En nuestra juventud el sueño llega con facilidad. Esos preciosos minutos después de que nuestras cabezas tocan las almohadas y antes de que nos quedemos dormidos estuvieron frecuentemente llenos de imaginaciones alegres y posibilidades optimistas: «¿Qué nueva emoción traerá el mañana?».
Sin embargo, para un pequeño de 8 años, cada noche solo era un presagio de otra horrible mañana por venir. Una noche durante su segundo grado le pidió a Dios que le quitara la vida.
El cielo debe ser real
El artista Russell Ricks nació con agenesia completa del cuerpo calloso (CACC), un trastorno neurológico en el que falta por completo el haz de nervios que conecta los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro. Aunque el cerebro de Ricks lo compensó creando otras vías para transmitir información, aún tenía dificultades con el procesamiento social y mental.
Debido a esta condición Ricks tenía problemas en la escuela y sus compañeros lo despreciaban. Era acosado y golpeado muy a menudo. En una época en la que no se entendían las discapacidades de aprendizaje, todo lo que sus padres podían decirle era: «Tienes que ser fuerte y lidiar con ello».
“Cuando los niños elegían equipos para jugar, todos decían: ‘¡No, no quiero a Russell!’. Entonces, cuando no me golpeaban físicamente, me golpeaban emocionalmente. Nadie quería ser mi amigo. Me decían retrasado y se burlaban de mí una y otra vez”, contó Ricks en el podcast Round Trip Death.
Mientras esa noche yacía en la cama, aterrorizado por el próximo año escolar, Ricks pensó en su bautismo de la semana anterior. Había sentido la presencia de Dios: “un sentimiento especial que era cómodo, bueno, pacífico y tranquilo”.
Entonces su mente se desplazó más atrás, al único recuerdo claro de su niñez.
La madre de Ricks fue una soprano talentosa y estuvo a punto de firmar con The Warner Brothers cuando decidió abandonar su carrera y formar una familia.
“Ella crió a siete hijos y nos cantaba todos los días. Durante un tiempo, cada vez que cantaba, veía entrar a nuestra casa a personas vestidas de blanco y rodearla. Se quedaban por un tiempo y después de algunas canciones se iban”, dijo Ricks.
“Recuerdo estar frustrado con mi familia porque no podían ver lo que yo veía. Era muy pequeño para hablar, pero quería preguntar: ‘¿Quiénes son estas personas?’. Después de un tiempo decidí que eran parientes que habían fallecido pero venían a visitarnos porque disfrutaban de la música de mi madre”.
En esa línea de pensamiento, Ricks razonó: “Si lo que sentí en mi bautismo era Dios, y si esas personas vestidas de blanco vinieron del cielo, ¡entonces Dios debe ser real!”. Por tanto, si alguien puede acabar con el bullying es Dios.
Ricks cayó de rodillas y suplicó.
“Padre Celestial, necesito tu ayuda, no puedo enfrentar otro día como este. Así que, o me quitas esto o me llevas a mí».
En la mente de Ricks, como acababa de ser bautizado, pensaba que estaba limpio. Si alguna vez hubiera un momento perfecto para morir, sería este.
Le dijo a Dios: “Sé que está mal que me quite la vida, pero si lo haces, entonces está bien. Te ruego que termines mi misión en la tierra y me dejes ir a un lugar donde estaré seguro, amado y no tendré que enfrentar el abuso”.
Después de sus oraciones, el pequeño Ricks volvió a meterse en la cama y lloró. Entonces, justo cuando se estaba dando por vencido, la habitación empezó a dar vueltas.
Un reino de colores y luces
Ricks pensó que se iba a desmayar. De repente sintió una separación, como si estuviera siendo jalado en múltiples direcciones. Cuando finalmente miró hacia abajo, vio su cuerpo en la cama.
“Pensé que estaba teniendo un sueño consciente porque ¿cómo puedo estar en dos lugares a la vez? Sobre mí estaba esta pequeña y brillante luz y sentí un amor increíble que emanaba de ella. Era como un imán: estaba siendo atraído hacia esa luz”.
Ricks flotó más allá del techo, a través de las vigas y hacia el cielo nocturno estrellado antes de ser arrastrado a un planeta rodeado por un mar de nubes. Lo depositaron en un claro en medio del bosquecillo de álamos en la cima de una montaña.
“Sentí que estaba en un reino espiritual que no está en la tierra. Todavía sentía una conexión con mi cuerpo, así que sabía que mi experiencia en este hermoso mundo era temporal y que tendría que regresar. Sin embargo, mis oraciones fueron respondidas”, dijo Ricks.
En ese mundo, cada flor, cada brizna de hierba, los pájaros, el riachuelo, los árboles, todos vibraban con su propia frecuencia única, y juntos se traducían en una increíble y celestial pieza musical.
“Todo estaba vivo y alababa a Dios, incluso la luz alababa a Dios”.
Conectados como uno
Ricks miró a su alrededor mientras caminaba por el bosque se sintió atraído por un álamo particularmente grande. Para él representaba la vida y el amor de Dios.
“Dios podría haber respondido mis oraciones de cualquier otra manera, pero eligió darme esta experiencia. Me dio lo que necesitaba para sentirme amado y seguro”.
Durante su experiencia, Ricks también se sintió conectado con todos sus antepasados de las generaciones previas.
