A fines de 2017, los principales bancos centrales se adueñaron aproximadamente de un quinto de la deuda total de sus gobiernos.
Las cifras son increíbles. Sin recesión ni crisis, los principales bancos centrales han ido comprando más de 200 mil millones de dólares de deuda privada del gobierno por mes. Lideran la compra el Banco Central Europeo (ECB) y el Banco de Japón (BoJ) mientras la Reserva Federal (Fed) se toma un descanso. No obstante:
- La Fed es dueña del 12,4 por ciento del total de la deuda pública de EE. UU.
- Las planillas de balance del ECB y del BoJ exceden el 35 y 70 por ciento del PBI
- El BoJ es ahora uno de los 10 tenedores de acciones más grandes en el 90% del Nikkei.
- El ECB tiene un 9,2 por ciento del mercado de bonos europeo y más del 10 por ciento de la deuda soberana total de los países europeos más importantes.
- El Banco de Inglaterra es dueño de entre el 25 y 30 por ciento de la deuda soberana del Reino Unido.
- El Banco Nacional Suizo es dueño de 3 mil millones de dólares de acciones de Apple.
El BoJ, con su política ultra expansionista, está en curso de convertirse en el accionista más grande de cada una de las 255 compañías de Nikkei. De hecho, el banco central japonés ya es dueño del 60 por ciento del mercado de los fondos negociados en bolsa (ETF) en Japón.
De esta forma, el BoJ solo crea desniveles peores en una economía zombificada, a la vez que la política monetaria extrema perpetúa los desequilibrios, debilita la velocidad del dinero e incentiva la deuda y la mala inversión.
Creer que esta política no hace daño porque «no hay inflación» y el desempleo es bajo, es peligroso. La emisión que hace el gobierno de una gran cantidad de deuda y dinero barato promueve la sobrecapacidad y la colocación del capital.
Como tal, el crecimiento de la productividad colapsa, los salarios reales y el poder de compra de la moneda caen, haciendo que el costo real de vida suba mientras la deuda crece más que el PBI real.
Es por esto que la deuda total en Japón ha alcanzado el 325 por ciento del PBI, según el Banco de Pagos Internacionales.
Promesas que cumplir
Los efectos serán similares en todos lados. Los pasivos emitidos por el gobierno, monetizados por el banco central, no son activos de buena calidad, son un pagaré que se transfiere a las próximas generaciones, y serán pagados de tres formas: con gran inflación, con una serie de crisis financieras o con alto desempleo.
Arruinar la moneda no es una política de crecimiento, es robarle a las futuras generaciones. El efecto placebo de gastar hoy el valor neto presente de esos pagarés, significa que mientras no mejoren el PBI, la productividad y el ingreso disponible, al menos tanto como la deuda emitida, estaremos creando una bomba de desequilibrios económicos que solo crece y que explotará en el futuro. Que la evidente bola de riesgo se demore otro año no quiere decir que no exista.
El gobierno no está emitiendo «dinero productivo» sino solo una promesa de ingresos mayores por impuestos más altos, por precios más altos o por la confiscación de riqueza en el futuro. El crecimiento del suministro de la moneda es un préstamo que el gobierno toma pero que pagamos nosotros los ciudadanos. El pago llega con la destrucción del poder de compra y la confiscación de la riqueza vía devaluación e inflación. El «efecto riqueza» del aumento de acciones y bonos no existe para la vasta mayoría de la gente, ya que más del 90% de la riqueza del grupo familiar promedio está en depósitos bancarios.
Nacionalización sigilosa
De hecho, la monetización masiva de la deuda es solo una forma de perpetuar y fortalecer al sector público desplazando al sector privado. Es una nacionalización. Debido a que los bancos centrales no quiebran, simplemente transfieren sus desequilibrios financieros a los bancos privados, los negocios y las familias.
El banco central puede «imprimir» todo el dinero que quiera y el gobierno se beneficia de ello, pero todo el resto sufre de represión financiera. Al generar crisis financieras a través de políticas monetarias laxas y al ser el beneficiario principal cuando crece y también cuando explota, el sector público emerge de estas crisis más poderoso y más endeudado. El sector privado sufre los efectos del desplace en tiempos de crisis y el efecto de los impuestos y la confiscación de la riqueza en los tiempos de expansión.
No es sorprendente entonces, que el gasto del gobierno en relación al PBI es ahora del 40% en países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) y sigue aumentando, mientras la presión tributaria es una marca histórica y la deuda pública se eleva.
La monetización de la deuda del gobierno es un sistema perfecto para nacionalizar la economía, pasando todos los riesgos de gasto excesivo y desequilibrios a los contribuyentes. Y siempre termina mal. Porque dos y dos no son veintidós. Mientras se cobra impuesto a lo productivo para subsidiar lo improductivo, el impacto en el poder de compra y la destrucción de la riqueza es exponencial.
Esta vez no será diferente
Creer que esta vez será diferente y que los gobiernos gastarán sabiamente todo ese masivo «dinero gratis muy caro», no tiene precedente en la historia. El gobierno tiene el incentivo a gastar de más, ya que su objetivo es maximizar el presupuesto y aumentar la burocracia como medio de poder.
También tiene el incentivo de culpar de sus errores al enemigo externo. Los gobiernos siempre culpan a otros por sus errores. ¿Quién baja las tasas de interés del 10 por ciento, al uno por ciento o incluso cero? Los gobiernos y los bancos centrales.
¿A quién se culpa de «arriesgar en exceso» cuando hay una crisis? A usted y a mí. ¿Quién aumenta el suministro de dinero, exige «flujo crediticio» e impone represión financiera porque «los ahorros son muy altos»? El gobierno y los bancos centrales.
¿A quién culpan cuando explota? A los bancos por «prestar imprudentemente» y por «desregular».
Por supuesto, los gobiernos pueden imprimir todo el dinero que quieran, lo que no pueden hacer es convencerlo a usted y a mí de que tiene valor, que el precio y cantidad de dinero que imponen es real solo porque el gobierno lo dice. Por eso vemos baja inversión real y baja productividad. No por nada se llama represión financiera, y los ciudadanos siempre tratan de escapar del robo.
¿Cuál es el «gancho» que nos hace entrar? Los mercados de valores suben y deberíamos creer que la inflación de activos es un reflejo de fortaleza económica.
Luego, cuando la política del banco central deja de funcionar y los mercados caen a la valuación que corresponde, muchos dirán que es la culpa de los especuladores del mercado privado pero no del banco central, que es el especulador más grande.
Cuando una crisis explota, se puede estar seguro de que el consenso culpará a los mercados, a los fondos de inversión, a la falta de regulación y a la falta de intervención. Los errores de la intervención perenne son «resueltos» con más intervención. Los gobiernos ganan al subir y al bajar. Como un casino, la casa siempre gana.
Mientras tanto, las reformas estructurales que han sido prometidas desaparecen como un mal recuerdo.
Este es un astuto sistema maquiavélico para acabar con el libre mercado y beneficiar desproporcionadamente a los gobiernos mediante la ventaja competitiva mas injusta: tener acceso ilimitado a la moneda y al crédito, y ninguno de los riesgos, y el poder de pasar la factura final a los demás.
.Daniel Lacalle es jefe economista del fondo de inversión Tressis y autor de “Escape de la trampa del banco central”, publicado por BEP.
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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