Opinión
Durante los años 1934-1961, el historiador británico Arnold Toynbee publicó su obra en 12 volúmenes «Un estudio de la Historia».
Toynbee estudió el auge y la caída de 23 civilizaciones. Su conclusión fue que las grandes civilizaciones no mueren por causas externas, sino por causas internas.
Se suicidan.
Toynbee concluyó, en palabras de un periodista, que «las civilizaciones empiezan a decaer cuando pierden su fibra moral».
No tenemos que ser grandes historiadores para saber que las civilizaciones van y vienen. La eternidad no es un hecho inmutable.
En esta línea, en esta temporada política, con la emoción de unas próximas elecciones en las que elegiremos quién ocupa el cargo más alto de nuestro gobierno durante cuatro años, así como las elecciones al Senado y a la Cámara de Representantes, rezo por un gran despertar nacional.
El negocio de los políticos es aspirar al poder, decirnos que nuestros problemas se deben al otro partido y desviar nuestra atención de donde debería estar —en nosotros mismos.
Si nos centramos en ello, muchos, creo, llegarán a la conclusión de que es difícil ver un futuro para una nación con cada vez menos niños, cada vez más gobierno y una deuda cada vez mayor con menos crecimiento económico.
Según la Oficina Presupuestaria del Congreso, el crecimiento de la población estadounidense fue de un 0.9% de media anual entre 1974 y 2023. Proyectan que de 2024 a 2054 será la mitad —un 0.4% anual.
Para que la población se mantenga estable y no disminuya, la tasa media de fertilidad debe ser de 2.1 hijos por mujer. Hemos caído muy por debajo, a 1.67, y la CBO prevé que se mantenga así.
Las consecuencias son el envejecimiento de la población, con cada vez menos personas en edad de trabajar y una carga cada vez mayor de los gastos de una población que envejece — es decir, mayores costos de jubilación y de atención de salud.
Una medida de este panorama es la relación entre el tamaño de la población en edad de trabajar —de 25 a 64 años— y el tamaño de la población de 65 años o más.
En 1950, esa proporción era de más de seis a uno. En 2004, era de cuatro a uno. En 2024, según la CBO, será de 2.9 a uno. Y la CBO prevé que en 2054 será de 2.2 a uno.
Según Pew Research, en 1980, el 6% de los estadounidenses de 40 años nunca se habían casado. En 2021, será el 25%.
En 1980, la deuda pública federal representaba alrededor del 25% del producto interior bruto (PIB). Ahora es casi del 100%. La CBO prevé que en 2054 será del 166%.
La explosión de la deuda federal es el resultado de la explosión del gasto federal y del crecimiento del gobierno.
Más gobierno significa que más parte de nuestra economía se desvía a los burócratas y se aleja de los que trabajan y crean. Como resultado, el crecimiento económico se resiente.
De 1950 a 2000, según John Cochrane, economista de la Hoover Institution, la economía estadounidense creció una media del 3.5% anual. Ahora estamos en torno al 2%. Cochrane señaló que si de 1950 a 2000 el crecimiento hubiera sido del 2% en lugar del 3.5%, el PIB per cápita en 2000 habría sido de 23,000 dólares en lugar de 49,000 dólares.
El CBO proyecta que la tasa media de crecimiento de la economía estadounidense durante los próximos 30 años será inferior al 2% anual. Esto, por supuesto, significa una disminución de los ingresos medios de todos los estadounidenses.
Hace muchos años, cuando me alejé del bienestar y me volví hacia Dios, mi guía y mentor me dijo que hay dos posibilidades —el gobierno o Dios.
Los datos muestran que cada vez más estadounidenses se alejan de la fe y de la asistencia a la iglesia y, por tanto, eligen el gobierno.
Ahora oímos mucha retórica sobre la democracia americana, pero la democracia trata de cómo elegimos, no de lo que elegimos. El enfoque de una nación libre bajo Dios es sobre lo que elegimos.
Así que vuelvo a donde estaba al principio. Una nación sin hijos, sin matrimonio, con un gobierno y una deuda en expansión, es una nación, en palabras del historiador Toynbee, que se suicida.
Rezo por un nuevo despertar.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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