Un diagnóstico de cáncer puede desencadenar terror o una respuesta instintiva de batalla. La necesidad de hacer algo -lo que sea- puede ser abrumadora.
La necesidad de luchar agresivamente contra el cáncer alimenta una industria multimillonaria en Estados Unidos. Millones de personas se someten a tratamientos de eficacia limitada, prefiriendo la acción a la opción potencialmente más saludable de la «espera vigilante».
Este planteamiento, a menudo pasado por alto, implica un seguimiento cuidadoso del estado del paciente sin tratamiento activo hasta que sea necesario. Se trata de una pausa estratégica, basada en la evidencia de que algunos cánceres, cuando se detectan a tiempo o se descubre que son de crecimiento lento, no requieren una intervención inmediata.
La estrategia de observar y esperar se aconseja en algunos cánceres en estadios tempranos o de crecimiento lento en los que el tratamiento inmediato no mejora las tasas de supervivencia. Esta estrategia es más frecuente en el cáncer de próstata, pero también se considera en los de mama, tiroides y algunos hematológicos.
La espera vigilante reduce el coste de los tratamientos innecesarios, tanto económico como en términos de sufrimiento del paciente. Aunque en la actualidad pocos optan por esta vía menos invasiva, la creciente concienciación sobre sus beneficios se está abriendo paso poco a poco en la práctica clínica y en las estrategias oncológicas centradas más en el paciente que en la enfermedad.
David Gay es uno de los beneficiarios de este enfoque.
En 2014, Gay se enfrentó a los resultados de su tercera biopsia en el silencio absoluto de la consulta del urólogo. Estaba preparado para luchar, decidido a tomar una decisión preventiva: «Si es cáncer, saldrá a la luz», declaró a The Epoch Times.
Sin embargo, cuando se enfrentó a la realidad de su diagnóstico, su perspectiva cambió. Siguiendo el consejo de su médico y con el apoyo de su familia, decidió no precipitarse a la cirugía o la radiación, sino optar por la espera vigilante.
La decisión de Gay refleja una tendencia emergente basada en conocimientos más claros sobre el pronóstico del cáncer y en investigaciones que cuestionan las prisas por los tratamientos convencionales.
El enfoque de la espera vigilante
La vigilancia activa y la espera vigilante ofrecen vías de tratamiento personalizadas y conservadoras.
Aunque los términos suelen utilizarse indistintamente, la Sociedad Americana del Cáncer diferencia entre «vigilancia activa» y «espera vigilante». La vigilancia activa implica visitas periódicas al médico, análisis de sangre y biopsias, mientras que la espera vigilante implica un seguimiento más relajado basado en los síntomas.
«Una de las razones para pensar en la vigilancia activa y retrasar el tratamiento es prevenir los efectos secundarios, que casi siempre acompañan al tratamiento del cáncer, incluidos los problemas relacionados con la cirugía», escribe la Dra. Lidia Schapira, oncóloga de Stanford, para la Sociedad Americana de Oncología Clínica.
Como reflejo de una creciente aceptación de opciones de tratamiento menos agresivas, la vigilancia activa se ha más que duplicado en las prácticas de urología estadounidenses para el cáncer de próstata, pasando del 26.5 por ciento en 2014 al 59.6 por ciento en 2021.
El número de personas que optan por la vigilancia activa para tratar el cáncer de próstata de bajo riesgo ha aumentado significativamente en la última década.
Un estudio de 2012 publicado por The New England Journal of Medicine, no informó de ninguna diferencia significativa en la supervivencia después de 12 años entre los hombres con cáncer de próstata en estadio temprano que se sometieron a cirugía y los que optaron por la espera vigilante.
«Las diferencias absolutas en la mortalidad entre los grupos de estudio fueron de menos de 3 puntos porcentuales», escribieron los autores, y añadieron que un subgrupo de hombres con valores más altos de antígeno prostático específico (PSA) o tumores de mayor riesgo podrían haberse beneficiado de la cirugía.
