círculo de poder anunció la dimisión del mandatario más longevo y el político más hábil e influyente de la Argelia independiente.
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