Más tarde se enteraría de que Pando, el bosque de álamos de un solo árbol en Utah, es el organismo vivo más grande del mundo. Sus 40,000 árboles comparten un sistema de raíces comunales, por lo que, incluso si se tala un árbol, no morirá porque todos los demás árboles del bosque colaborarán para proporcionar nutrientes vitales a través de sus raíces compartidas.
“El sistema de raíces simbolizaba a mis antepasados: expresaban su amor, su preocupación y su apoyo por mí. Sentí que estaban allí aunque no los vi”.
Un encuentro con su Salvador
Cuando Ricks levantó la pierna para salir del bosque, una voz lo detuvo. “Si das un paso más, ese es el punto de no retorno. Pero no tienes elección, debes regresar a la mortalidad”.
Ricks se derrumbó y sollozó.
“Sabía que debía volver pero no estaba listo. No quería ir”, dijo. “Unos momentos después, sentí un toque en mi hombro y una voz suave que preguntaba: ‘¿Qué pasa? ¿Por qué estás llorando?'».
Ricks se giró y vio a un ser flotando a unos centímetros del suelo, vestido con una túnica blanca. Su barba y cabello estaban cubiertos de nieve.
“Sus ojos me cautivaron. Eran tan brillantes que parecían estar en llamas. Veía tonos de azul, luego destellaban con un brillo dorado. Vi la eternidad en sus ojos”, describió Ricks.
“Él miró adentro de mi alma con completo amor, misericordia y sin juzgar. Le permití mirar, confiaba en él por completo. Podía leer mi alma, mi dolor y mi miedo”.
Cuando el ser se agachó para tomar al niño en sus brazos, Ricks reconoció instintivamente que se trataba de Jesucristo.
“Su abrazo se sintió similar a estar en los brazos de mi madre. Se siente seguro y protegido, una calidez desde lo más profundo que se magnificó 10,000 veces”.
Una nueva entrevista
Juntos, dejaron el bosque de álamos a través de las nubes y entraron en una ciudad de luz. Los edificios, los muros que rodeaban la ciudad, e incluso las calles, estaban pavimentados con oro.
Sentado en un banco, Ricks le contó a Jesús todos sus miedos. “Le dije el miedo que tenía de enfrentar la vida afuera de mi casa y de tener que regresar a la escuela. Dije: ‘Esta es mi casa, ¿por qué no puedo quedarme?’”, relató Ricks.
A lo que Jesús respondió: “Russell, tienes cosas que hacer, así que necesitas volver. Pero por lo que has hecho aquí, eres bendecido”. También mencionó que era importante que Ricks regresara, pues se convertiría en padre y tendría otras misiones que cumplir.
Mirando hacia atrás, Ricks dijo que fue como un déjà vu, sintió que cada uno de nosotros tuvo una entrevista con Cristo antes de nacer en la Tierra para asegurarnos de nuestros roles. Sintió su experiencia como una repetición de lo que había ocurrido hace mucho tiempo.
Cuando Ricks expresó su temor de cometer errores en el mundo humano y perder su oportunidad de regresar al cielo, Jesús se río entre dientes levemente y dijo que todo estaba arreglado.
“Todo lo que tienes que hacer es seguirme y ser un buen chico. Todo estará bien y te veré de nuevo. ¿Estás listo?», le preguntó Jesús.
«Sí, estoy listo».
Cuando Ricks volvió a abrir los ojos, el sol entraba a raudales por la ventana y estaba de vuelta en la cama.
Avanzando
Justo antes de que Ricks fuera enviado de regreso a su cuerpo, Cristo le prometió al niño que siempre conocería la presencia de Dios.
“He tenido tantas experiencias que me permiten saber que el Señor está aquí. Sé que puedo contar con él. Cuando fallo, puedo arrepentirme y él todavía me amará. Mirando hacia atrás, a pesar de mis luchas, me convertí en una persona más fuerte”.
Durante muchos años Ricks intentó pintar este reino, lleno de colores que nunca antes había visto, con un éxito limitado.
“¿Cómo puede capturar algo que está más allá de las palabras? Toda la vida vegetal y las flores estaban llenas de luz desde adentro. Nuestra paleta en la Tierra es muy inferior: en nuestro prisma de luz solo tenemos este pequeño rango de luz visible. En el otro reino es mucho más amplio que eso. Nuestros ojos desnudos no pueden verlo, solo nuestros ojos espirituales pueden”, dijo.
Ahora Ricks comparte con gusto su historia con cualquiera que esté dispuesto a escuchar. Hace unos años recibió un mensaje de una chica de unos 20 años que también luchaba con CACC y se preguntaba si valía la pena vivir.
La historia de Ricks le dio esperanza para seguir viviendo.
“Todos nosotros, todos tenemos una discapacidad, ninguno de nosotros es perfecto. Ya sea que esté luchando con algo visible que todos pueden ver o algo invisible como ACC, la vida vale la pena”, dijo Ricks.
“No estoy enojado con Dios por crearme de esta manera. Había un propósito. Incluso si mi libro ayudó solo a esa persona, valió la pena. Mi historia necesitaba ser contada porque más personas necesitan saber que hay esperanza. La vida es buena, Dios está pendiente de nosotros y nos ama mucho, mucho”.
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