Hallazgos más recientes sugieren que incluso si un cáncer progresa durante la vigilancia activa, eso no disminuye la elevada tasa de supervivencia. El estudio constató que el 97 por ciento de los hombres con cáncer de próstata localizado sobreviven al menos 15 años, independientemente del tratamiento. Sin embargo, los investigadores señalaron que los efectos secundarios que afectan a la función urinaria y sexual en quienes optan por el tratamiento pueden persistir durante más de una década.
A medida que mejoren los diagnósticos y los tratamientos, Schapira cree que el cáncer será más manejable. «Con tratamientos mejores y más precisos, cada vez habrá más personas cuyo cáncer se convierta en una ‘enfermedad crónica'», declaró a The Epoch Times. En otras palabras, se trata de algo con lo que se vive en lugar de luchar contra ello.
Innovaciones como la detección del ADN tumoral circulante (ADNtc) están allanando el camino para que la vigilancia activa se convierta en una opción más frecuente en el tratamiento de tumores sólidos, explicó el Dr. Nathan Goodyear, médico de salud integral especializado en oncología, en una entrevista con The Epoch Times. El ctADN es el ADN de las células cancerosas que han muerto y se han desprendido del tumor, circulando por la sangre. Los análisis de ctADN pueden permitir a los médicos detectar y diagnosticar el cáncer, así como proporcionar información sobre los tratamientos y sobre si un determinado tumor está creciendo o reduciéndose. Estos métodos avanzados de detección podrían llevar a los pacientes a adoptar una actitud más pasiva frente al cáncer, predice.
Pero incluso con métodos de detección eficaces, es posible que algunas personas prefieran tratarse el cáncer. Según Goodyear, la espera vigilante en el tratamiento del cáncer es una opción matizada que puede no convenir a todos los pacientes.
«La espera vigilante no es para todos los enfermos de cáncer, igual que las campañas de tratamiento de ‘choque y pavor’ no son para todos los enfermos de cáncer», afirma.
Subraya que la idoneidad de este método debe considerarse cuidadosamente mediante una evaluación exhaustiva y conversaciones sinceras basadas en expectativas realistas, riesgos potenciales y beneficios que ofrece.
Estrategias proactivas en la espera vigilante
Contrariamente a la percepción de pasividad, Goodyear define la espera vigilante como un enfoque proactivo y centrado en la salud, distinto de los tratamientos convencionales.
«La espera vigilante no implica en absoluto la ausencia de tratamiento. El concepto solo se aplica a la estrategia convencional de cirugía, quimioterapia, radioterapia e inmunoterapia convencional», explica.
La nutrición es una piedra angular de esta estrategia, ya que Goodyear señala su importancia para reforzar el sistema inmunitario y activar las defensas del organismo contra el cáncer. Igualmente vitales son las modificaciones del estilo de vida, como el ejercicio regular, la gestión del estrés, el sueño reparador y las relaciones afectivas, que en conjunto forman un sistema de apoyo integral para los pacientes con cáncer, independientemente del protocolo de tratamiento.
Cabe señalar que el organismo elimina activamente las células problemáticas y cancerosas, pero este mecanismo puede fallar, dejando crecer las células cancerosas. Este problema puede verse agravado por elecciones de estilo de vida como fumar o seguir una dieta rica en azúcares añadidos.
El ensayo ERASE 2021 (ejercicio durante la vigilancia activa del cáncer de próstata), centrado en hombres con cáncer de próstata no metastásico sometidos a vigilancia activa, reforzó el valor de los cambios en el estilo de vida en el tratamiento del cáncer. El estudio descubrió que el ejercicio de alta intensidad reducía significativamente los niveles de PSA, un indicador primario del cáncer de próstata. El aumento más lento de los niveles de PSA entre los participantes sugiere que el ejercicio regular podría ralentizar la progresión de la enfermedad.
Además de estos beneficios físicos, la actitud de «dejarse llevar», un aspecto fundamental de la espera vigilante, desempeña un papel crucial en el proceso de curación. Al renunciar a la necesidad de una intervención médica agresiva inmediata, los pacientes se dan tiempo para reflexionar y considerar todas las opciones de tratamiento. La experiencia de los profesionales sanitarios y de los pacientes demuestra que este cambio mental puede ser terapéutico, reducir la ansiedad y capacitar a los pacientes para tomar las riendas de su salud.
Toxicidad económica del tratamiento del cáncer
Se prevé que los costes de la atención oncológica aumenten en Estados Unidos de USD 183,000 millones en 2015 a más de USD 246,000 millones en 2030. Entre los principales factores se encuentran el envejecimiento de la población, el aumento de los casos de cáncer, el encarecimiento de los tratamientos y la inflación de la atención sanitaria.
Estos efectos secundarios económicos también ejercen una fuerte presión sobre las finanzas de los pacientes y sus familias. Los gastos directos anuales, incluidos copagos, franquicias y tratamientos no cubiertos por el seguro, ascienden a unos USD 21,000 millones.
Los costes de la atención oncológica por paciente en Estados Unidos pueden ser elevados, especialmente para las personas sin seguro, y oscilan entre 100,000 y 300,000 dólares para tratamientos como la quimioterapia y la cirugía. El gasto medio ronda los 160,000 dólares.
Una encuesta realizada por la Red de Acción contra el Cáncer de la Sociedad Americana del Cáncer entre más de 1200 pacientes pone de manifiesto el elevado coste económico del cáncer: la mayoría no estaba preparada para afrontarlo, lo que les llevó a cambiar su estilo de vida y a endeudarse. Más de la mitad de los pacientes se enfrentaron a repercusiones en su calificación crediticia y al cobro de deudas, por lo que muchos retrasaron la atención médica o eligieron tratamientos más baratos.
A estos problemas financieros se suma un informe de la representante demócrata estadounidense Katie Porter, que revela un aumento significativo de los costes de los medicamentos contra el cáncer. El precio medio de los nuevos medicamentos contra el cáncer en Estados Unidos en 2021 fue de 283,000 dólares, un 53 por ciento más que en 2017. Esta escalada continúa año tras año.
La espera vigilante y la vigilancia activa podrían aliviar la presión financiera de la atención oncológica. Aunque no se ha investigado lo suficiente, los primeros resultados son prometedores en términos de rentabilidad, en particular para los cánceres de próstata y tiroides en pacientes de edad avanzada, al reducir la necesidad de tratamientos costosos.
Continúa el debate sobre la promoción de tratamientos agresivos por parte de las industrias farmacéutica y sanitaria. La cuestión es si los incentivos económicos influyen en los enfoques terapéuticos.
Equilibrio: El tratamiento excesivo del cáncer
La atención oncológica suele implicar un tratamiento excesivo, un problema complejo que afecta tanto a la calidad de vida como a la tasa de supervivencia de los pacientes. Los estudios demuestran que muchas personas recién diagnosticadas reciben un tratamiento más agresivo de lo necesario, que no mejora significativamente sus posibilidades de supervivencia.
Un estudio publicado en la revista JAMA Surgery centrado en adultos jóvenes con cáncer de colon descubrió que a menudo recibían tratamientos más intensivos que los adultos mayores, sin los correspondientes beneficios en cuanto a supervivencia. Los autores de este estudio señalan: «En ausencia de una clara superioridad en la eficacia del tratamiento, una gran proporción de pacientes jóvenes están siendo sometidos a tratamientos con potencial toxicidad a largo plazo.»
Además, las investigaciones revelan una peligrosa falta de concienciación de los pacientes sobre los riesgos del sobrediagnóstico y el sobretratamiento del cáncer, ya que menos del 10 por ciento de las personas sometidas a pruebas de detección del cáncer están informadas sobre estos riesgos, a pesar de que la mayoría desea tener este conocimiento.
El sesgo y la formación de los médicos contribuyen a su preferencia por tratamientos agresivos frente a opciones menos invasivas. Un artículo de 2021 explora la tendencia de los oncólogos a persistir en tratamientos agresivos en casos de cáncer avanzado, incluso cuando son conscientes del estado terminal del paciente.
Esta práctica, conocida como «sobretratamiento del cáncer», está influida por una mezcla de expectativas, miedos y el impulso de luchar contra la enfermedad.
Los autores reflexionan: «El sobretratamiento del cáncer cultiva la ilusión de que existen infinitas soluciones terapéuticas, lo que implica la omnipotencia de la medicina y la inmortalidad del paciente». Esta observación subraya la paradoja de que la búsqueda incesante de tratamiento a menudo eclipsa los resultados realistas de la atención, fomentando una falsa sensación de esperanza y disuadiendo tanto a pacientes como a médicos de enfrentarse a la realidad de la enfermedad.
Replantearse la «batalla» contra el cáncer
«No ayuda en absoluto que hayamos integrado la comunicación sobre el cáncer en la retórica bélica, y que el lenguaje sobre el cáncer se refiera a dar una buena batalla», declaró Schapira a The Epoch Times. Esta arraigada asociación entre cáncer y guerra hace que la sugerencia de inacción o espera vigilante no solo parezca extraña, sino contraria a los instintos del paciente, explicó.
La investigación ilustra que etiquetar una condición como «cáncer» puede sesgar a los pacientes hacia una cirugía innecesaria, incluso cuando el riesgo es mínimo y la tasa de supervivencia sin intervención es alta.
Un estudio de 2019 presentó a los participantes un escenario: el descubrimiento de un nódulo de bajo riesgo en la glándula tiroides. Cuando se etiquetó como cáncer, muchos optaron por la cirugía a pesar de los riesgos y una probabilidad de supervivencia del 99 por ciento sin intervención.
Estos hallazgos subrayan la excesiva ansiedad que puede provocar una etiqueta de cáncer, lo que lleva a decisiones precipitadas para el tratamiento, donde un enfoque de esperar y ver puede ser más prudente y menos invasivo.
Voces de pacientes que se enfrentan al cáncer con la espera vigilante
Para Gay, la vigilancia activa consiste en resistir. Los análisis de sangre rutinarios y los escáneres PET (tomografía por emisión de positrones) le sirven de anclaje, proporcionándole un enfoque estructurado para gestionar el peso psicológico de un diagnóstico de cáncer. Elegir este camino también le ha permitido buscar segundas opiniones antes de actuar.
A pesar de la presencia del cáncer, encuentra consuelo en el apoyo de su familia y de los grupos de hombres.
«Con el tiempo, el aspecto mental de saber que andas por ahí con cáncer pasa a un segundo plano», afirma.
En paralelo a la trayectoria de Gay está la historia de Augie, cuyo tumor cerebral se descubrió a los 8 años. Su familia se enfrentó a una decisión desalentadora, pero optó por observar y esperar, reforzada por la cobertura de su seguro para las frecuentes resonancias magnéticas necesarias para controlar el tamaño de su tumor.
La decisión de la familia de evitar el tratamiento inmediato del tumor asintomático de Augie se debió a los riesgos de la quimioterapia y la cirugía. «La quimioterapia tiene unos efectos secundarios terribles, así que no entendía por qué íbamos a elegirla en ausencia de cualquier beneficio estadístico en el tratamiento», declaró Emily Frazier Williams, madre de Augie, a The Epoch Times. También deliberaron sobre los riesgos mortales y cerebrales de la intervención quirúrgica, lo que les llevó a ser cautos en la gestión de su salud.
«Al principio fue muy desconcertante saber que tenía cáncer y que no estábamos haciendo nada, pero centrarnos en ser lo menos invasivos posible fue de gran ayuda», comentó Williams.
Desde un punto de vista médico, la familia comprendió que, si decidían esperar, podrían evitar el riesgo de una lesión cerebral traumática, un riesgo conocido asociado a la cirugía cerebral propuesta. Los profesionales médicos les aconsejaron que operarse durante la adolescencia podría ser más ventajoso, ya que la plasticidad del cerebro en esta etapa ayuda a la recuperación. Además, al ser mayor, Augie sería más capaz de articular cualquier cambio o síntoma que experimentara.
Tras años optando por la espera vigilante para el cáncer de su hijo Augie, la familia se enfrentó a un momento decisivo cuando el crecimiento significativo del tumor hizo necesaria una intervención quirúrgica a los 12 años.
A pesar de la eventual necesidad de cirugía, la familia valora su decisión inicial, que permitió a Augie tener una infancia normal y la oportunidad de madurar, lo que le permitió participar más activamente en sus decisiones sobre el cuidado de su salud. «A medida que crecía, Augie comprendía mucho mejor la enfermedad, por lo que podía defenderla y tomar sus propias decisiones», explica su madre.
Reflexionando sobre su trayectoria, Williams expresó su gratitud por el camino elegido. «Estoy muy contenta de haber tomado el camino que tomamos, ya que minimizó el impacto en la salud de mi hijo». Augie, que ahora tiene 16 años, se considera curado. Ella comparte su esperanza de que el resultado positivo de
Augie anime a más médicos a considerar un enfoque de tratamiento sin intervención para otras familias.
Redefinir la victoria en el tratamiento del cáncer
El poder de la inacción, o el arte de «no hacer nada», está llamando la atención por su papel en el proceso de curación. Este concepto, a menudo considerado contraintuitivo en una sociedad que valora las soluciones rápidas y los resultados inmediatos, adopta la idea de la rendición, no como una renuncia, sino como una elección estratégica.
Rendirse al curso natural de una enfermedad, especialmente en los casos en que las intervenciones médicas pueden no ofrecer una ventaja clara, refleja un cambio más amplio hacia el empoderamiento del paciente en la atención sanitaria. Cada vez más pacientes retrasan los tratamientos oncológicos agresivos y optan por estilos de vida como comer mejor y reducir el estrés para favorecer la capacidad inherente del organismo de autorregularse y curarse.
La historia del Sr. Gay sirve de ejemplo. Tras varios años de espera vigilante, la calidad de vida de Gay sigue siendo el centro de su filosofía de tratamiento. Al renunciar a un tratamiento inmediato y agresivo, ha mantenido sus rutinas diarias y su bienestar, así como una calidad de vida que podría haberse resentido debido a los efectos secundarios del tratamiento contra el cáncer.
Una nueva era en el tratamiento del cáncer
Mientras que algunos tipos de cáncer requieren tratamiento inmediato, con resultados que empeoran a medida que se retrasa el tratamiento, muchos otros no lo requieren. Afortunadamente, los investigadores nos están dando una idea más clara de cuál es cuál. Esta información ofrece a los pacientes más posibilidades de elección y hace que sus preferencias sean tan fundamentales como la experiencia del oncólogo.
Según expertos como Goodyear, este cambio debería haberse producido hace tiempo. «Se supone que el centro de la rueda de la atención oncológica es el paciente», declaró a The Epoch Times.
El papel del equipo médico es orientar, informar y respetar los deseos del paciente, presentando todas las opciones sin prejuicios, explica Goodyear. Los verdaderos responsables de la toma de decisiones son los propios pacientes, y el equipo médico actúa como asesor y defensor.
Schapira da algunos consejos a quienes se debaten entre la acción inmediata y la espera vigilante: Infórmese bien de su diagnóstico, trabaje en equipo con sus oncólogos y busque apoyo psicológico para aliviar la ansiedad. Este enfoque permite a los pacientes adaptar mejor su tratamiento a sus convicciones.
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